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La victoria en Aroma y Suipacha

La victoria en Aroma y Suipacha

La adhesión y lealtad de Cochabamba a Buenos Aires que por su parte enviaba el primer Ejército auxiliar al Alto Perú, bajo el mando de Castelli y Balcarse, tenía que traducirse en una acción rápida sobre Oruro, La Paz y Chuquisaca con el objeto de interceptar la concentración y marcha de las tropas del Virreinato de Lima contra la Argentina. En esta inteligencia el 16 de octubre de 1810 se resolvió la marcha de un destacamento de 1.000 hombres bajo el mando del capitán Esteban Arze, sobre la Villa de Oruro a 40 leguas, con el designio de prestarle defensa e impedir que los caudales de la Real Caja de aquella Villa fueran a engrosar los recursos del Ejército que Goyeneche juntaba en las cercanías del Desaguadero para enfrentar a Castelli. Otro destacamento fue despachado a Chuquisaca bajo el comando de Manuel Antonio Collado Foronda.

Esteban Arze marcha más o menos confiado sobre la buena disposición de Oruro para recibirle ya que por esos días Tomás Barrón a la cabeza de un tumulto patriota había obligado al Cabildo a reconocer la Junta de Buenos Aires. El contador de la Real Caja, Sánchez Chávez, en desconocimiento del nuevo orden no quiso entregar los caudales concluyendo por fugarse llevándose una gran parte de ellos. El pueblo salido en su persecución logró tomarlo y rescatar los caudales. Sánchez Chávez fue remitido preso a Cochabamba: señal de buen entendimiento con Rivero, aunque el contador no tardó en fugar de allí a Lima.

El pequeño Ejército expedicionario de Arze llega a Oruro a los tres días de su salida, el 22 de octubre, siendo recibido con entusiasmo. La tropa valluna fraterniza con el pueblo altiplánico que también habla quechua en gran parte. Arze puede contar con un apreciable refuerzo de por lo menos 500 excelentes soldados que forman la infantería para proseguir la marcha hacia el norte en busca del enemigo que avanza sobre la ciudad repartido en dos columnas.

Arze cumple su misión específica en Oruro encargando la custodia de la Caja Real a Manuel Contreras. Luego organiza su Ejército tratando de completar en lo posible el equipo y armamento que le faltan. Un capitán cochabambino de apellido Unzueta logra habilitar dos carronadas inútiles, arrinconadas en el parque, reforzando con esas piezas la sección de artillería a cuyo comando se pone don Cosme de Castillo.

El 26 de octubre, Arze dicta la orden de encuartelamiento general para sus efectivos. Por su parte, el jefe del Ejército realista, Ramírez, acantonado en Viacha, destaca una avanzada de 800 hombres al mando del coronel Piérola hacia la población de Sicasica. El 12 de noviembre, el Ejército patriota emprende la marcha camino de La Paz. El 14 del mismo mes se produce el encuentro en los campos de Aroma, donde las fuerzas de Arze alcanzan una victoria completa.

Los soldados de Cochabamba y Oruro en la embriaguez del triunfo creen haber acabado en Aroma con el poderío español. Impacientes de recoger en su tierra las fruiciones de la victoria, no quieren someterse más a la rígida disciplina del Ejército que habían formado como voluntarios. Pierden el espíritu de cuerpo y regresan a sus hogares en grupos diseminados. Junto con la noticia de Aroma llega a Cochabamba la del triunfo del Ejército auxiliar en Suipacha. Rivero dicta el 21 del mismo mes una ordenanza de regocijo público en celebración de los dos acontecimientos. Buenos Aires igualmente celebró exultante los dos acontecimientos. La Gaceta en su editorial del 20 de noviembre dijo con acento profético: “El Alto Perú será libre porque Cochabamba lo quiere”.

EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1810

La mañana del 14 de septiembre de 1810, seis años después que la capital y su provincia habían soportado el hambre y las enfermedades de una sequía sin precedentes, los hombres alistados bajo las banderas de la revolución y conducidos por sus tres capitanes invadieron la ciudad, se juntaron con sus hermanos alzados del mismo modo y en acción fulminante tomaron el cuartel y derribaron el gobierno de Gonzales Prada. Todo fue como un solo sacudimiento. Melchor Guzmán Quitón, Bartolomé Guzmán, Justo Guzmán y Manuel Guzmán atropellaron la guardia al galope violento de sus cabalgaduras y se introdujeron al cuartel proclamando la revolución con las lucientes espadas en alto. Francisco del Rivero ingresó luego y a los sorprendidos soldados que se juntaron en el patio: “Hijos míos —les dijo con enérgica dulzura—os quieren mandar a combatir contra la Patria. No saldréis de aquí sino conmigo y para defenderla con vuestras armas. ¡Viva la Patria”! Y en el local invadido de soldados y pueblo, todos contestaron: ¡Viva la Patria! La revolución estaba hecha.

El 19 se reunió el Cabildo Abierto con una muchedumbre que rebasaba los ámbitos de la plaza. Asumió el mando político y militar como principal promotor del alzamiento Don Francisco del Rivero, animoso e ilustre criollo, hijo del general de su propio nombre que ejerció antiguamente el cargo de Corregidor de la Villa de Oropesa.

Junta de Guerra Seguidamente se organizó la Junta de Guerra presidida por Rivero e integrada por Esteban Arze, Isidro Marzana, Melchor Guzmán Quitón, Bartolomé Guzmán, Antonio Allende, Manuel de la Vía, Faustino Irigoyen, José Manuel Balderrama, Agustín Antezana, Francisco Carrillo y Ramón Laredo. El Cabildo Municipal lo formaron José Manuel Tames, Francisco Canales, Rafael Montero, José Antonio Arriaga, Pedro Antonio Assúa. En el Cabildo Eclesiástico continuaron el Deán Matías Terrazas, el juez Eclesiástico Jerónimo de Cardona, el cura de la Matriz Melchor Jordán, el capellán Juan Bautista Oquendo y otros.

La Junta de Guerra proclamó la defensa de los derechos del Alto Perú comprendiendo con esto, en forma realista, que el movimiento no habría de ser local sino regional en todos los límites de la Audiencia de Charcas. La campaña estaba decretada. Rivero y Arze fueron exaltados al comando de la revolución.

El 23 de septiembre, en acto solemne y nueva concentración popular, las autoridades patriotas juraron y reconocieron a la Junta Gubernativa de Buenos Aires.