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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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La mujer en la aviación

La mujer en la aviación

La primera aviadora fue la teniente coronela Amalia Villa de la Tapia que “nació en Potosí el 22 de junio de fines del siglo pasado; fueron sus padres Dn. Eduardo Villa Díaz y doña Ernestina de la Tapia. El Sr. Eduardo Villa Díaz era natural de Tarapacá; pasó gran parte de su vida en Bolivia donde formó su hogar. Siempre según el artículo, Villa vivió en Tacna y Lima donde se recibió como maestra de instrucción primaria en 1916. “En 1921 ingresó a la Escuela Civil de Aviación de Bellavista, en la ciudad de Lima, sosteniendo sus estudios con sus propios recursos, dejando entrever su férrea voluntad, su perseverancia en sus ideales, razón por la cual el director de la Escuela de Aviación, Maurice Nott, había dirigido una carta al presidente del Honorable Concejo Municipal de Potosí indicando que Amalia Villa de la Tapia estaba en condiciones de dar su último examen; pero que de acuerdo con los reglamentos debía ser cumplido en un aeroplano de propiedad de la candidata, y que por tanto pedía la cooperación del pueblo potosino. El señor Maurice Nott nunca tuvo respuesta; pese a este inconveniente, el vuelo de examen se llevó a cabo y la señorita Amalia Villa de la Tapia obtuvo su brevet de piloto-aviador el 15 de marzo de 1922, después de exitoso vuelo en un avión Curtis J. N. de 80 HP”; su proeza le valió felicitaciones del presidente Bautista Saavedra, quien reconoció que, con su vuelo, Villa se había convertido en la primera aviadora sudamericana pero ni eso ni el recibimiento de heroína que tuvo en Potosí fueron suficientes para superar los prejuicios de la época. La primera mujer aviadora de Sudamérica no tenía avión y el dinero de la colecta para comprarlo fue desviado por el gobierno. No obstante, Villa jamás se rindió y siguió estudiando. “Viajó a Francia e ingresó en la Escuela de Aviación de la Casa Coudron, cerca de París, en el pueblo de Le Crotoy, y allí obtuvo su segundo brevet de aviadora; es de hacer notar que no recibió la menor ayuda de parte de ninguna institución boliviana”, apunta Villalba de Sanabria.

Amalia Villa de la Tapia se convirtió en una pionera porque fundó un Club de Planeadores en Buenos Aires, el Club de Aeromodelismo Rafael Pabón y la Escuela Militar de Aviación. Atendiendo sus insistentes pedidos, el presidente Bautista Saavedra fundó la Fuerza Aérea Boliviana el 7 de septiembre de 1923. Amalia formó parte de esa fuerza como aviadora brevetada y con el grado de Teniente Coronel.

La mujer en las FFAA 

Se han necesitado muchos años para abordar toda clase de medidas que aumenten la integración social de la mujer, sin embargo todavía se habla de precariedad y de exclusión, pero hay que admitir que se ha producido un cambio y que en el conjunto del fenómeno ha significado un avance.

La muestra más fehaciente es que en las Fuerzas Armadas ya están incorporadas las mujeres en sus filas, porque desde siempre la mujer boliviana, ha participado en las guerras y conflictos sociales, combatiendo contra los enemigos de sus familias y su patria, es así, que el ingreso de mujeres al Ejército, expresa el cambio en una sociedad de mentalidad enraizada en la dominación masculina, por eso el impacto del proceso no es solo para el Ejército sino para la sociedad en general. Porque la mujer boliviana a lo largo de la historia nacional ha participado activamente en los diferentes conflictos bélicos junto con sus esposos e hijos, participando e incluso dirigiendo las contiendas. El haber conseguido entrar a las filas militares y mantenerse en la institución con esfuerzo y trabajo crea en las damas un sentido de superioridad y de distinción en relación a otras mujeres e incluso con otros varones.

Es por eso que por tradición, la mujer boliviana de todos los estratos sociales, estará siempre presente a la par que el hombre cuando la Patria la necesite.

