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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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CREEN QUE SE DESGASTÓ EN EL TIEMPO

Del uso de la fuerza al manejo de la pandemia: cómo Áñez baja el telón

Cuatro analistas revisan los 11 meses del Gobierno. Arequipa considera que la Mandataria es “fruto del azar”, mientras que Zegada resalta que ella y su equipo se esforzaron por la economía.
La presidenta Jeanine Áñez.	  Archivo
La presidenta Jeanine Áñez. Archivo
Del uso de la fuerza al manejo de la pandemia: cómo Áñez baja el telón

Lo que debió durar 90 días, con la tarea elemental de convocar a elecciones generales, devino en un mandato de poco más de 11 meses, con el factor imprevisto de una pandemia que desbarató los planes y extendió el Gobierno interino de Jeanine Áñez.

A cinco días para que la Mandataria le entregue el poder al presidente electo de Bolivia, Luis Arce Catacora, las lecturas y balances que rodean la gestión transitoria se van, también, cerrando.

Analistas especializados en materia política nacional como lo son Marcelo Arequipa, Gabriel Villalba y Fernando Salazar coinciden en diferenciar tres elementos fundamentales que, a su entender, bajan la persiana de Áñez como dignataria primeriza y sintetizan sus falencias al frente del Gobierno: el manejo improvisado de la pandemia, una crisis económica teñida por supuestos casos de corrupción, y la utilización de los mecanismos coercitivos del Estado ante los conflictos suscitados.

En contrapeso, la socióloga y politóloga María Teresa Zegada reconoce el esfuerzo de Áñez y su equipo ministerial en estos últimos meses, cuando una de las premisas ha sido mantener la estabilidad de la economía en términos regulares. “Enfrentó una situación de crisis inédita para el mundo, sin recursos. Hay que ponderar el esfuerzo hecho para mantener cierta estabilidad económica”, resume.

“Es un gobierno fallido y prorroguista”, anticipa Salazar, quien considera, además, que la Presidenta ha tocado el fin de su carrera política, tras su paso por el Palacio y las sensaciones que ha dejado ante la población. “Llegó como fruto del azar político”, expresa Arequipa, para completar que su gestión se ha visto aplazada.

Aquí, algunos puntos coincidentes y otros distintos que perfilan los 11 meses de la exsenadora, que tomó el poder el 12 de noviembre de 2019, tras la renuncia de Evo Morales.

ADMINISTRACIÓN DE LA CRISIS SANITARIA Villalba, abogado y analista geopolítico, entiende que la Mandataria trató de extender su gestión con la instrumentalización de la pandemia, causada por el nuevo coronavirus. “Intentó prorrogarse en el poder con el pretexto del coronavirus, al calor de más de 50 casos de corrupción. Cuando alguna marca quiere vender un perfume, da una pequeña muestra. El Gobierno de Áñez ha sido esa muestra de perfume de neoliberalismo, de reducir al Estado a su mínima expresión. La ciudadanía tuvo una probadita de 11 meses. Ella es la fachada, pero otros manejan los hilos del poder. Ella no tiene credibilidad ni fuerza política para optar por un mandato (posterior) por su pésima administración”, refiere Villalba, quien comprende que la Jefa de Estado recurrió a los medios comunicacionales para resaltar la idea de “constitucionalidad” y “legitimidad”, elementos que ha ido perdiendo desde el caso de los ventiladores españoles y las denuncias de presunto sobreprecio en torno a él. “La prensa llegó a denominarla presidenta constitucional de Bolivia. Con esa ayuda mediática, ella tuvo una escalada de legitimidad que se destruyó a partir del caso de los respiradores en pandemia”.

Para Arequipa, la administración de la crisis sanitaria ha sido reprobable desde todos los ángulos. Critica que el proceso haya sido asumido como un “secreto de Estado”. “Administraron la pandemia como si fuera un tema de secreto de Estado. Lo denomino como de securitización de la salud porque nos dijeron que no se tenía que politizar. Lejos de atender el tema de fondo, nos dejaron en incertidumbre”.

Su espacio en la historia está garantizado. Sin embargo, sin notas positivas. “Va a tener su registro. El tema es cuál será la lectura. No veo valoraciones positivas o neutrales, como sí hubo con Eduardo Rodríguez Veltzé (presidente transitorio de Bolivia, de junio de 2005 a enero de 2006)”.

