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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El París de los 60 y tramas entretejidas en la nueva novela de Guillermo Ruiz

En marzo la editorial 3600 publicará “El hombre tocado de viento”, la nueva novela del Premio Nacional de Novela en el que presentará la escandalosa vida de Faustino Figueroa. 
El dibujo que servirá como portada para el libro “El hombre tocado de viento” (d). El escritor boliviano Guillermo Ruiz Plaza (i). MIGUEL MEALLA-ARCHIVO
El dibujo que servirá como portada para el libro “El hombre tocado de viento” (d). El escritor boliviano Guillermo Ruiz Plaza (i). MIGUEL MEALLA-ARCHIVO
El París de los 60 y tramas entretejidas en la nueva novela de Guillermo Ruiz

Guillermo Ruiz Plaza (La Paz, 1982) nos presenta en su segunda novela — después de “Días detenidos”, la ganadora del Premio Nacional de Novela 2018— al París de los años 50 y 60, un epicentro de la cultura universal con ciudadanos como Camus, Michaux y Cioran. Ese mundo, donde todo era posible, será visto a través de los ojos del escritor boliviano Faustino Figueroa, un escandaloso protagonista que, a priori, parece encarnar todas las vocaciones de los artistas de la época.

En “El hombre tocado de viento”  se emplazan varías líneas argumentales y temporales, como ya nos tiene acostumbrados Ruiz, entretejidas entre sí para mostrarnos una especie de puzzle, viajando desde La Paz a Paris y Santa Cruz. Compartimos una entrevista con el autor en el que aumenta la expectativa, contándonos un poco más sobre sus personajes, además de su relación con el arte, la literatura y la vida. 

P: El protagonista de la novela, Faustino Figueroa, ¿está inspirado en una o varias personas reales?

R: No, Faustino Figueroa es un personaje ficticio, pero quienes lo rodean en sus años parisinos son reales: Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Michaux, Cioran. Faustino Figueroa nació en La Paz en 1929, así que habría pertenecido a la generación de la Segunda Gesta Bárbara. De hecho, en la novela hay un guiño a este grupo literario que figura como “Los Lúcidos Bárbaros”. En efecto, antes de marcharse a Francia, Faustino formaba parte de aquel movimiento artístico. Figueroa no existió, pero pudo haber existido. Ese es el principio mismo de toda ficción.

Ahora bien, una de las preguntas que plantea la novela es: ¿cuál es la diferencia entre lo que fue y dejó de ser, y lo que nunca fue? ¿Hay realmente una diferencia entre lo que borró el tiempo y lo que escribe hoy la imaginación y que bien pudo haber existido?

P: ¿Cómo definirías a una persona “tocada de viento”? ¿Es un estado o, más bien, una especie de inspiración divina obtenida por unos cuantos?

R: Me alegra ver que ya tengas una idea del sentido o de los sentidos posibles, pues eso quiere decir que, como los versos que lo inspiraron, el título resulta sugerente. Éste encierra un enigma que el lector debe ir resolviendo a medida que acompaña a Faustino Figueroa en sus aventuras literarias y artísticas, y está inspirado en unos versos del poeta colombiano Juan Manuel Roca: “¿Ni más ni menos / El que soy y los que fui / Están tocados de viento?” Estos versos figuran ahora como un epígrafe de la novela. 

Prefiero no entrar en el ámbito de la interpretación del título, que es una cifra importante de la novela, pero debo decir que puede entenderse de diversas formas: estar tocado significa llevar una toca o un sombrero. Estar tocado también significa estar afectado por algo. Y, por supuesto, ser un tocado significa estar medio loco o algo perturbado. ¿Qué simboliza el viento? Más de una cosa. La interpretación del conjunto se la dejo al lector.

P: ¿En qué países o ciudades se ambienta esta novela?

