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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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EL AUTOR QUISO DESPISTAR PONIENDO UN GATO MUERTO EN LA ESCENA DEL CRIMEN

Verdugo en casa: mató a su yerno con un combo y lo enterró bajo una cama

Pedro Castañera Huanca (d), asesino confeso de su yerno Ramiro Ramos, en su audiencia de medidas cautelares, el 13 de diciembre.             AGENCIA JUDICIAL DE NOTICIAS
Pedro Castañera Huanca (d), asesino confeso de su yerno Ramiro Ramos, en su audiencia de medidas cautelares, el 13 de diciembre. AGENCIA JUDICIAL DE NOTICIAS
Verdugo en casa: mató a su yerno con un combo y lo enterró bajo una cama

Unos mensajes, un gato muerto, un olor fétido y la tierra removida debajo de una cama fueron las claves del asesinato de Ramiro Ramos Roca, de 35 años, quien se ganaba la vida como carretillero en el mercado Los Pozos de Santa Cruz, Bolivia.

Sus hermanos no solo pidieron ayuda en redes sociales para ubicarlo, sino que pegaron carteles con su fotografía en puntos concurridos y visitaron distintos medios de comunicación. Ramiro fue visto por última vez el 1 de diciembre. Su familia presumía que salió de su domicilio ubicado en la zona Palma Verde del barrio Bicentenario con rumbo desconocido, pero él siempre estuvo ahí. Lo hallaron a los 10 días bajo tierra y en su propia casa; su suegro Pedro Castañera Huanca había acabado con su vida.

Ramiro y Beatriz, padres de seis menores de edad, llevaban juntos unos 14 años. Ella también trabajaba en el mercado Los Pozos vendiendo verduras. Sus problemas de pareja comenzaron hace unos cinco o seis meses y estaban decididos a divorciarse. Ella lo acusaba de infiel y él empezó a consumir alcohol.

Después del 1 de diciembre, nadie había visto a Ramiro. Beatriz llamó a una de sus cuñadas para decirle que su hermano no había llegado a su casa y que seguramente estaba bebiendo con amigos. Al día siguiente, las dos mujeres se encontraron en Los Pozos. Beatriz continuó diciendo que el padre de sus hijos era un alcohólico y que incluso estaba usando drogas y eso molestó a la hermana de la víctima, quien prefirió dar por terminada la conversación.

Beatriz insistió con su versión. A los cinco días de la desaparición, la mujer dijo que Ramiro le había dicho antes que pensaba irse con otra mujer y que presumía que eso había hecho. La hermana conversó con la supuesta amante de su hermano, quien negó todo y aseguró que desconocía el paradero del buscado.

La esposa de su hermano también le comentó que Ramiro antes de salir de la casa habría golpeado y correteado con un cuchillo a su suegro. La familia dudó de su versión y decidió enfocarse en buscar al hermano desaparecido.

La fosa donde hallaron el cuerpo de Ramiro Ramos Roca debajo de una cama ubicada en el cuarto de su cuñado.                      FACEBOOK LAS VÍCTIMAS HABLAN

PISTAS DEL CRIMEN Una de las hermanas de Ramiro recibió unos mensajes donde le hacían conocer que la esposa de su hermano tenía un amante, con quien pretendía escaparse dejando a sus hijos con los abuelos. Esos chats hicieron que los hermanos comenzarán a sospechar de la esposa de Ramiro y su familia. 

Los hermanos Ramos Roca se reunieron para conversar de todo lo que estaba pasando considerando que no tenían ninguna pista del paradero de Ramiro. Una de ellas sugirió visitar la casa del desaparecido solo para verificar que no haya “nada extraño”.

Dos miembros de la familia llegaron primero a la casa de Ramiro. De inmediato, sintieron el fétido olor que emanaba de la habitación que ocupaba el cuñado de la víctima. El hermano del desaparecido se asomó por la ventana, vio que había un gato muerto y presumió que a eso se debía el nauseabundo olor. Decidió ingresar a la habitación para sacar al animal y, cuando lo hacía, se percató que había tierra removida debajo de la cama.

Una sola cosa pasó por su mente; sospechaba que su hermano podía estar enterrado en ese espacio. Llamó a la Policía, pero los efectivos le dijeron que no podían tocar nada si no llegaba antes personal de Homicidios, forense, entre otros miembros del equipo multidisciplinario que se desplaza en estos casos. También le dijo que dudaba de su sospecha y que seguramente el olor se debía al estado del cadáver del animal. 

