Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Celebración del Che, una oportunidad perdida

Confraternidad<BR>Qué lindo y gratificante para el país en su conjunto sería ver un acercamiento de confraternidad entre los excombatientes bolivianos y quienes sobrevivieron a la incursión guerrillera.<BR>
Celebración del Che, una oportunidad perdida
Todo hecho social y político, y mucho más los que involucran conflictos armados, con el tiempo trascienden y se enraízan en los imaginarios especialmente culturales. Su recuerdo puede unir a las comunidades o puede agudizar temas no resueltos. Así, no pocos veíamos en los actos conmemorativos por los 50 años de la caída de Ernesto Che Guevara una gran oportunidad para, en primer lugar, la reconciliación, y, en segundo, para tener en Bolivia una celebración cultural del más alto nivel. No sucede nada de eso.

Como la mayoría de este tipo de acontecimientos, la organización de este fue delegada por el Gobierno al Ministerio de Culturas y Turismo, dirigido por Wilma Alanoca desde inicios de año y hasta ahora muy criticado. Seguro apremiada por el tiempo —y demandas sin respuesta que persisten—, esta cartera de Estado no tuvo el tino de, con la debida antelación, convocar también a sectores del Ejército que lucharon contra la guerrilla, a objeto de planificar unos actos en los que, junto a quienes siguieron y siguen al Che, se cierren viejas heridas. Pese a ser un aniversario redondo, exactamente de medio siglo, el mismo entonces transcurre en medio de la división irreconciliable, con actividades separadas y opuestas en sus cometidos: unos se reunirán para satanizar al socialista y otros para endiosarlo más, cuando lo ideal hubiese sido que ambas partes confluyan en un abrazo de hermanos que cure la violencia de esa y posteriores épocas.

Qué lindo y gratificante para el país en su conjunto sería ver un acercamiento de confraternidad entre los excombatientes bolivianos y quienes sobrevivieron a la incursión guerrillera, rindiendo todos ellos además un tributo a los muertos de ambos lados. Resulta penoso comprobar que a nuestras autoridades no les alcanza la imaginación para una acción humana y política de tal magnitud.

De otro lado, tampoco les alcanzó, aun centrando las actividades en solo un lado de las ideologías en pugna, para idear un acontecimiento de gran alcance, verdaderamente “mundial”, como mal vienen promocionando. Y es que, por ejemplo y con algunas escasas excepciones, es realmente pobre la cartelera artística de los conciertos y actividades que se desarrollan en Vallegrande y La Higuera desde el viernes y hasta mañana. Decimos esto porque, en perspectiva, todo un aparato estatal que dice celebrar la memoria del combatiente izquierdista hizo mucho menos que, hace 20 años en estas mismas fechas, una entidad de la sociedad civil. En octubre de 1997, en pleno Gobierno de nada menos que Hugo Banzer, una fundación celebró a Guevara con una semana de recitales de notable repercusión, con renombrados artistas nacionales e internacionales, ciclos de cine, conferencias y la presencia de grandes líderes de la izquierda planetaria. Hoy, reiteramos que con ciertas excepciones, lo que hay es una actividad no meditada conceptualmente, en la que prima la anecdotización de los hechos de hace medio siglo e incluso de la figura del argentino-cubano, en medio de presentaciones de escasa relevancia.

Entretanto, acerca del Ministerio de Culturas continúan las denuncias sobre despidos injustificados, así como la inacción de la repartición en temas tan urgentes como que Bolivia cuente con una Ley de Culturas, una nueva Ley del Cine y otra norma que proteja el patrimonio. Otra vez con la honrosa excepción de una autoridad del ramo que impulsó valorables iniciativas, esta y las otras gestiones de Culturas designadas por el Presidente reflejan la tan poca importancia que el Ejecutivo le presta a este quehacer. El mismo, sobre todo en administraciones de corte izquierdista, en otras partes del mundo es de una preponderancia mayor, pues se sabe que la cultura es capaz de forjar y legitimar imaginarios y hasta proyectos políticos.

Así las cosas, guevaristas, no guevaristas y la ciudadanía en general no tienen este octubre nada que celebrar.