Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 06:46

El periodismo cultural adquiere carácter contestatario en la pandemia

Servir como altavoz y crítico de la emergencia de las industrias culturales y su negación a desaparecer, reinventándose en nuevos medios, configuran la faceta de este ejercicio en la coyuntura actual.

Imagen referencial de periodismo cultura.   FUENTE: APT
Imagen referencial de periodismo cultura.   FUENTE: APT
El periodismo cultural adquiere carácter contestatario en la pandemia

Ya sea a través de la exploración en nuevos medios, en nuevas lógicas de difusión, en alianzas o en funcionar como altavoz de un sector en emergencia, el periodismo cultural ha adquirido un carácter contestatario que se niega a desaparecer en las duras condiciones que ha dejado la pandemia de la COVID-19 en la prensa.

En Bolivia, al igual que en el resto del globo, las áreas especializadas en cultura de los diferentes medios se han dedicado a ofrecer interminables listas y catálogos de expresiones de arte y entretenimiento para canalizar la tensión y estrés que vive la sociedad universal. “Es una forma de desahogo y distracción. Las obras virtuales, lecturas dramatizadas, conversatorios y talleres están sirviendo para que la gente encuentre una especie de alivio a lo que estamos viviendo. Muchos están abrazando este movimiento cultural para encontrar paz", afirmó el periodista peruano Luis Miguel Santa Cruz, para un reportaje de la Red Internacional de Periodistas.

El país cuenta con una importante tradición de suplementos culturales y medios especializados, que se replican en casi todos los departamentos de la nación. Están la Ramona de OPINIÓN (Cochabamba), Letra Siete de Página Siete, Tendencias de La Razón (ambos de La Paz), Puño y Letra de Correo del Sur (Sucre), Lecturas (Los Tiempos) y El Duende (La Patria), entre los más longevos. La mayoría, prolíficos y constantes, pero que han sido invisibilizados por su mismo público.

Esta hipótesis del poco interés de la sociedad en la cultura se afianza con la ausencia de un Ministerio de Culturas y Turismo, cerrado desde hace casi un mes por el Gobierno. Las áreas dedicadas a la cultura de los medios empezaron a hacer eco y servir como plataforma para mostrar el descontento general que vive el rubro.

La industria, al borde del colapso en el país por la falta de respuesta de las autoridades, replica su condición en todo el globo. “Periodistas de todo el mundo están recibiendo peticiones para ayudar a salvar la industria cultura”, aseguró el director del medio español La Vanguardia, Miquel  Molina, en un evento pasado, organizado por el Festival Gabo.

Junto a su compañero de debate, Jorge Carrión, crítico literario y columnista del The New York Times, debatió hasta qué punto los periodistas deben tomar partidos y “pasar la barrera de la objetividad”, concluyendo que debe ser así para defender la libertad de prensa, los derechos humanos, y, en este caso de la pandemia por la COVID-19, ayudar a evitar la debacle de la industria cultural.

A este tono revulsivo se le suma las nuevas formas de llegar al público, digitalizando su contenido, en una especie de alianza con los creadores de la cultura. La cuenta de Instagram @Supay.pe transmite obras de teatro online, reseña de películas y entrevista a artistas, en un trabajo en conjunto con periodistas culturales del Perú, “ante el parón de los suplementos culturales”.

Los antecedentes marcan que, si el periodismo cultural quiere sobrevivir, debe reinventarse. Saber leer y usar para sus fines los nuevos lenguajes de comunicación, visibilizados aún más por la virtualidad que exige el aislamiento social.

“Van a emerger formatos nuevos y desconocidos. Que uno de los ganadores del Pulitzer haya sido un podcast es una señal del poder del audio y un camino interesante”, explicó Carrión. Un ejemplo de esta adaptación, son los hilos de Twitter de National Geographic, en los que, desde el mes pasado, viene contando la historia del arte.

de cultura, espectáculos y actividades de acompañamiento, como crucigramas y adivinanzas. "Había una función social: mantener a nuestros lectores, además de informados, entretenidos", cuenta. Según Lagos, la sección de cultura tiene un poco más de espacio que antes.

"Es también un cálculo de supervivencia", explica. Debido a cómo se financia el diario, asegura, el criterio que primó fue qué precisarían los lectores. "Ellos inciden más directamente en nuestros números que la publicidad. Si sacamos páginas para meter avisos, puede causar desinterés y baja en los suscriptores", agrega.

El recibimiento ha sido bueno. "Nos cuentan las respuestas del acertijo, nos mandan fotos. Yo estoy aquí desde 2006 y siento que esta vez la respuesta no es sólo mayor, sino también más afinada. Todos los días estoy contestando mails un buen rato, algo que antes no me pasaba", explica.