Por su parte, Salazar, docente investigador y experto en Políticas Públicas,  concluye que Áñez enfrentó la crisis sanitaria desde la “improvisación y la corrupción”, con un “alto costo social” como producto. “El resultado es el desgaste de su gobierno, prorrogado e improvisado, y la división del voto, con el potenciamiento del Movimiento Al Socialismo (MAS) y una victoria contundente del 55.1%. Deja una hoja con desilusiones, dolor en la población por la pandemia y una herida profunda de división social”.

La socióloga Zegada reconoce que el Gobierno no contó con “condiciones institucionales ni económicas para enfrentar la crisis sanitaria”. No obstante, en el medio se sucedieron denuncias por presunta corrupción e inestabilidad ministerial. “No estaba preparado, pero hay que añadirle la serie de incongruencias en el seno. Hubo denuncias de corrupción, ministros que renunciaron y tensiones internas que fueron agravando la capacidad de gestionar la situación crítica”.

CRISIS ECONÓMICA Zegada recuerda que el evento pandémico fue inédito para todos los países, por lo que ponerle el pecho “sin recursos” y mantener “cierta estabilidad económica” ha sido un acierto. “Hay que ponderar el esfuerzo que se hizo para mantener cierta estabilidad económica”, sostiene.  

Arequipa considera que Áñez, además de haber sido “producto del azar”, no supo controlar los acontecimientos ni adversidades. “Se aplazó ante la posibilidad de controlar la crisis sanitaria y económica. Sobre todo, su decisión capital de confundir la candidatura con el ejercicio de la presidencia. Esa fue la nota más desagradable de su gestión”. Salazar asevera que existió “un manejo de la economía débil, nada transparente, plagado de denuncias de corrupción”. Al igual que Arequipa, el analista advierte que la Mandataria fue fruto del azar. “Nunca tuvo visión ni propuesta. Es una señora que estaba ahí, no llegó por mérito propio, sino por circunstancias del azar. No estuvo preparada, no tenía personalidad ni compromiso”.

Cree que ello la llevó a rodearse de figuras políticas de la extrema derecha que, en varios casos, tienen problemas con la Justicia. “Tenías a Leopoldo Fernández, Branko Marinkovic y Manfred Reyes Villa, gente que estuvo en la cárcel o debe procesos por denuncias de corrupción. Este es un gobierno fallido”.

USO DE LA FUERZA Al geopolítico Villalba le ha quedado en la retina lo que entiende como discurso coercitivo abusivo utilizado por el Estado, con el propósito de “mantener el orden”. La militarización de las ciudades en determinados momentos, como por ejemplo las elecciones generales, refleja un fenómeno que Áñez usó a fin de “legitimarse”. “Intentó consolidar una falsa hegemonía, ya que no gozaba de legalidad ni legitimidad. Ella trató, a través de la utilización abusiva de aparatos coercitivos y coactivos del Estado, posicionarse como un gobierno legal”.

Recuerda, también, las muertes de Senkata y Sacaba. El punto de inflexión son las masacres, que cursan la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el alto comisionado de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Arequipa coincide en este punto. Observa que el manejo de los conflictos sociales bajo la fuerza ha dañado la gestión, mientras que Salazar resume esa figura en el personaje encarnado por el ministro de Gobierno, Arturo Murillo. “Una presencia dura del uso de la fuerza, al menos, teórica. Policías, militares y un Ministro de Gobierno matón”.

VALORABLE Existen matices. Así lo entienden Villalba, Salazar y Zegada. Y esto aplica en la valoración final del mandato transitorio. El primero destaca la prontitud con la que Áñez reconoció la victoria del MAS a través de las redes sociales y su capacidad para concentrarse en el desarrollo de los comicios del 18 de octubre. Salazar, en cambio, aprecia la “valentía” de la beniana para asumir una tarea dura en un momento de convulsión social. Zegada diferencia tres etapas que hacen a la gestión. En la primera, los rasgos fueron óptimos, con una Mandataria y un equipo que se plantaron al frente con la misión de “pacificar” el país.