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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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ES NECESARIO UN TRATAMIENTO INTEGRAL PARA LA VÍCTIMA Y LA FAMILIA

Abuso sexual: cómo asistir a un menor

Una imagen ilustrativa de una menor
Una imagen ilustrativa de una menor
Abuso sexual: cómo asistir a un menor

De pronto, aquel niño o preadolescente que antes solía ser muy sociable o extrovertido cambia por completo. Ahora se muestra absorto en sus pensamientos, tiene problemas para conciliar el sueño e incluso lo invaden las pesadillas nocturnas. Tampoco come como habitualmente. Entonces es cuando se vuelve necesario estar atentos a los indicadores que podrían retratar la presencia de algún problema que atraviesen en silencio los más chicos del hogar. Una de las posibles causas puede ser la experiencia de haber sufrido un acto libidinoso, aunque, claro, el abanico de motivos es amplio.

Cuando un menor de edad, sea un hijo, hermano, nieto o sobrino, experimenta algún episodio relacionado con el contacto sexual sin su consentimiento, los indicadores específicos para que los padres o tutores detecten que algo anda mal son varios. Así lo explica la neuropsicóloga clínica Margarita Valdivia, quien alerta que, para comenzar, es necesario aprender a “mirar para ver y oír para escuchar”, es decir, desprenderse de la “negación” como mecanismo defensivo para simular que nada ha sucedido.

Cuando la víctima de abuso es un niño, este puede manifestar el trauma a través de indicadores como negarse a asistir a determinado lugar en el que se supone que fue dañado, también puede referir que le duele alguna parte del cuerpo como producto de la somatización (que convierta, involuntariamente, los problemas psíquicos en síntomas orgánicos) o es posible que proponga juegos.

Valdivia detalla: “Por ejemplo, puede hacer juegos con otros niños de tener relaciones sexuales, de jugar a tenerlas, o explorarse el cuerpo, o que exprese abiertamente cómo es un acto sexual. El niño irá haciendo juegos o explorará su cuerpo de una manera que no es apropiada para su edad. Ese es un indicador específico del abuso sexual. También se expresa con una madurez que no es acorde a su edad y habla sobre temas de sexualidad. Puede decir: no quiero ir a mi curso de danza, no me apetece porque tengo dolor de cabeza, me duele la barriga. De repente había respeto hacia las personas adultas y de pronto ya no, ya no quiere estar con ellas o las descalifica. En ese caso, muy probablemente podría estar diciéndonos que es la persona que está cometiendo el delito, que es el victimario”.

Es probable que aqueje malestares estomacales o de cabeza recurrentes y que el pediatra, luego de revisarlo, concluya que el problema es psicológico. Esta también puede ser una señal.

Valdivia explica que el abuso puede ser crónico o fortuito. La primera figura supone que sucede cuando el victimario se encuentra dentro de un círculo familiar o muy cercano a él y el abuso ha pasado en más de una ocasión.

“Está el trastorno por estrés agudo, que es cuando inmediatamente manifiesta el malestar. Puede haber depresión, anorexia, problemas del sueño, pesadillas, aumento o disminución del apetito”, describe.

Si la víctima es adolescente, es posible que existan ideas suicidas. En caso de que no manifieste las señales de forma inmediata, es probable que lo haga en meses o años. “Por querer negar esta realidad, posterga todo. Aparece un evento similar en el futuro y empieza recién con los síntomas, como si hubiera sido ayer. Ahí hablamos de estrés postraumático”. Si es un pequeño, quizás experimente problemas con el manejo del esfínter, es decir, que no controle el pis. Entonces, sucede una “regresión”.

Aclara que el abuso puede darse sin que haya penetración con el miembro o un objeto. Como sucedió en el caso de una adolescente de 16 años abusada y violada en una escuela de baile de Santa Cruz, hecho dado a conocer en 2018 y con siete sentenciados en mayo pasado, también la situación deshonesta puede efectuarse a través de incitación a ver videos de pornografía.

ACOMPAÑAMIENTO Ni bien el menor de edad expresó haber transitado por el abuso sexual, es importante, según la experta Valdivia, que la familia le acompañe y, de inmediato, lo asista con un equipo de especialistas. Creerle, decirle que está protegido, que “ahora le vamos a dar toda la ayuda” y que se encuentra a salvo son algunos de los mensajes necesarios. Cuidar de que no se “revictimice”, es decir, que no tenga que contar la situación en reiteradas ocasiones a cuanto psicólogo conozca, también es importante. 

El padre o madre debe sacar al menor del espacio en el que sucedió el abuso, sea el ballet o la escuela, según la especialista. Aguardar a que el proceso judicial acabe, con sentencias de por medio, resulta moroso. “Tenemos que sacar a ese niño, no podemos esperar a ver las pruebas. El proceso legal es larguísimo. Incluso cuando hay indicadores específicos, como el desgarro de la vagina, aun así el victimario sale libre. Si las autoridades no nos brindan la seguridad, debemos irnos a otro lugar, uno donde el niño vuelva a empezar de nuevo”.

Hay que entender que existe tratamiento y este no es corto; y que el proceso involucra a toda la familia y puede extenderse por un año, en consonancia con Valdivia. “Una vez que hubo contacto sexual, el médico forense seguirá un protocolo para que la víctima reciba retrovirales o antibióticos”, ejemplifica. 

DECIR “NO” Que el menor sepa decir “no”, que exteriorice sus molestias cuando se siente acechado y diga “no me puedes tocar, me incomoda cómo me miras”, también hay que trabajarlo en familia y enseñarlo como padres.

Es común que las denuncias queden inconclusas. Esto, porque la madre o padre desistió de continuar porque llegó a un acuerdo o por otros motivos. La neuropsicóloga insta a los fiscales a seguir con las causas, pues “el derecho de los niños es superior”.  “Si la madre lo deja, debería el fiscal continuar con la investigación. Hay mamás negligentes o que llegan a un acuerdo económico y abandonan el caso. La víctima está entendiendo que se puede solucionar con dinero, queda con el trauma de que no fue protegida”.

SECUELAS Son varios los daños que suelen quedar en quienes sufrieron abuso deshonesto. Generalmente, se traducen en la madurez, mediante la anorgasmia, la dificultad para tener relaciones íntimas y la represión sexual. Lamentablemente, ello involucra al adolescente que está construyendo su personalidad. A veces, hasta se siente culpable por su forma de vestir y siente que su cuerpo hizo que se generara esa situación. Hay baja autoestima. El adolescente va creciendo con prejuicios respecto de su sexualidad”.

También se han evidenciado casos en los que aquellos que fueron abusados tienden a repetir la acción y pasan a ser victimarios en la etapa madura. Valdivia aclara que ello “no es lineal”, pero que sí existen casos de niños y niñas que fueron objeto de abuso sexual y que fueron adultos abusadores.

La depresión crónica, la desmotivación, el bajo rendimiento académico y la dificultad para lograr óptimas relaciones sociales o amorosas también suelen ser secuelas.

Programas

Los programas “sólidos” desde los colegios y no apenas los talleres con poca frecuencia son necesarios para prevenir el abuso, según la neuropsicóloga Margarita Valdivia.