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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Recuerdan a Saenz desde su faceta ‘cachera’: humor, singani y azar

Al estar ligada la obra del paceño a la noche de La Paz, su alusión al juego es inevitable. Se hace visible en "Los papeles de Narciso Lima Achá".
Jaime Saenz acompañado de cigarros y alcohol en los talleres Krupp. ARCHIVO
Jaime Saenz acompañado de cigarros y alcohol en los talleres Krupp. ARCHIVO
Recuerdan a Saenz desde su faceta ‘cachera’: humor, singani y azar

Jaime Saenz, uno de los escritores más importantes e influyentes de la literatura boliviana de segunda mitad del siglo XX, cumpliría 100 años este 2021. Instituciones públicas, centros culturales y otros actores del sector cultural preparan charlas, homenajes, lecturas y reediciones para recordar su tan particular estilo. Sin embargo, poco se ha profundizado en su componente lúdico, humorístico, el relacionado al cacho.

Esta dimensión del espíritu literario del novelista y poeta paceño ha sido redescubierta en la última sesión de Diálogos Sobre Cultura del Centro Simón I. Patiño, que ha reunido en su último conversatorio a los hermanos Loayza, Diego y Álvaro, autores de la novela “De kenchas, perdularios y otros malvivientes”, obra a la que los lectores le han identificado “un aura de Saenz”. De este libro publicado en 2013 y reeditado en 2019 por El Cuervo, el reseñista Ricardo Aguilar ya apuntaba en su comentario que era de “raigambre saenziana”, recordando que “Los papeles de Narciso Lima Achá” (de Saenz) “la primera alusión literaria nacional al cacho”. 

Es justamente esa obra publicada de forma póstuma en 1991 la que Álvaro Loayza señaló como su favorita de Saenz, porque desarrolla el alter ego “Saenz-cachero” y “toda su metafísica del cacho y su importancia”, acotando que el autor “era un maestro para desdoblarse en un personaje”. Explica cómo el cacho va tomando importancia en la novela a través de los personajes orureños Benjamín Trullenque, el mejor hacedor de rostros asados de El Pagador y su sobrino, Nataniel Zaconeta y León, fundador de una revista cachera llamada Poto, un fanático de los cachos y el dado.

“Me da curiosidad que el cacho haya sido tan poco tratado por los hermenéuticos de Saenz, que cuenta con tanta crítica literaria merecida. Es ahí donde podemos ver ese espíritu lúdico, humorista y cachero”, apunta Álvaro. 

Otra prueba de la relación Saenz-cacho que ha quedado escrita se encuentra en la reglamentación que dictó Jaime Saenz para su famoso campeonato del mundo de cacho en los años 70, en sus famosos talleres Krupp, un espacio marginal donde compartía con sus discípulos jornadas y noches cacheras. El texto de gran inventiva de lenguaje fue incluido en “Memoria solicitada” de Blanca Wiethuchter, poetisa y amiga de Jaime, en 1976. 

Es la insolubilidad entre la obra de Saenz y la vida nocturna paceña donde radica esa inevitable relación y alusión del paceño con el cacho. “El cacho y el alcohol van en consonancia con la noche, con lo ófrico paceño. Ni una página deja de estar sopada en un elixir sabroso, entremezclándose el tema del beber con el juego de los dados”, comenta por su parte Diego.  

Los hermanos Loayza son fieles creyentes de que las formas de concebir el cacho: la destresista (tus competencias definen tu destino), la destinista (más allá de lo que hagas tu destino está escrito) y del simple azar explican no solo varios modelos de literatura, sino la vida misma.