Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 08:52

ADEMÁS DE LA PANDEMIA

Niños quemados, entre carencias y un héroe de blanco que los vigila

Uno de cada diez de estos pacientes deja el tratamiento por falta de recursos; y tres de ellos abandonan la curación porque viven en zonas lejanas.
El doctor Oscar Romero durante la entrevista.     MARÍA FERNANDA VARGAS R.
El doctor Oscar Romero durante la entrevista. MARÍA FERNANDA VARGAS R.
Niños quemados, entre carencias y un héroe de blanco que los vigila

Mariluz Miranda, de 21 años, expresa alegría tras recibir donaciones en el pabellón de niños quemados. “Realmente nosotros necesitábamos para nuestros niños”, dice, y comenta que los tratamientos son costosos. Ella gasta cada mes 570 bolivianos, que es un monto significativo para las familias de escasos recursos como la suya.

También atraviesa por situaciones “duras” Soledad Tola, de 33 años, quien tiene dos hijos con secuelas de quemaduras.

Entre las carencias, necesidades y, en la actualidad, hasta la pandemia del coronavirus, estos niños tienen como un “héroe” a Óscar Romero, el médico cirujano que se encarga de estos pacientes.

Soledad Tola, con un semblante de zozobra menciona que las situaciones en la recuperación de sus hijos fueron “duras”.

En cuanto a su hijo mayor, no fue tan doloroso, puesto que no fueron “tan grave” las quemaduras.

En cambio, en el caso de su hija le realizaron el injerto de piel en cuatro partes de su cuerpo. Ella entró con el 80% de sus extremidades quemadas. Sin embargo, ha mejorado. “Gracias a Dios le está yendo bien. Todos los días estamos en fisioterapia”, describe.

El aspecto económico también le preocupa. Informa que gasta 1.000 bolivianos en los cuidados de su hija. Si bien su hijo ya se encuentra estable, invierte en los medicamentos de la pequeña, ya que la crema recetada para tratar sus heridas le dura un mes y “unos cuántos días más”, porque todos los días hace fisioterapia.

Adquiere dos productos cada mes. Explica que debe aplicarlo en la piel tres veces al día. La niña utiliza dos cremas, una de ellas cuesta 230 bolivianos, mientras que la otra, alrededor de 300.

Para Tola, como para los demás padres de familia, el doctor Óscar Romero es un profesional que les brinda el apoyo necesario a los pacientes, que en muchos casos son de provincias y de otros departamentos del país.

“Es cariñoso y educado con mis hijos”, sostiene Tola con un rostro esperanzado, pese a la situación por la que atraviesa su pequeña.

Nayra Espinoza de 27 años, una de las integrantes de la fundación Kushka Purisun junto con las pomadas que donaron.   MARÍA FERNANDA VARGAS R.

ROMERO Y SU VOCACIÓN La vocación es la pasión, sentimiento y valoración personal de una profesión. Es el caso del doctor Óscar Romero, quien es un “héroe” para los niños quemados.

El médico cirujano ingresa a su consultorio. Enciende las luces de su dispensario. Se sienta en su silla y expone sobre su trabajo en la entrevista.

Romero, de 76 años, indicó que empezó a estudiar Medicina a raíz de los dolores profundos que sentía su madre porque, según cuenta, era “enfermiza”.

Su preferencia siempre fue ser cirujano. “Yo tenía que rotar en diferentes servicios como cirugía, traumatología, entre otras ramas. En ese grupo estaba la especialidad de quemados. No me gustaba”, indica Romero, mientras sonríe algo avergonzado.

Explica que no le gustaba esa rama porque se ve sufrir a niños y había mucha mortalidad, entre otros factores. “Pero aquí estamos. No me arrepiento. Hemos podido avanzar bastante”, añade con un tono de voz que denotaba orgullo.

Gentelma Hinojosa es licenciada en Fisioterapia y Kinesiología. Explica que Romero fue de inicio y aún se mantiene como el “pilar fundamental” del servicio hacia los niños que se encuentran en el pabellón de quemados.

Asimismo, describe que el tratamiento medicinal para una persona con quemaduras es “muy caro” y añade que algunas familias de escasos recursos no pueden adquirirlos y dejan el tratamiento siendo los afectados sus hijos, porque les causa secuelas quirúrgicas.

Hinojosa explica que uno de cada diez niños quemados deja el tratamiento por falta de dinero para adquirir las pomadas y tres dejan el tratamiento porque viven en provincias o en el interior del país.

Romero recuerda que con el trabajo que ha venido realizando a través de los años, se pudo hacer un hospital para niños quemados en la fundación ‘Mosoj Ph’unchay’, de la cual es impulsor y fundador.