El hermano de Ramiro comenzó a excavar y, después de un tiempo, dejó de hacerlo porque no encontró nada. Al ver esa escena, el policía le dijo: “no hay nada, solo son ustedes”. El familiar, que estaba dándose por vencido, ingresó nuevamente a la habitación y siguió cavando hasta que vio parte del cuerpo. Salió desesperado y permaneció en shock. Eso ocurrió al promediar las 16:00, del viernes 10 de diciembre, y cerca de las 21:00 se realizó el levantamiento legal del cadáver.

“Tenía cortes profundos en los brazos, vientre y cuello. Al parecer intentaron desmembrar a mi hermano”, señaló uno de los hermanos de Ramiro. 

LA CÁRCEL Tras el hallazgo del cadáver del desaparecido, la Policía arrestó a Beatriz y tres familiares suyos. Hasta ese momento, no había sido detenido Pedro Castañera. Los dolientes presumen que el suegro de la víctima, de la tercera edad, se declaró único autor del crimen para ‘salvar’ a su familia de la cárcel.

Su declaración permitió liberar a sus familiares. Los denunciantes están convencidos de que al menos Beatriz y su hermano están implicados en el asesinato. Dieron a conocer que antes de que el cuerpo de Ramiro fuera encontrado, ella fue a buscar arena de una propiedad próxima indicando que estaban haciendo trabajos en la casa en construcción, donde ocurrieron los hechos, pero presumen que ese material fue utilizado para enterrar a la víctima.

De momento, para la Fiscalía el único autor del asesinato de Ramos Roca es Castañera Huanca. “Objetivamente tenemos a él (suegro) como actor principal. De acuerdo a los elementos que han sido recabados, esa es la información”, dijo el fiscal asignado al caso Wilson Ortiz, en entrevista con Unitel. 

Un fierro, un combo y dos palas fueron colectados en la escena del crimen. Esos elementos de prueba fueron presentados en la audiencia. 

¿QUÉ DIJO EL ASESINO CONFESO? Pedro Castañera vivía en la casa de su yerno y su hija. El ahora sentenciado declaró que el 1 de diciembre, día en el que desapareció Ramiro, llegó al domicilio cerca de las 16:40. Dijo que se vio sorprendido al ver la puerta deschapada y se percató que faltaban dos garrafas, dos televisores, dos combos, un taladro, una amoladora, entre otras pertenencias.

Castañera habría ido a la habitación de su yerno para pedirle explicaciones, pero él le dijo que no vio nada y que no tenía por qué cuidar sus cosas. Según el sentenciado, Ramiro le dio una patada y él respondió con otra que le llegó en los testículos, quien habría caído de espaldas golpeándose en la cabeza.

Castañera señaló que Ramiro despertó y llegó a su cama tambaleándose. Le exigió a su suegro que salga de su habitación porque si no lo hacía iba a matarlo, pero antes le habría dado otra patada cerca de la cintura. Pedro salió del cuarto y agarró un cincel de fierro, de unos 40 centímetros, con el que lo golpeó en la frente. “Pese al golpe continuó discutiendo conmigo por lo que le di otro más en la cabeza. Salí de ahí dejándolo casi inconsciente. Ya no hablaba y solo balbuceaba”, dice en su declaración.

Señaló que vigiló que no haya nadie observándolo e ingresó a su cuarto para sacar un combo pequeño con el que golpeó a la víctima en su nuca y terminó con su vida. Luego, arrastró el cuerpo hasta el cuarto de uno de sus hijos y volvió a salir para ver dónde podía enterrarlo. Quiso hacerlo en la ducha, pero el piso de cemento no iba a permitírselo.

Decidió cavar un hueco, de unos 70 centímetros de profundidad, en el patio. Realizó cortes en el cuerpo de la víctima, lo metió en esa fosa y lo cubrió con tierra. Castañera dijo que el 6 de diciembre desenterró el cadáver y buscó otro sitio porque sabía de las sospechas de la familia de la víctima. Cavó un hueco en el cuarto de su hijo y volvió a enterrarlo. Cubrió ese espacio poniendo una cama que evite que sea vea la tierra removida. Además, metió a esa habitación un gato muerto para despistar y hacer creer que el fétido olor se debía al cadáver del animal y, de esa manera, ocultar el crimen.

“Nadie me ayudó, lo hice solo”, aseguró Castañera, ante el Ministerio Público. 

La familia doliente duda de esa versión. Dicen que Ramiro era joven y robusto y su suegro solo no hubiese podido acabar con su vida. Presumen que el autor,junto con su familia, pretendía quedarse con el inmueble de la víctima.

Al respecto, el fiscal Wilson Ortiz manifestó que el caso no ha sido cerrado y continuarán las investigaciones. Si hallan nuevos elementos que hagan presumir o confirmen la participación de otras personas en el crimen asumirán las acciones correspondientes.

