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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Muertes en las cárceles, entre la pena y la indiferencia

Muertes en las cárceles, entre la pena y la indiferencia

“Ingresar a la cárcel, ya sea por un delito menor o grave, creo que te marca de por vida. No solo en lo personal sino también dentro del círculo de personas que te rodean y que se enteraron que estuviste dentro”, relata José O., médico que permaneció casi seis meses bajo detención preventiva en la cárcel de San Antonio, por una falsa acusación.

José relata que antes de estar encerrado jamás le causó aflicción la gestión en salud en las cárceles y tampoco anoticiarse sobre la muerte de un reo. Pero tras su experiencia, todo es distinto y siente mayor empatía por los privados de libertad.

“Es fácil juzgar e incluso pensar que no merecen acceder a derechos básicos como la salud e higiene, pero solo estando ahí dentro, las numerosas historias te llenan de tristeza. Hay muchos presos enfermos resignados a no recibir atención adecuada, y otros que cuando pelean creo que buscan la muerte, resignados a que su vida terminará en la cárcel en cualquier momento”, indica.

INDIFERENCIA E INDIGNACIÓN A menudo, en redes sociales se pueden observar comentarios que muestran indiferencia e incluso una especie de regocijo, cuando se difunde la noticia sobre la muerte de un reo al interior del penal, sin importar la causa. Por otro lado, existen personas que mantienen presente que los internos de los penales también tienen derechos, entre ellos el acceso a la salud, la rápida atención médica y a la justicia.

El informe de la Defensoría del Pueblo, “Volcar la mirada a las cárceles”, indica que la retardación de justicia es la principal causa de sobrepoblación en los penales que, según la psicóloga Marcia Garamendi, incrementa el grado de violencia en las discusiones y la formación de grupos de poder al interior, mismos que muchas veces operan incluyendo a algunos policías en sus filas.

“En diversos escenarios sociales, se evidenció que la sobrepoblación causa serios conflictos, y las cárceles no son la excepción, sobre todo al tratarse de un espacio tan reducido donde deben convivir cientos de reclusos”, explica Garamendi.

CASOS RELEVANTES En noviembre de 2020, una explosión en la cárcel de Mocoví en Beni dejó el saldo de dos personas muertas y más de 26 heridos, que en ese entonces el Gobierno interino atribuyó a reos de la organización criminal brasileña Primer Comando de la Capital (PCC).

El exministro de Gobierno Arturo Murillo informó que el evento fue iniciado por la explosión de una "granada de guerra".

Las autoridades iniciaron investigaciones para determinar si la granada pudo ser enviada desde la cárcel de El Abra en la ciudad de Cochabamba u otras formas por las que pudo ser ingresada al reclusorio.

“Una investigación rápida” atribuyó la explosión a presos brasileños del PCC, de “alta peligrosidad” y que tratan “de mostrar su poder” en cárceles bolivianas, por lo que se ordenó su aislamiento y se iniciaron los análisis para encontrar la forma de entregarlos a su país, dijo Murillo. “Les vamos a demostrar el poder de la Policía Boliviana”, aseveró.

La Policía Boliviana, en ese entonces desarrolló operativos para reforzar la seguridad en cárceles del país, con el despliegue de cientos de policías.

REQUISA EN PALMASOLA En marzo de 2018, un enfrentamiento entre presos y policías durante una requisa dejó seis reclusos muertos y una veintena de heridos en el penal de Palmasola de la ciudad de Santa Cruz.

"Tenemos contabilizadas seis personas que han perdido la vida en este operativo, que han resistido a la policía con armas de fuego", dijo el entonces viceministro de Régimen Interior, José Luis Quiroga.

Unos 2.300 policías ingresaron a la cárcel de Palmasola, donde había unos 4.000 reclusos, una semana después de que estallara un motín tras la decisión gubernamental de prohibir la visita de niños menores de 6 años a sus familiares presos.

Quiroga explicó que el motín tuvo como trasfondo una pugna de poder entre los internos, además de que "había un completo desgobierno de Palmasola", pese a que el ingreso de personas y productos está en manos policiales.

Cuando comenzaron a ingresar los uniformados para la requisa, en busca de drogas y armas, algunos presos hicieron "uso de armas de fuego" hiriendo a tres oficiales, por lo que los agentes reaccionaron disparando.

Aseguró que el propósito de la requisa era retomar el control de la cárcel, "pues se ha podido identificar que desde el recinto se estaban" planificando delitos a ser perpetrados en la ciudad.

La cárcel de Palmasola fue escenario, en 2013, del más grave enfrentamiento entre presos registrado en Bolivia, que dejó 35 muertos. Muchos dicen que el penal se asemeja a una ciudadela donde algunos reclusos ejercen el control interno, bajo escasa supervisión estatal.

Según relata José, presenció muchas peleas de internos en las cuales los agresores parecían haber sido contratados, "quizá por personas de afuera que buscaban venganzas, porque los atacantes aparecían armados con navajas y otro tipo de elementos. Sabía que manejaban armas, aunque nunca vi ninguna. Creo que yo me salvaba de las agresiones por ser doctor, mas bien auxiliaba a todos los heridos y pude hacer varios amigos".

Las prisiones en Bolivia padecen en muchos casos problemas de hacinamiento, con episodios violentos en algunas de ellas. Un informe parlamentario reveló en 2019 que las cárceles bolivianas tenían unos 19.000 reos, un 330% por encima de su capacidad para unos 5.800 reclusos, la mayoría presos preventivos en espera de condena.