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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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La Guerra del Chaco y las deformaciones sociales

La Guerra del Chaco y las deformaciones sociales



Al celebrarse el Primer Centenario de la proclamación de la República el 6 de agosto de 1925, el balance de la historia republicana de Bolivia era totalmente negativo. Frente a un progreso demográfico que duplicó la población nacional desde 1825 y de un indiscutible aumento de la producción minera, la estructura colonial permanecía intacta. El contraste entre las progresistas constituciones escritas y las realidades sociales era desconcertante. Nuestras Constituciones escritas en 1925, como en 1825, eran democráticas y liberales. Sin embargo la realidad social, por no estar en conformidad con ellas, era doblemente deforme. De un lado, en la agricultura se registraba un atraso lamentable, pues no habían sido superadas las formas de producción de la época de la conquista, que eran correlativas a las condiciones de servidumbre feudal de las poblaciones rurales; por el otro, en la minería del estaño subsistían las anomalías que habían caracterizado los tres siglos de explotación colonial de la plata de Potosí. Las grandes empresas productoras de estaño mantenían ese “status” industrial en su provecho, sin otro beneficio para Bolivia que sus exiguos costos nacionales.

Salamanca fue el primer político y sociólogo que se dio cuenta de las deformes realidades de la estructura nacional. Sus escritos insisten en el conflicto permanente entre las “Constituciones libres” escritas e importadas y la sensible realidad del atraso nacional que estabilizaba el despotismo. Fundado en estas observaciones puso el centro de gravedad de su acción política en una nota práctica y positiva: la verdad del sufragio popular, eliminando la violencia y el fraude con que los gobiernos alteraban la voluntad de los ciudadanos.

Defensor ferviente del principio de la soberanía nacional, Salamanca consideró que el problema del Chaco era decisivo para Bolivia. A su juicio, la mutilación territorial del Litoral boliviano sobre el Pacífico obligaba a la nación a buscar los rumbos del Río de la Plata para salir al Atlántico. La causa eficiente de la Guerra del Chaco era fundamentalmente esa, y Salamanca la afronta con más hombría que buena suerte, en un desesperado esfuerzo por defender los recursos naturales yacentes en el territorio disputado. Desde ese punto de vista, la Guerra del Chaco es la guerra de defensa del petróleo. En medio de la adversidad el pueblo de Bolivia conjura el peligro y salva ese recurso natural de la voracidad internacional.

La historia de Bolivia en la década de 1925 a 1935 es en síntesis, la historia de las presiones de los países vecinos por confinarla entre las breñas del macizo andino y los desesperados sacrificios cumplidos por el pueblo, en el curso de una cruenta guerra, para resistir esas tentativas destructoras de la nacionalidad y consolidar la obra de los libertadores.

Vista desde esta perspectiva, la Guerra del Chaco (1932-1935) es el sacudimiento más fuerte y creador que experimenta la sociedad boliviana en los cuatro siglos de su existencia mestiza. Bolivia basada en esa experiencia, trata de liquidar en el curso de las siguientes décadas su propia estructura feudal, principalmente en la agricultura y la minería.

MILITARISMO Y UNA NUEVA ERA DE EMANCIPACIÓN ECONómica

La década de 1935 a 1945 se desenvuelve en medio de las consecuencias inmediatas de la Guerra del Chaco. El Comando Militar se impone sobre la nación y elimina, a partir del 27 de noviembre de 1934, todo concepto institucional. En junio de 1935 se firma el armisticio para la suspensión de hostilidades. La guerra ha terminado sin dejar, felizmente, sedimento de odio entre los beligerantes, ni siquiera en el que llevó la peor parte.

El final de la crisis mundial estimuló fuertemente el proceso de recuperación nacional. Los gobiernos militares promovieron una era desinstitucionalizada de emancipación económica. El primer capítulo de este período es la caducidad de la concesión de un millón de hectáreas de tierras petrolíferas otorgadas a la Standard Oil Co., y la formación de un ente fiscal denominado Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Poco tiempo después fue nacionalizado el Banco Central de Bolivia para eliminar el control que tenían los bancos asociados y los accionistas privados sobre el Instituto Emisor de Moneda. Se intentó, asimismo, la entrega obligatoria del 100 por ciento de las divisas de los exportadores. Para impulsar el crédito especializado se fundaron los bancos Agrícola y Minero.

El 21 de julio de 1938, tres años después de terminada la Guerra del Chaco, se firmó el Tratado de Paz y Amistad con el Paraguay. Se liquidó el problema territorial en favor de ese país y no se alcanzó una salida estable sobre el río homónimo. La delimitación de fronteras fue el resultado de la posición de las fuerzas militares en junio de 1935, y no trasuntó la relación de fuerzas de los exbeligerantes. Sin embargo de esas circunstancias negativas, la guerra no afectó los centros vitales de Bolivia y Paraguay y se desarrolló en tierras casi inexploradas, creó condiciones para la cooperación económica entre los dos países.

En diciembre 20 de 1943 la joven oficialidad del Ejército que concurrió a la guerra en mandos inferiores, sustituyó el tradicional Comando e inició el intento de hacer solidaria la suerte de las Fuerzas Armadas con la del pueblo de Bolivia. Simboliza ese movimiento generoso el Mayor Gualberto Villarroel, que se aproxima a las masas obreras y campesinas.

Ya desde 1942, con el objetivo de buscar el autoabastecimiento de alimentos en Santa Cruz, el Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca, la Corporación Boliviana de Fomento, creada ese año, había puesto las bases de un plan de infraestructura en el que se buscaba la consolidación de los precarios enlaces viales logrados en la emergencia bélica para comunicar las zonas altas del altiplano y los valles, áreas tradicionales de la agricultura con las extensas sabanas situadas en Santa Cruz, Chuquisaca, Tarija, Beni y Pando.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Bolivia había restañado las profundas heridas de la Guerra del Chaco, estableciendo su economía y tratando de consolidar un nuevo orden institucional.