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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La participación de la mujer boliviana en los conflictos bélicos

La participación de la mujer boliviana en los conflictos bélicos

Desde los inicios de la civilización, la mujer ha sufrido un trato discriminatorio en todos los ámbitos de la vida pública y privada, definida como un ser que no poseía las capacidades suficientes para emitir su opinión referente a los asuntos públicos, ni mucho menos formar parte de la vida política de los países; existía la creencia generalizada de que las mujeres no eran aptas para trabajos intelectuales, solo debían dedicarse a las labores del hogar y por ello se les negaba la oportunidad de acceder a una educación. 

Poco o casi nada se reconoce la participación de la mujer en la historia, existen monumentos, calles, plazas, donde se dice poco o nada de ellas, de su lucha por la libertad a la par de los hombres, del sacrificio de acompañarles a la guerra y sufrir junto con ellos las atrocidades de los combates, aguantando las inclemencias del tiempo, ingeniándoselas para cargar con suministros, comida, ropa, hijos, etc., o haciendo el papel de espías, en fin fueron tantos los papeles que siempre cumplieron dentro la sociedad donde la supremacía del hombre opacó la capacidad de la mujer demostrada en los momentos más trágicos de nuestra historia, perdiéndose un aporte valioso de progreso en la vida cotidiana del país, que la mujer desde siempre podía aportar.

LA MUJER DURANTE LA COLONIA

La actividad de la mujer durante toda la época de la Colonia fue de sumisión, cuya vida estaba trazada por dos sendas: el matrimonio y el convento, siendo así, que las mujeres de todas las clases sociales españolas y criollas eran relegadas a un segundo lugar, subordinadas al hombre consideradas solo para criar hijos y cuidar del hogar, mas no así, las mujeres mestizas e indígenas compartían algunas responsabilidades con los hombres; esas responsabilidades eran en la parte económica, la mujer aportaba para los gastos del hogar, al igual que el varón, ella realizaba algunas actividades comerciales, de servidumbre y en la faena agrícola. Es por eso que durante los levantamientos indígenas que se suscitaron a raíz de los atropellos e injusticias que cometían los españoles, se distinguió el valor de la mujer indígena por la lucha de sus derechos a vivir una vida digna de un ser humano.

Tal es el caso de Bartolina Sisa, Gregoria Apaza y muchas más que la historia no supo registrar.

Bartolina Sisa.

Hija de José Sisa y Josefa Vargas comerciantes de hoja de coca y de los tejidos nativos, se desplazaría por numerosos lugares del altiplano, observando la opresión a que eran sometidos los indígenas de los Andes por el racismo colonial y clerical foráneo. Esta febril actividad permitió a Bartolina Sisa liberarse de la condición de servidumbre y esclavitud a la que fue sometida su nación originaria por los colonialistas, así, Bartolina Sisa fue tomando verdadera conciencia y asumiendo una profunda convicción por redimir a su pueblo de las cadenas de la opresión y luchar por la emancipación definitiva de las comunidades originarias andinas.

Juventud e ideales independentistas

Bartolina Sisa con 25 años se casaría con Julián Apaza, más tarde conocido como Tupac Katari el cual antes de comenzar la guerra había sido sacristán en la parroquia de Ayo Ayo situada a noventa kilómetros de La Paz. Durante esta etapa ambos, tuvieron la ocasión de coincidir con los ideales libertarios del arriero José Gabriel Condorkanqui (Tupac Amaru) y de los hermanos Dámaso y Tomás Katari de Chayanta, con quienes aunaron sus propósitos emancipatorios basados en una sólida convergencia de criterios, tácticas y estrategias de lucha. De este modo decidieron elaborar un plan de acciones debidamente sistematizadas que puso en pie de guerra a más de 150 mil indígenas en toda la región más conflictiva del Perú, La Paz, Oruro y los valles de Chayanta en Bolivia.

La insurrección tupakarista

En el año 1780 todo el altiplano se hallaba convulsionado con la sublevación de Tupac Katari. Bartolina ayudó a su esposo a organizar campamentos en El Alto de La Paz, Chacaltaya, Killikilli, El Calvario, etc, impartió justicia, cuidó de las armas, de la alimentación y también dirigió tropas. Para los españoles dominar la insurrección era cuestión de vida o muerte, si vencían los rebeldes, acababa el poderío de España no solo en las colonias americanas, sino en todo el imperio. Para los indios la sublevación constituía la recuperación de su libertad, territorio y riquezas o su definitiva claudicación ante el poderío de los blancos. Es así que al estallar la insurgencia aymara-quishwa de 1781, su esposo era proclamado Virrey del Inca y ella era proclamada Virreina, pero no porque haya sido la esposa de Tupac Katari, sino por el mérito propio que adornaba su personalidad. El 13 de marzo de 1781 el ejército aymara decide la toma de La Paz, sitiándola, en la Ceja de El Alto se levantó el campamento desde el cual se divisaba la ciudad. A todo esto la ciudad preparaba su defensa, Sebastián de Segurola, brigadier, fue el líder de las milicias. El ejército de los Katari-Sisa que durante el inicio del sitio de la ciudad de La Paz (13 de marzo de 1781) contaba con 20 mil combatientes, en muy pocos días se convirtió en 40 mil y al cabo de 5 meses alcanzaron a 80 mil; con el paso del tiempo comenzaron a faltar los víveres y el agua en la ciudad sitiada, todos los días el ejército katarista avanzaba sobre la ciudad.

El 21 de mayo Tupac Katari, se aleja y el ejército queda bajo la dirección de Bartolina Sisa, su misión es la de cuidar que el cerco a Chuquiago no se rompa, pero los españoles al ver a una mujer en la dirección envían 300 soldados para capturarla. Lejos de pensar en retirarse, Bartolina ordena el ataque que ella dirige y a fuerza de piedras los españoles son derrotados por el ejército andino donde las guerreras aymaras lucharon a la par de los hombres aymaras. Se habían cumplido 109 días del cerco katarista cuando el 10 de julio de 1781, los españoles recibieron refuerzos desde Charcas.