Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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El indígena insurrecto que debilitó gobiernos y soñó con otra Bolivia

Felipe Quispe, el Mallku, hizo de la comandancia de guerra uno de sus pilares. ARCHIVO
El Mallku hizo de la comandancia de guerra uno de sus pilares. Fue apresado, se levantó contra Goni y Áñez, y en 2015 perdió a su hijo Ayar
El indígena insurrecto que debilitó gobiernos y soñó con otra Bolivia

“Murillo, si compraste gases para seis meses, nosotros tenemos piedras, y no se compran”. Era agosto de 2020, y la invitación abierta al desafío estaba echada. Entonces, el Mallku volvía a su lucha, regresaba a las calles comandando grupos movilizados desde el occidente del país para oponerse al gobierno de Jeanine Áñez y exigir la concreción de las elecciones nacionales ante las reiteradas postergaciones con el justificativo de la pandemia de por medio.

El líder indígena Felipe Quispe reaparecía en la escena de la insurrección, ya con 78 años, para retar a las autoridades interinas y dirigirse expresamente al entonces ministro Arturo Murillo, quien previamente había advertido que su gobierno contaba con gases lacrimógenos “para darles durante seis meses si alguien quería hacerse al vivo”.

El Mallku, el cóndor aimara, de pronto se había sumado a las protestas lideradas por la Central Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad, causando sorpresa. Después de 17 años, el hombre que fue elemental en el combate organizado de indígenas y Ponchos Rojos en 2003 contra el mandato de Gonzalo Sánchez de Lozada (a quien consiguió derrocar) en la llamada Guerra del gas, reactivó el protagonismo. 

Casi seis meses después, el sindicalista, catedrático universitario, detractor del neoliberalismo y crítico de Evo Morales se ha marchado el martes pasado, producto de un paro cardíaco que le arrebató el deseo de convertirse en gobernador de La Paz y hacer realidad el “autogobierno indianista”.

Seguidores de su discurso y su acción, personajes políticos que reprobaron su radicalismo; historiadores, candidatos y personas sin perfil mediático. La muerte del líder que eligió la lucha armada para reivindicar los derechos de quechuas y aimaras, y rechazó a los “k’aras” (blancos pelados, sin tierra) sentó conmoción nacional.

El analista geopolítico Gabriel Villalba lo recuerda como a un transformador de la historia. “Siempre se caracterizó por ser un comandante de guerra. Lideró los pueblos indígenas desde el EGTK (Ejército Guerrillero Túpac Katari) pasando por la insurrección en contra de Gonzalo Sánchez de Lozada. También fue un comandante de guerra contra el gobierno de Jeanine Áñez. Lideró las rebeliones indígenas más emblemáticas del occidente del país, particularmente de La Paz, para recuperar la democracia y poner en alto la vertiente indianista e indigenista que reclamaba un autogobierno indio. Felipe Quispe es uno de los constructores de la nueva Bolivia, de la que hoy todos disfrutamos”.

Villalba lo describe como a un hombre de convicción. “El Mallku estará presente en los estudios de las grandes subversiones indígenas del occidente. Es emblemático el discurso frente a esa mesa de conciliación que se dio en 2003, cuando dijo: ‘no me voy a arrodillar frente a los que masacraron a mis hermanos y los que se bañaron de sangre con la sangre de ellos”, y también aquel en el que, durante una entrevista con Amalia Pando, expresó que realizaba todo ello para que su hija no fuera empleada”.

La historiadora Sayuri Loza, hija de la recordada exdiputada Remedios Loza, fue quien estuvo cerca del Mallku al calor de los conflictos de 2020, cuando el nacido en Achacachi organizó a sus bases y les compartió discursos para resistir. Sayuri se siente honrada de haber traducido su mensaje. Para ella, Quispe nunca contó con el espacio de poder que merecía. “Nunca se vendió. Su visión era la utopía. Lo más importante que él dijo fue: ‘si en China hay presidentes chinos y en Estados Unidos el presidente es gringo, ¿por qué en Bolivia no podemos tener un mandatario que sea indígena, que sea aimara o quechua’?. Hablaba de la importancia del conocimiento.  Tengo fe, decía él, en que los nuevos profesionales podrán armar una nueva Bolivia”.

“A Evito le está cuidando una junta de médicos. El Mallku murió en su casa. Ahí se ve quién es pueblo. Y el Tuto (Jorge Quiroga), qué va a tener pena de la muerte de Quispe, si cuando era presidente lo han perseguido, no lo dejaron en paz. Para mí fue un honor traducir su último discurso”.

Fundador del EGTK en 1986, cuando compartió la lucha inicial con aimaras y quechuas, sindicalistas y marxistas (García Linera fue parte), el líder del katarismo se mantuvo fuera de Bolivia al calor del poder militar. Entonces aprovechó para formarse como guerrillero en El Salvador y Guatemala. 

Aunque luchó con Morales para derrocar a gobiernos neoliberales, se separó del exmandatario y se volvió un crítico acérrimo del masismo. En 2015, Quispe perdió a su hijo Ayar, hallado muerto, con golpes en la cabeza y abrazado a sus libros indianistas.

Ya en 2021, el Mallku quiso ser gobernador de La Paz. Buscó siglas que lo acompañaran y encontró en Jallalla y en Eva Copa a sus compañeros de alianza. No logró su deseo de gobernar. La muerte se apresuró.