Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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A 5 AÑOS, NINÓN RECUERDA EL CASO

El asesinato de Dayana, la trans que creyó en la bondad y acabó ultimada

Dayana Kenia Zárate Bustamante, la muchacha trans asesinada en 2016.    ARCHIVO
Dayana Kenia Zárate Bustamante, la muchacha trans asesinada en 2016. ARCHIVO
El asesinato de Dayana, la trans que creyó en la bondad y acabó ultimada

Dayana Kenia Zárate Bustamante tenía 24 años, era emprendedora, activa y soñadora. Quería tanto a su familia que nunca olvidaba estar pendiente de sus cuatro hermanos y sus padres, José y María Angélica. Siempre dejaba escuchar su voz a través de algún aparato electrónico que facilitara la tarea.

Nacida en La Paz, su esencia trabajadora la había llevado a buscar nuevos horizontes en la tierra del oriente, Santa Cruz, donde el calor húmedo baña los sueños de los migrantes del interior que deciden apostar por establecerse en sus dominios. Pero un día, más precisamente el 1 de abril de 2016, Dayana encontró la muerte de la manera más triste: fue hallada en el baño maniatada y degollada por quien entonces era su novio, un potosino llamado Álex Villca que ella había conocido un mes atrás, luego de haberlo contratado para trabajar en su discoteca Sensacional.

Pasaron cinco años del desenlace trágico de su vida y menos de cuatro de que su caso hiciera historia, pues el 24 de noviembre de 2017, un tribunal de justicia condenó a 30 años de presidio al asesino, sin darle posibilidad de indulto. Se trató del primer crimen de una mujer transexual que recibió ese tiempo de prisión.

Dayana Kenia había arribado a Santa Cruz en 2013. De familia con recursos económicos escasos, su ilusión era asentarse fuera para vivir un presente mejor y poder enviarles dinero a sus papás. Lo consiguió a pulso de esfuerzo. Fue entonces que logró montar una pequeña rockola situada en el barrio 1 de mayo, específicamente en la calle 16 de julio, desde donde ella ya se asumía como una emprendedora.

Era muy querida en el barrio. Cuando ella pasaba por la acera, los vecinos solían regalarle una sonrisa. Dayana respondía con otra e incluso destinaba algunos minutos para intercambiar opiniones o simplemente risas.

LA AMISTAD DE NINÓN Su condición de joven trans la llevó a vincularse con sus pares. En el oriente, ella se animaba a vestir prendas femeninas, a ser mujer. En el occidente, sus padres desconocían de su nueva elección, aquella que ocultó hasta el fin. No sabían que José María era, entonces, Dayana. Se enterarían de su identidad cuando ya la muchacha había sido asesinada.

Establecida en 2016 en suelo cruceño, la joven conoció a Víctor Hugo Vidangos, un activista por los derechos humanos, abogado y estilista con el que comenzaría una relación de amistad muy fuerte, al punto de que él defendería el caso de su asesinato y acompañaría a sus padres en la lucha por hacer justicia. En el ambiente social, lo llaman cariñosamente Ninón.

Después de cinco años, el jurista rememora a Dayana, entre la alegría y el dolor. “Recordar estas cosas me emociona (lágrimas), me decepciona porque ha sido una batalla dura. Le recuerdo con cariño porque le pusimos alma, corazón y vida. Feliz, porque fue el único caso en el que se llegó a sentencia. Triste, porque no pasa nada, las siguen matando. Con Dayana fuimos muy buenos amigos porque ella era trans migrante. Yo también lo soy. Era una persona emprendedora que vino con su maleta de ropa y todo lo consiguió acá. Quería hacerse la reasignación genital. Primero, tenía apariencia más homosexual, pero luego se fue transformando porque no se sentía a gusto”, describe Vidangos, al suplemento Escena del Crimen.

A Ninón le duele volver a su memoria la idea de que Dayana confió en quien, a la postre, sería su asesino. La muchacha había logrado reunir 5 mil dólares producto de un pasanaku. Álex, a quien ella había contratado para que trabajara en su rockola y luego se había convertido en su enamorado, sabía de la existencia de ese dinero.

