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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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La karateca Maité y su familia ayudan con su tienda de barrio a personas y perros

La sucrense, quien compitió en el Mundial de Tokio de noviembre, alimenta a los canes de la zona. Extraña el dojo y el tatami. Es por ello que decidió instruir a sus alumnos mediante Zoom. “Fue emocionante volver a verlos y escuchar el grito de oss”, describe.
La karateca Maité y su familia ayudan con su tienda de barrio a personas y perros

A la karateca sucrense Maité Alejandro y su familia no les sobran recursos económicos para afrontar este momento complicado para la sociedad. Tanto ella como sus hermanas y su madre Miriam se ayudan con la tienda del barrio, que diariamente atienden hasta el mediodía, haciendo caso a rajatabla de las restricciones de la cuarentena total.

Maité, de 19 años, agradece a Dios el hecho de que a su familia no le falte comida en tiempos en los que los ingresos son escasos. Y aun cuando todo se presente adverso, los Alejandro le tienden la mano a los ciudadanos de la zona que se encuentren padeciendo. Porque ayudar al prójimo, al que la está pasando mal, es un imperativo familiar.

“También estamos ayudando a las personas que no tienen porque es una situación muy compleja. No nos sobra, pero tenemos para el día. No podemos quejarnos. Cuando acabe todo, como dice mi mamá, vamos a seguir trabajando muy duro. Es así. Hay que cuidarnos y respetar la cuarentena. La situación de las familias no es la misma. Debemos colaborar y dar. Tienes que compartir. Eso es lo que nos enseñó mi mamá”, cuenta, con orgullo, la capitalina que en 2017 se consagró campeona panamericana juvenil en Estados Unidos, luego de que pudiera viajar gracias a los fondos reunidos en una quermés solidaria que organizaron sus seres queridos.

La karateca, experta en kyokushin, siente cariño por los animales. Su sensibilidad le ha permitido establecer un vínculo afectivo especial con los canes. Es por ello que no se olvida de aquellos que deambulan por las calles de su barrio y les acerca una ración de alimentos. “Me encantan los animales. Todos merecen ayuda y necesitan de comer. Nosotras sacamos comida para los perritos”, cuenta.

Ibana, una de sus hermanas mayores, es médica y también contribuye con los más necesitados. Forma parte de campañas en zonas alejadas donde la atención sanitaria es escasa.

Maité extraña el tatami. Este proceso se le hizo interminable. Cuando comenzó el confinamiento, ella creyó que el aislamiento y la paralización de las actividades no se extenderían de manera tan pronunciada. Pensó que regresaría al dojo en una o dos semanas, como máximo. Pero, luego, vio que el panorama realmente no era alentador y que no quedaba otra opción que replantear el estilo de entrenamiento, ese que aplicó desde hace más de una década.

El trabajo diario y los ejercicios orientados a mejorar su técnica y su estado físico la acompañan desde que era niña. Ese es el principal argumento por el que la karateca no se concibe alejada de los ensayos, incluso cuando las condiciones hayan mudado y deba ejecutar sus rutinas dentro de cuatro paredes.

Aprendió a adaptarse y resolvió, junto a sus hermanas, sumar a su mamá para que también ella active su cuerpo y evite el sedentarismo. “Entrenamos como una hora y media. Tu propio cuerpo te exige que lo hagas. Hemos empezado a hacerle entrenar un poco a mi mamá para que tenga movimiento y no esté todo el tiempo sentada. Es estresante estar así y no poder salir. Sin embargo, cuidarnos es lo mejor que podemos hacer. Al principio, no estábamos tan conscientes de lo fuerte que sería esto. Cuando hemos visto la situación, decidimos ensayar en casa”.

Así, una de las formas que halló Maité para contrarrestar la nostalgia por el dojo ha sido trasladar las clases que solía dirigir antes de la cuarentena al plano virtual. “Lo hago con la academia en la que trabajo como instructora. Se extrañan el tatami y los compañeros. Siento mucha falta de mis alumnos y sus ocurrencias. Hace como tres semanas, el sensei Kjarol (Herrera, presidente de la Federación Boliviana de Karate) nos sugirió dar clases por la aplicación Zoom. Él nos dijo que había que cambiar el chip y utilizar la tecnología. Entonces hemos ido preparando las clases. Nos reunimos los lunes, mércoles y viernes, a las 19:00. Nos conectamos y cada instructor va brindando su rutina”.

El miércoles pasado fue el día que le tocó a la atleta citarse con sus aprendices. “Fue emocionante volver a verlos y escuchar el grito “oss” porque es nuestro. Hay que acostumbrarnos, tenemos que darnos modos. Incluso, los papás de cada alumno se van uniendo”.

Confía en que todo mejorará y que el país podrá superar esta situación. Con mucho trabajo, claro está. “En los mercados (es triste) cómo se encuentra la gente tratando de vender. Está difícil, pero todo es por nuestro bien. Los bolivianos somos trabajadores. Siempre nos damos modos”.