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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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ENTREVISTA AL ESCRITOR CHILENO

Entwistle: ‘Me gusta ver cómo el pasado define en cierta medida el presente’

“El tejido adiposo” es la primera novela del ganador del Premio de Cuento Franz Tamayo 2012 y que ha sido publicado esta semana por la editorial 3600.
El escritor chileno, Gabriel Entwistle. Portada del libro “El tejido adiposo”, obra de Paola Lambertin.             EDITORIAL 3600
El escritor chileno, Gabriel Entwistle. Portada del libro “El tejido adiposo”, obra de Paola Lambertin. EDITORIAL 3600
Entwistle: ‘Me gusta ver cómo el pasado define en cierta medida el presente’

Con su primera novela publicada esta semana (“El tejido adiposo”), el escritor chileno radicado en Bolivia, Gabriel Entwistle, ya es portador de algunas características que lo distinguen como narrador, entre ellas: la digresión narrativa, la creación de personajes tridimensionales y la exploración entre los vínculos que tejen pasado y presente, memoria y consciencia. 

 “El tejido adiposo” retrata la infancia, siempre cruda, de Primo Oehler, y su posterior travesía a la hora de escribir su primera novela. En esta entrevista, Entwistle habla sobre las características de su pluma, su afiliación a otras disciplinas (influenciadas mutuamente) y el complemento autobiográfico, en parte, que puede tener su relato. 

P: Al igual que tu cuento “Forasteros en flores”, “El tejido adiposo” está ambientado en una época anterior a la actual. ¿Qué posibilidades te ofrece o cómo te seduce literariamente adaptar tus obras en años anteriores?

R: Sí. En efecto ambos textos están ambientados en el pasado, aunque la segunda parte de la novela transcurre en un año más reciente. Creo que, en ambos casos, la ambientación temporal tiene que ver con el argumento. El cuento porque tiene como telón de fondo la última dictadura en Argentina y la novela porque narra, en buena medida, la experiencia de la infancia. Una infancia que, en buena medida, resulta cruda. 

Me gusta trabajar con el pasado y la memoria. Y ver qué vínculos tiene con el presente. Cómo el pasado define, en cierta medida, el presente. Como dice Fresán en algún lado, pareciera ser que en la infancia se define todo. Entonces la novela busca situar y narrar eso.

P: “El tejido adiposo” supone una ficción dentro de otra ficción, al escribir el protagonista una novela, “Mi abuelo Rocco” ¿Cómo ha sido manejado este recurso literario y por qué decides apostar por él?

R: Me parece que eso se debe a que me encanta la digresión, en la narrativa. Pienso en Saer, Pauls, Ítalo Calvino y Bohumil Hrabal, por citar algunos autores que, en ocasiones se disparan por otros lados, y van linkeando otras historias paralelas. Por supuesto, es un arma de doble filo, porque, sin dosificarla, la digresión misma te lleva por cualquier lado y el relato se hunde.

En ese sentido, al momento de escribir la novela, quería que tuviera otras historias, no sólo la de Primo Oehler. Mi abuelo Rocco es un libro infantil que escribí e ilustré para mi hijo, el mayor, con tal de enseñarle a leer. Cuando iba escribiendo la novela, me dije que estaría bueno insertarla, justamente para darle ese giro digresivo a la novela. Y entonces decidí colocarla.

P: ¿De dónde proviene el nombre de la novela?

R: Quería que la novela tuviera un título amplio y no tan cercano al protagonista y que diera cuenta de las relaciones que establecemos con los otros, a través de los cuerpos. Ahora, por qué se llama así, concretamente, me gustaría que los lectores hicieran su interpretación.

P:  El libro está ambientado en Chile y sigue a un escritor escribiendo su primer libro. ¿Existen paralelismos con algunos de tus recuerdos? ¿Qué retazos de la vida real fuero prestados para escribir la obra?

R: El libro está ambientado, en buena medida, en Valdivia, una ciudad pequeña al Sur de Chile. Yo nací en Santiago, pero me críe en Temuco, otra ciudad del Sur chileno. La novela después salta a Cochabamba y Buenos Aires, ciudades donde viví. También se menciona Illinois, donde nunca estuve. 

Sin ser un libro autobiográfico, utilizo algunas memorias, las cuales altero significativamente. Quizás el hecho de haber vivido en distintos países y mostrar ese tránsito, así como narrar una infancia un tanto expuesta, es lo que saco de lo vivido. Claro que en la novela todo aparece recargado y hay violencia que, por fortuna, no viví.

No pienso que mi vida haya sido muy interesante en sí misma, como para escribir un relato autobiográfico. Piglia, en “Crítica y ficción”, ironizando justamente sobre exacerbar la biografía del escritor en la ficción, dice algo así como: ¿Cuántas cosas interesantes le pueden pasar a alguien en la vida, como para contárselas a otros? Lo mismo plantea Aira en otro lado, que son dos escritores muy diferentes entre sí y cuyo trabajo admiro.

P: Ricardo Bajo ya resaltaba tu capacidad para describir personajes en “Forasteros en flores”, ¿Cómo se consigue crear un personaje tridimensional? ¿Quién es Primo Oehler y de qué características lo has dotado?

R: Ricardo Bajo, en efecto, fue generoso al escribir sobre el cuento. Creo que para lograr un personaje tridimensional, como lo llamas tú, hay que mostrar sus imperfecciones, sus asperezas, frustraciones, entre otras cosas. No quiero decir que sólo hay que contar historias de personajes al borde de la depresión, pero, por lo menos evitar hacer representaciones edulcoradas de éstos o que hablen y actúen desde el deber-ser.

Primo Oehler es un alter ego mío, más joven en el tiempo de la novela. De niño el mundo le pesa mucho. Y ya de grande aparece como escritor en formación. Aunque, por el lado de su mundo psíquico o interior, es mucho más neurótico y ansioso de lo que yo soy. Además, entre otras cosas, usa drogas duras, cosa que yo no.

P: También te desenvuelves en la investigación, la antropología y ahora has experimentado con la poesía ¿Cómo estas áreas se influencian mutuamente y cuál te gratifica más? 

R: Hice investigación y me encantó. También enseñé varias veces en San Simón, en la carrera de Comunicación, cursos de Antropología Social y Teorías Sociológicas I. Asimismo, enseñé por varios años en el Colegio AIS/B Ciencias Sociales y Literatura en Español. La práctica docente es la experiencia profesional más gratificante que he encontrado, aun con todos los desafíos que implica.

La antropología y la literatura se complementan de varias maneras. Puntualmente, se me ocurre que la antropología, en relación a la escritura etnográfica, coincide con la escritura de ficción, en cuanto a la descripción. Leyendo y haciendo etnografía aprendí mucho a cómo describir lo que las personas hacen y dicen y cómo esos dos aspectos no concuerdan siempre. 

Además, aprendí sobre narrar gestos y movimientos, cuerpos, olores y elementos físicos del entorno, los cuales pueden nutrir o dar densidad acerca de los que se habla. Y, también, recurrir a la oralidad. Se aprende mucho desgrabando y registrando, por ejemplo, entrevistas. Se aprende sobre los ritmos del habla, las elipsis, los trastabilleos y, por supuesto, la digresión. En ese sentido, intento recuperar ese conocimento y usarlo cuando escribo narrativa. Ahora bien, si te tiro la firme, lo que más me gusta hacer es escribir ficción.