El asesino, un tiempo antes del suceso, le había presentado a Dayana a una supuesta hermana de nombre Graciela, quien fue bien recibida por la joven paceña. Sin embargo, las investigaciones dieron cuenta de que no había parentesco y que, más bien, se trataba de su pareja. “Fue él quien le robó en compañía de su corteja. Lo más lamentable es que juegan con nuestros sentimientos. A veces sabemos que nos están mintiendo y utilizando, pero por amor y por no sentirnos solos o solas, aguantamos ese calvario. Dayana creía que era su hermana. Decía: ‘ay, me estoy acercando a su familia, ha venido su hermana, va a trabajar conmigo’ ¡La trataba tan bien!”

Ninón es pieza clave en la historia, pues fue él quien se hizo cargo de defender la memoria de la joven asesinada. Una vez que la muerte de Dayana Kenia fue comunicada  a sus padres, él los acompañó en el caso, del mismo modo que colectivos como Mujeres Creando, la Defensoría del Pueblo cruceña y otras entidades. 

Vidangos relata que, inicialmente, tipificaron la causa como homicidio, lo que desató la molestia. “Fue un peregrinaje. Un año y siete meses tardó todo el proceso”, dice, sobre el caso que después fue considerado como un asesinato.

LA LUCHA DE DOS PADRES José y María Angélica supieron que José María era Dayana cuando ya la muchacha había muerto. Descolocados, al principio, fueron entendiendo la situación y se apropiaron de tal modo de la lucha por la memoria de la víctima que lideraron la búsqueda de justicia. No tenían dinero, pero lograban asistir a todas las audiencias. Hubo 28 suspensiones de audiencias en el proceso. Nunca faltaron a ninguna, en Santa Cruz.

De hecho, para concurrir a una de ellas, María Angélica tuvo que montarse a un camión e intentar llegar así al oriente, pues un bloqueo impedía el paso.

Según Ninón, José era el padrastro de Dayana, pero ello no significó que su amor paternal fuera distinto. De oficio carpintero, José embanderó la causa hasta volverse activista por los derechos humanos, del mismo modo que su esposa.

Querían cansarlos. José, en una entrevista de 2018, confesó que se sintieron maltratados en Santa Cruz. “Por lo que Dayana era transexual, tal vez, la Policía y Fiscalía nos trataron malísimo. Parecía que tenían asco de nosotros. Hemos sufrido una injusticia terrible en Santa Cruz. Si pedía hablar con el fiscal, me botaban a un lado. Querían cansarnos. Ha sido doloroso para nosotros”.

HOMENAJE AL CIELO María Angélica se volvió activista. En la misma nota de 2018, hecha por Movimiento Maricas Bolivia, relató que el 1 de julio de 2018, justo el día en que Dayana cumpliría 26 años, le dieron un regalo: pusieron una nueva lápida con sus nombres y apellidos femeninos, los mismos que ella había elegido en vida. Lo lograron con la ayuda del activista David Aruquipa. Ese momento los llenó de calma, según María Angélica. “Ahora está como ella deseaba ser y como ella era. No tengo por qué avergonzarme de mi hija. Desde el instante en que le pusimos su nombre me he sentido más feliz. Les ruego, mamás, no se avergüencen de sus hijas e hijos. Un día llevé ese calvario, esa cruz. No somos quiénes para juzgarles por lo que quieren ser”.

Según reportes de entonces, el jueves 31 de marzo de 2016, Dayana, Álex y dos mujeres compartieron un momento de dispersión en la rockola. Se habría producido una discusión entre la muchacha y su pareja, una de las mujeres se marchó. Según la versión de Ninón, la joven trans fue ultimada con un cuchillo, mismo con el que el asesino sentenciado le habría punzado, para que  confesara dónde guardaba los 5 mil dólares. 

La confesión de Graciela sirvió mucho, de acuerdo con Ninón, para que sentenciaran al asesino.