Mujeres del “Destacamento L”



Al retroceder el frente de combate desde Alihuatá, Gondra y Nanawa a las proximidades de Ballivián, quedó acortada la ruta de acceso a las trincheras y se facilitó el aprovisionamiento del Ejército. A ello contribuyó también el mayor número de camiones y la mejor organización del servicio de etapas enriquecido con un año de dura experiencia. El “rancho” del “repete” pudo substanciarse con algo de carne y papa y de tarde en tarde con arroz, cebollas y alguna otra legumbre.

El Comando Superior pensó que había llegado el momento de atender a otras necesidades del combatiente.

En la primera mitad de la campaña, las penurias físicas y la pobrísima alimentación, adormecieron en el deseo sexual. Un día de abril, ante la expectativa de la población de Ballivián, llegó un avión conduciendo a trece prostitutas dirigidas por una celestina. Las esperanzas de la soldadesca quedaron defraudadas los primeros días. Las heteras fueron invitadas a la casa del Jefe del Primer Cuerpo, donde él y sus áulicos se entregaron a una desenfrenada bacanal que duró varias jornadas. Tocó el turno a los oficiales que se encontraban en las trincheras delante de Ballivián y que salieron a visitar a las damiselas en la casa que había sido puesta a su disposición. Finalmente, Ester, Lolita y sus compañeras entregaron sus favores a la tropa del fortín. Cumplida su tarea en el Primer Cuerpo, fueron puestas bajo las órdenes del coronel L y trasladadas a otros sectores. El hecho de que la Sanidad Militar supiese que padecían de enfermedades venéreas, no fue óbice para que el “Destacamento L” continuase su gira hasta terminar, más tarde, en una casa de prostitución en Villamontes. La conductora del grupo, a quien aparte de su volumen físico era conocida como “La Trimotor”, por su capacidad para atender y despachar soldados, de tres en tres, se convirtió en una de las figuras más populares de la campaña.

Mujeres como Madrinas del Chaco.

De todos los oficios, quizá el más noble y sentido es el de madrina de guerra, mujeres de todas las edades toman a su cargo el apoyo de los soldados. No sólo envían vianda y ropa, sino fundamentalmente cartas, alimento indispensable para el solitario guerrero. Cientos, sino miles de mujeres ofician de madrinas, compañeras de abandonados combatientes, quienes intentan sobrevivir solo para leer una nueva carta. Muchos romances nacen al calor de la correspondencia. Es un hecho, solo el amor puede espantar a la muerte.

Mujeres espías.

En 1934, mientras paraguayos y bolivianos luchan a muerte en las candentes arenas chaqueñas, el SSB alista un operativo. De Potosí llega la noticia de la instalación de un Consulado de Paraguay en La Quiaca, Argentina. La posición es estratégica pues el grueso del Ejército boliviano pasa por Villazón, a metros de la frontera. Algo se cocina desde Asunción.

Rosita Aponte trabajaba en el Parlamento antes de ser entrenada por el SSB y destinada a Villazón con un grupo de Inteligencia integrado por otras dos damas Adela Bello, Elvira Llosa y otras, junto con Gastón Velasco y Carlos Ackerman, un experto en cajas fuertes.

La bella cruceña abre una pensión cerca de la legación diplomática guaraní y, con la complicidad de sus dos amigas, conquista a los funcionarios consulares, a quienes invita a un baile. “Todo estaba planificado. Ellas entraron como ciudadanas peruanas”, reseña el escritor.

Esa noche, mientras los paraguayos se divertían, Velasco y Ackerman ingresan al Consulado y sustraen de una caja fuerte documentos que permiten descubrir la red de espías que operaba en suelo boliviano. “Cayeron argentinos, paraguayos, chilenos y hasta bolivianos ligados a ellos”, resume Sánchez.

Los agentes secretos bolivianos lograron descubrir la red de espías paraguayos, argentinos y chilenos que operaba desde La Paz.