Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 03:42

UNA MIRADA RETROSPECTIVA

Conart busca seguir tradición histórica de tomarle el pulso a cambio de época

Del 8 al 16 de mayo se llevará a cabo una nueva “subedición” del evento que aún  continúa con la insignia de traer el arte contemporáneo al país en sus primeras ediciones.

Collage que reúne alguno de los trabajos de aquella primera histórica versión del Conart.       MARTADERO
Collage que reúne alguno de los trabajos de aquella primera histórica versión del Conart. MARTADERO
Conart busca seguir tradición histórica de tomarle el pulso a cambio de época

No se puede entender la historia del arte contemporáneo boliviano sin tener que abordar la historia del Conart. El Concurso Nacional de Arte Contemporáneo, como fue bautizado, no solo significó en aquellas dos primeras versiones de 2002 y 2004 la llegada del arte contemporáneo a la ciudad y el país, sino la de las concepciones de curaduría y gestión, a través de un encuentro que reunió por primera vez en Bolivia a estos artistas que exploraban nuevos lenguajes y eran vistos con malos ojos por los tradicionalistas. 

Después de 17 años de aquella trascendental segunda versión, que significó la punta de lanza para la creación del mARTdero (un espacio para dar lugar a los nuevos métodos de expresión artística), el evento no volvió a tener el apoyo municipal ni el impacto inicial, porque “lo primero siempre es lo más impactante”, como justifica la organizadora y creadora del Conart, Angelika Heckl. Sin embargo, se realizaron dos ediciones más, la de 2014 y la de 2018, y un tipo de “subediciones”, como es el Conart Procces, cuya versión 2021, “Cuerpo presente”, se desarrollará del 8 al 16 de marzo, apostando por la intervención urbana y el site-specific.

El Conart Process 2021 presentará cinco producciones que serán el resultado de la residencia de tres colectivos del país: Caída Común, Arterias Urbanas de Santa Cruz y Perros Petardos de Oruro, además de las obras de los responsables de esta versión, Maelna Rodríguez y Manu Estrada. El objetivo y la intención son los mismos que se han mantenido desde aquellas históricas primeras dos versiones: “la de tomarle el pulso a un cambio de época y hablar sobre los temas que ahora importan”, recalca Fernando García, director del mARTadero. 

HISTORIA “Inédito. Por primera vez surge en el país la primera convocatoria de carácter oficial al arte contemporáneo boliviano (…) Paradójica, pero felizmente, la convocatoria surge en Cochabamba, el departamento con la atmósfera artística más conservadora del país”, así anunciaba el artista y filósofo Ramiro Garavito, en este mismo medio, hace 19 años atrás, la creación del Conart. 

Heckl contó que este acontecimiento fue el resultado de una demanda que se venía preparando hace años por un grupo de artistas, representados por Garavito y Heckl en Cochabamba, Narda Alvarado y Tatiana Fernández y Raquel Schwartz y Valia Carvalho en Santa Cruz, organizados bajo el nombre de El Ojo Piensa. Una primera respuesta fue que el Salón Municipal de Artes Plásticas 14 de Septiembre abra en su edición del año 2000 una nueva categoría para las expresiones contemporáneas, edición que no fue bien recibida por las artistas conservadoras de la pintura de caballete, quienes eran los participantes recurrentes del certamen. 

“Tuvimos problemas en el último concurso del 14 de Septiembre antes del Conart, donde se decidió contemporizar el certamen desde la Alcaldía y que contó con un jurado especializado con Roberto Valcárcel y Cecilia Bayá. Eso creó luego una catástrofe en el ambiente artístico cochabambino porque se vieron amenazados los que llevaron tradicionalmente adelante el concurso. Entonces pedimos que se nos diera un monto y hacer un concurso aparte”, recordó Heckl. 

De esta manera se creó la primera versión del Concurso Nacional de Arte Contemporáneo que se llevó a cabo en el 2002 en la edificación republicana de la Casona Santiváñez. Los organizadores y participantes se dieron cuenta de que era “difícil trabajar en un patrimonio histórico con las características de esa”, recordó García, habiendo obras que fueron exhibidas en otros puntos de la ciudad por las limitaciones que presentaba la sede. Así para la siguiente edición, en 2004, se pensó en el antiguo matadero municipal, un espacio que estaba en abandono pero que “realmente podía ser un espacio de artistas para artistas, resignificado, descentralizado y transformado a través de la intervención de los artistas”. 

Este segundo Conart fue éxito. Se realizó en octubre, hubo cooperación internacional, se presentaron 70 obras de las cuales se escogieron 30 de 7 países: Argentina, Alemania, Bolivia, Chile, Suiza y Paraguay. Por primera vez se había creado un espacio donde las propuestas artísticas dialoguen con las corrientes universales, pero también se podía hablar de manera inédita de un arte contemporáneo propiamente boliviano.

COHESIÓN Y ACTUALIDAD Aquellas dos primeras versiones del Conart significaron la unión de muchos artistas del país que les importaba el arte contemporáneo como una forma de resignificar y de aportar nuevas visiones en la sociedad. “Fue más un proceso que un festival”, reflexionó García.

“A pesar de ser un concurso competitivo, fue un intercambio de ideas, cohesión y creación de un grupo de arte contemporáneo en todo el país. El evento no hubiera funcionado sin los participantes que colaboraron entre sí”, concordó Heckl. Los involucrados se comprometieron en utilizar la sede de forma más permanente, mejorando el sitio, así como la creación del Nodo Asociativo para el Desarrollo de las Artes (NADA), del cual se empezó a gestionar la personería jurídica y arrancar el proyecto mARTadero. 

Todo aquel ímpetu, júbilo y voluntad para hacer gestión cultural ad honorem llegó a explotar y cansar a Heckl, quien ejercía de presidenta de NADA y directora del mARTadero, además de realizar el Conart Process en 2005 y dos workshops en 2006 para el performance y la curaduría. “Tuve un burn out. Todo ese trabajo era kilométrico y no era pagado, sino voluntario. Está súper bien hacer un aporte a la sociedad, a lo que me dedique en cinco o seis años, pero estaba cansada y me sentía amenazada porque hasta me han dicho “gringa go home”, dijo Heckl. 

La artista delegó esa tarea social a quien entonces era su “mano derecha”, García, quien ahora es el director del mARTadero, centro que todavía se erige como el único centro cultural autogestionado del país y que encuentra en el Conart “su esencia misma”, la de ofrecer un espacio para las producciones que estén a la vanguardia de las expresiones artísticas, repensando y resignificando a la sociedad.