R: Voy a citar unas líneas de la generosa contratapa que escribió Juan Luis Bravo, un buen amigo mío, porque resumen bien la cuestión: “Antes de que dos paramilitares irrumpan en su buhardilla paceña, Jairo León, estudiante universitario y narrador en ciernes, recuerda obsesivamente la noche amazónica en que don Felipe Lens, hacendado letraherido, le refirió la vida escandalosa de Faustino Figueroa: un singular escritor boliviano a quien tuvo la suerte de acompañar en el París de los años 50 y 60, cuando la capital francesa era el centro cultural del mundo.” 

Así pues, hay tres planos espacio-temporales que se entrecruzan a lo largo de todo el libro, tejiendo las distintas tramas que componen la novela: La Paz en julio de 1980; Santa Cruz (el quinto anillo) en febrero de 1978; París en los años 50 y 60 del siglo XX. Eso sí, la parte central de la novela la constituyen las aventuras de Faustino en la Ciudad Luz.

P: ¿Qué tanto hay de ti en Figueroa, un escritor boliviano que se encuentra en Francia en medio de un movimiento cultural apabullante, sobre todo comparado con el boliviano?

R: La verdad, nunca me paré a pensar en qué nos parecíamos. A ver, yo vivo aislado aquí en el sur de Francia; en cambio Faustino, en aquellos años turbulentos, vivía en el Barrio Latino, sin duda alguna el centro cultural del mundo occidental en aquel momento. Yo no conozco a nadie en el mundillo literario francés; en cambio ¡Faustino conoció a Sartre, a Camus, a Cioran! 

Faustino Figueroa no es un alter ego. Hay muchos aspectos en los que somos incompatibles. Sin embargo, podría haber sido mi abuelo o un antecesor literario que yo ahora reivindicaría sin dudarlo demasiado. Me gustan su defensa de la ecología y de los animales, su lucidez a la hora de criticar la sociedad de consumo y, a la vez, los errores y horrores ligados a las ideologías. 

P: Ya abordaste el tema de las artes plásticas en algún relato de “Los cláveles de Tolstoi”. ¿Cuál es tu relación con el arte moderno?

R: Me gusta la pintura sobre todo. Por ejemplo, me encanta no solo la obra, sino la figura de Goya, que inauguró en muchos aspectos el arte moderno. Los Caprichos y las Pinturas negras han alimentado mis escritos en más de una ocasión. También me gusta mucho Magritte, que, excomulgado por los surrealistas, de forma solitaria y discreta, construyó una obra genial. 

Por otro lado, la filosofía piensa con ideas mientras que la literatura piensa con imágenes y por eso las artes plásticas constituyen una gran fuente de inspiración. Hace poco descubrí a un dibujante y escritor francés de origen judío polaco, Roland Topor (autor de “El quimérico inquilino”, novela llevada al cine por Roman Polanski), que establece un diálogo fascinante, en su propia obra, entre el dibujo y el arte de contar historias.

P: Ya advertías que Los cláveles de Tolstoi tiene una relación con Días Detenidos en cuanto a la fragmentación de relatos y el conglomerado de un puzzle. ¿Encontraremos estas características en tu nueva novela? ¿Qué otras conexiones existen entre El hombre tocado de viento y tus dos últimos libros publicados?

R: Es cierto. “Días detenidos” y “Los claveles de Tolstoi” están relacionados entre sí, ya que, entre otros vínculos, encontramos a más de un personaje en común. Sin embargo, “Los claveles de Tolstoi” amplía muchísimo el mundo de mi primera novela. Una de las ramas nuevas que creció en este libro –la rama constituida por dos relatos, “Bravo” y “Weber”, que funcionan como espejos opuestos– dio nacimiento a “El hombre tocado de viento”. Bravo admira a Jairo León y Jairo León admira a Faustino Figuera, quien, a su vez, admira a otros escritores que aparecen en la novela. Así funciona la literatura, ¿verdad? En este sentido, mi novela tiene una particularidad, y es que por momentos parece un libro de citas, citas que (¡ojo!) no siempre van con comillas. Es una metáfora cínica del arte literario.