El 13 de diciembre, la jueza cautelar Patricia Aidé Murillo Flores condenó a Pedro Castañera, asesino confeso de su yerno, a 30 años de presidio, sin derecho a indulto, en Palmasola. El hombre se declaró culpable, se sometió a juicio abreviado y escuchó su sentencia tras dos horas de audiencia.

DOS ASESINATOS EN MENOS DE UNA SEMANA Benito A., de 72 años, fue asesinado el lunes 13 de diciembre por su inquilino José Luis Cuellar Malale en la urbanización El Recreo de Santa Cruz. Admitió su culpa, se sometió a procedimiento abreviado y fue condenado a 30 años de cárcel en Palmasola.

Cuellar atacó a Benito con el mango de un hacha hasta quitarle la vida.

La Policía aprehendió el martes al sindicado, quien estaba escondiéndose en la casa de un familiar. Quiso justificar el crimen indicando que la víctima "no quería vivir y no quería sufrir" y, por ello, habría acabado con la vida de Benito A. Una vecina relató que escucharon la discusión del dueño de casa con el inquilino, quien se negaba a pagar los siete meses que debía por concepto de alquiler. Se conoció que José Luis vivió en la casa de la víctima al menos unos dos años.

Tras el crimen, el hombre se puso su mochila y se montó en una bicicleta, pero los efectivos policiales lo capturaron el martes. Prestó su declaración informativa y admitió ser el autor del asesinato. Los vecinos dijeron que el asesino era una persona reservada, violenta y solitaria.

Benito estaba planificando pasar la Noche Buena con sus hijos y hermanos. El hombre, que trabajaba como naturista y se ayudaba con ingresos por concepto de alquiler, ya había llamado a sus familiares para invitarlos a cenar el 24 de diciembre. 

Se trata del segundo hecho que consternó a los cruceños en menos de una semana. El lunes, Castañera, autor confeso del asesinato de su yerno Ramiro Ramos, recibió la pena máxima.

OTRA VÍCTIMA BAJO TIERRA El patio de su casa se convirtió en su tumba. La noche del 23 de junio de este año, un grupo de investigadores ingresó a la vivienda de Florencio Cadima Ponce, un exmilitar de 78 años que estaba desaparecido desde mayo de 2020, ubicada en la urbanización Toborochi, al sur de la ciudad de Santa Cruz. Su propósito era encontrar al hombre perdido y, en esa tarea, descubrieron sus restos óseos enterrados, a unos dos metros de profundidad, en el patio de su domicilio, inmueble que fue objeto de pleito de herencia.

Según las indagaciones policiales, la propiedad del exmilitar estaba en litigio y él temía que lo desalojen. Por eso, llamó a su hija Irma C.O., que vivía en Cochabamba, para que lo acompañara y evitar ese extremo. Ella se trasladó a Santa Cruz con su esposo y sus dos hijos, pero su convivencia se convirtió en un "infierno".

La herencia, el rencor y un plan atroz rodean el crimen. Su exesposa Irma O., su hija Irma C.O. y el esposo de ella Henry A.T. son los presuntos autores de la muerte, y fueron enviados preventivamente al penal de Palmasola por los delitos de asesinato y parricidio, respectivamente. También están implicados dos de sus nietos adolescentes, pero su posible participación aún está en investigación.

Los responsables quisieron "ocultar el crimen". Florencio falleció por un golpe contundente en la cabeza hace más de un año. Sus familiares lo cubrieron con una sábana blanca y lo enterraron para evitar la prisión. Se presume que lo mataron para quedarse con el inmueble, de acuerdo con las indagaciones.

Una de las hijas de la víctima, que radica en Londres, preguntaba constantemente por su padre, pero su hermana (que está siendo investigada) le decía que reportó la desaparición y que la Policía estaba haciendo su trabajo, y que solo les quedaba esperar.

Florencio y su esposa Irma O. tuvieron nueve hijos. Estaban viviendo en la misma casa, pero en habitaciones separadas cuando ocurrió el hecho. La adulta, de 80 años, declaró ante la jueza que es la "única culpable" y pidió que sus familiares sean liberados. Dijo que golpeó en la cabeza a Florencio, cuando él estaba de espaldas, con una barreta de fierro y luego tomó un arma blanca y acabó con la vida del padre de sus hijos. Acotó que ordenó a sus nietos cavar una fosa para enterrar el cuerpo, mientras su hija lloraba en su habitación. "Lo envolvimos en una sábana blanca con vista al cielo y lo enterramos. Después, limpiamos toda la casa, especialmente su cuarto".

"Yo lo asesiné sola. Nada que ver mi familia, ósea todo tiene que recaer sobre mí. Dejen a mi familia, he sido yo", sostuvo. Los investigados se contradijeron en sus declaraciones y el caso continúa en proceso de investigación.