“El quemado, dentro de la medicina, es una rama muy complicada, y lo peor es que se queman las personas con escasos recursos”, expresa Romero.

El médico sostiene que cuando una persona tiene una economía razonable, los niños pueden salir adelante. En cambio, cuando la familia tiene escasos recursos, a veces los niños son quienes ayudan en las tareas domésticas de la casa; entonces, estos factores hacen que se expongan al peligro.

Las quemaduras son patologías costosas. Además, que su tratamiento es largo. Sin embargo, recalca que existe el servicio del hospital de quemados de su fundación que cobra montos reducidos para ayudar a niños y niñas afectados.

LA FUNDACIÓN MOSOJ PH’UNCHAY La fundación Mosoj Ph’unchay se encuentra en la ciudad de Cochabamba, está situada entre las avenidas Circunvalación y la calle Mercedes Cabrera (Zona Pacata Baja).

El impulsor y fundador de esta Organización No Gubernamental (ONG) es Romero. La institución se creó hace 15 años, para atender a niños quemados con escasos recursos y para que las personas no abandonen el tratamiento por la lejanía de sus domicilios.

Romero detalla que se hicieron gestiones para conseguir el lote de la fundación. Es así que en 2018 se empezó a construir el hospital para niños quemados.

En la actualidad, la infraestructura cuenta con dos quirófanos. Tiene un área de recepción, sala de espera, sala de emergencias, sala de fisioterapia; y hay habitaciones para rehabilitación, entre otros. Asimismo, es como un hogar donde pueden quedarse hasta 13 niños. Cuentan con un área de recreación para los infantes que se queden hospedados. También tienen los ambientes de lavandería, depósitos, cocina, sala, consultorio, entre otros. 

Por otro lado, Romero expresa que la pandemia también les afectó. “Imagínese que por la COVID-19 fallezca un niño, nos cuelgan”, afirmó, mientras agrandaba los ojos.

También, expone que a través de gestiones pudieron conseguir equipamiento para una mejor atención de los pacientes. Se trata de una donación de Italia. Cuando la pandemia pase, prevén realizar todos los trámites para tenerlos dentro del hospital. Además, explica que cuando lleguen los equipos se abrirá oficialmente el nosocomio, ya que estructuralmente está completo. 

Asimismo, indica que él es consciente de que el niño quemado atraviesa por un proceso de dolores agresivos. Entonces, la única forma de calmarlos es con la anestesia. Sin embargo, cuando uno llega a ver una evolución de mejora en el paciente, no es traumatizante. Romero menciona que su objetivo es que se recuperen los pacientes y éstos puedan “autosustentarse” a lo largo de sus vidas.

“Es bonito trabajar para ellos, no por conseguir una recompensa económica, sino es una satisfacción propia. Ver a un niño que juegue o haga deporte. Es maravilloso”, dice el fundador de la institución. 

Romero comenta que reciben ayuda del Gobierno como institución sin fines de lucro. “Mire las cosas que tenemos. Todo es donación”, dice, mientras señala dos pelotas de fisioterapia, juguetes y algunos aparatos.

Además, añade que están pensando hacer postgrados en áreas de salud para dar sustento económico a la fundación. Asimismo, considera que aún tiene mucho por trabajar y lo más importante que es formar personas.

“Yo me siento bien y me gusta mi trabajo. Hay que ser como un niño más cuando se los trata, para que ellos puedan manifestar sus dolores y no tengan vergüenza. Tenemos que convivir y compartir con ellos”, agregaba el médico con orgullo y seguridad. 

La Fundación Mosoj Ph’unchay.    FACEBOOK MOSOJ PH’UNCHAY

JORNADA DE DIVERSIÓN La Fundación ‘Kushka Purisun’, que en quechua significa caminemos juntos, es una de las instituciones que se ocupa de ayudar con donaciones al pabellón de niños quemados. Durante el mes de abril entregaron pomadas, y con motivo del día del niño realizaron un show con payasos, además de compartir helados para refrescar la calurosa tarde de ese día.

Alrededor de 15 niños y niñas, acompañados de sus mamás, recibieron a los integrantes de la fundación y los payasos, mientras una enfermera se aseguraba de desinfectar a todos los presentes con alcohol. 

Llegaron los payasos con sus vestimentas características coloridas, que brillaron aún más a la par de las sonrisas que tenían los niños. Empezaron con un juego y a pesar de las heridas y quemaduras que tienen los niños, no fue impedimento para demostrar sus habilidades.

Un niño empezó a bailar y a girar como un trompo. El pequeño demostró su habilidad en la danza del salay mientras el doctor Romero miraba desde un pasillo, como vigilando que las sonrisas de los niños se multipliquen.