Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 23:46

Trabajo sexual, la “esclavitud moderna” de algunas mujeres

Protesta de trabajadoras sexuales exigiendo una ley de regularización.           NOÉ PORTUGAL
Protesta de trabajadoras sexuales exigiendo una ley de regularización. NOÉ PORTUGAL
Trabajo sexual, la “esclavitud moderna” de algunas mujeres

El dinero, el tiempo y la novedad son los tres factores principales que convierten al trabajo sexual en la “esclavitud moderna” a la que muchas mujeres, bolivianas y extranjeras, se ven sometidas, sobre todo a causa de la crisis económica en sus hogares.

Así lo denuncia la coordinadora del Movimiento Trans Feminista, Chantal Cuéllar, al puntualizar numerosos abusos que sufren las trabajadoras sexuales al interior de los locales nocturnos que albergan este servicio. “La esclavitud moderna, en la que las mujeres están cronometradas en todo sentido”.

“Cuando las compañeras hacen pieza y se está por cumplir, no importa las condiciones en las que se encuentren al interior de las habitaciones. Igual tiene que salir a notificar que el cliente actual pagará por otra o requerirá más tiempo”, indica.

Asegura que las pocas ganancias que las trabajadoras sexuales obtienen al interior de los locales se ven diezmadas, pues además de pagar cierto porcentaje por el uso del centro nocturno y sus habitaciones, se ven obligadas a comprar todos los elementos que necesitarán para “hacer pieza” del almacén de los mismos propietarios. Esto incluye preservativos, papel higiénico, lubricantes y agua, entre otros elementos necesarios. Los precios que sostienen sobre estos productos son elevados en comparación al precio comercial que tienen en tiendas y farmacias.

Las trabajadoras que acuden portando sus propios preservativos, papel higiénico o lubricantes, son echadas de estos lugares. La sanción por incumplir con estas “compras reglamentarias” es la expulsión permanente.

 Cuéllar denuncia que, en varias ocasiones, se dispuso a acompañar los distintos operativos, sobre todo para verificar el cumplimiento de las normas de sanidad al interior de estos locales. Fue en esos momentos en los cuales logró identificar muchas irregularidades, pero sin posibilidad a denunciar.

“Es indignante el nivel de corrupción en el que vivimos. Justo cuando vamos con los operativos, resulta que los sistemas de las cámaras de vigilancia son desconectados y no podemos ver nada. Además, cuando hay abusos, lastimosamente son las mismas víctimas las que tienen que denunciar, pero no lo hacen por temor y por la necesidad de seguir trabajando en estos sitios, que al final resultan ser más seguros para ellas”, señala.

Agrega que las trabajadoras tienen un cupo de “piezas” que cumplir por noche. Cuando las mismas no logran llegar al número reglamentario, deben hacerlo la noche siguiente. Es en este punto que varias se ven en la obligación de rebajar sus precios, solo con el fin de no acumular las piezas para las jornadas posteriores.

LABORATORIOS Cuéllar lamenta que en el periodo de recuperación de la pandemia de la COVID-19, posterior a las cuarentenas rígidas, el CDVIR aún no prestaba sus servicios, por lo que se vieron en la obligación de recurrir a laboratorios privados para realizarse las pruebas COVID sí como los exámenes de enfermedades de transmisión sexual y otras dolencias, Esto con el fin de poder retornar a su trabajo.

“Estos laboratorios eran sumamente caros. Hasta para eso hubo abusos”, indica.

La representante de las Mujeres Trabajadoras Sexuales Independientes (MTS), Eva Flores, solicita a las autoridades en salud que los recorridos en los centros de salud se realicen más seguido y traten de educar mejo a las trabajadoras sexuales más jóvenes. 

“Yo diría que el aumento del trabajo sexual en algún punto llegó incluso a triplicarse. Muchas estudiantes jovencitas o trabajadoras del hogar han migrado, al no poder estudiar, al no poder seguir trabajando en otras cosas. Pero estas jovencitas no saben siquiera utilizar bien el preservativo y no tiene exámenes médicos”.