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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Charles Simic, el poeta que escribía en la oscuridad, muere a los 84

Era uno de los autores más influyentes de su tiempo y ganador del Premio Pulitzer de poesía. Criticó a las sociedades totalitarias y defendió al humanismo con altas dosis de ironía.
El poeta fallecido, Charles Simic. ABC
El poeta fallecido, Charles Simic. ABC
Charles Simic, el poeta que escribía en la oscuridad, muere a los 84

“La poesía es una huérfana del silencio. Las palabras nunca se igualan a la experiencia detrás de ellas”, escribió una vez Charles Simic, una de las voces más influyentes de la poesía actual, quien falleció el pasado lunes a los 84 años de edad.

Su deceso fue consecuencia de una demencia, según comunicó su amigo y editor Daniel Halpern. 

Galardonado con el Premio Pulitzer de Poesía en 1990 por “El mundo no se acaba”, fue autor de una treintena de poemarios, ensayos sobre literatura y cine, traducciones y libros de memorias en los que volcó su mirada ácida y perpleja ante los horrores del mundo. Su obra combinó una sensibilidad melancólica del viejo mundo con una ingeniosa aproximación a la vida moderna.

Nacido en Belgrado en 1938, forjó una carrera de más de cuatro décadas de creación literaria, que le ganaron algunas de las más altas distinciones en Estados Unidos, como el citado Pulitzer, del que ya había sido finalista en 1986, o la elección como Poeta Laureado por el Congreso. "Estoy especialmente conmovido y honrado porque soy un niño inmigrante que no habló inglés hasta los 15 años", dijo aquel entonces.

ESTILO

Su poesía, a pesar de la ironía, estuvo marcada por el pesimismo y su infancia en medio de la destrucción de la II Guerra Mundial, la invasión nazi de los Balcanes y los bombardeos aliados. "Cualquiera que haya vivido 82 años y haya sido testigo de tantísima violencia, injusticia y miseria como yo, probablemente no podrá ser optimista jamás", comentaba en una entrevista con El Cultural en julio de 2020. "Una vez, hablando de esto con mi difunto padre, llegamos a la conclusión de que deberíamos definirnos como joviales pesimistas, porque a pesar de todo, nos encantaba reírnos y disfrutábamos de un buen chiste".

Su padre tuvo que huir a Italia en 1944 por motivos políticos y fue encarcelado hasta que logró asentarse en Estados Unidos. Simic, su madre y sus hermanos fueron detenidos brevemente por las autoridades comunistas cuando trataban de escapar de Yugoslavia. Lograron finalmente llegar a París en 1953 y zarparon hacia Nueva York en agosto de 1954, aunque su destino final sería Chicago. 

En 1958, regresó a la Gran Manzana y trabajó como embalador de paquetes, vendedor y pintor de brocha gorda, mientras estudiaba y escribía poesía por la noche. Tras ser reclutado por el Ejército estadounidense en 1961 y pasar dos años como policía militar en Alemania y Francia, a su regreso se matriculó en la Universidad de Nueva York, donde estudió lingüística. En 1967 publicó su primer libro de poemas, “Lo que dice la hierba”. Y lo hizo en inglés a pesar de que no era su lengua materna.

"Nunca escribí un solo poema en serbio. A menudo la gente me pregunta el porqué. La respuesta es sencilla. Quería que las chicas estadounidenses de las que estaba enamorado pudieran comprenderlos", explicó en la conversación con esta revista.

Fue también profesor emérito de literatura estadounidense y escritura creativa en la Universidad de New Hampshire, donde enseñó desde 1973.

De sus memorias, “Una mosca en la sopa”, dijo el poeta Martín López-Vega en El Cultural que el lector "descubrirá un prosista cargado de sentido común, sentido del humor, sentido de la historia, sentido de la palabra exacta, y así en adelante hasta llegar no a un sexto sentido, sino incluso a un séptimo o un octavo". El propio Simic definió la poesía en este libro “la serenata del gato bajo la ventana de la habitación donde se escribe la versión oficial de la realidad”.

Después, el poeta evolucionó hacia un tono “más urbano, más narrativo, más humorístico”. En una entrevista que mantuvieron en Londres, Simic habló de su admiración por Octavio Paz, de la importancia de César Vallejo y Pablo Neruda en su poesía, de la ocasión que vio leer a Neruda y la emoción que le produjo: “Neruda era el poeta, después de escucharlo salías a la calle con ganas de comerte el mundo”, contó en aquella conversación.

Defensor del "menos es más", supersticioso sin remedio y con un humor irreverente que heredó de tierras balcánicas, Simic incluyó en sus poemas imágenes y metáforas desconcertantes, producto de su influencia surrealista, y personajes marginales que representan con ironía y dignidad el paso de la humanidad por la miseria y el fracaso. 

Sin posicionarse en escuelas ni movimientos, huyó de lo grotesco o lo incómodo, de la oscuridad y la ruina.