Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Margarita sanó sus heridas y ahora quiere curar a otros

Ella sobrevivió. Fue víctima de intento de feminicidio. Por temor, incluso salió del país. Pero, volvió; estudió y se graduó de enfermera. Tiene más sueños.
Margarita junto a otras mujeres en la casa de Adelante Mujer, en diciembre de 2020. NOÉ PORTUGAL
Margarita junto a otras mujeres en la casa de Adelante Mujer, en diciembre de 2020. NOÉ PORTUGAL
Margarita sanó sus heridas y ahora quiere curar a otros

Camina sonriente por el pasillo en medio de los invitados, orgullosa del brazo de sus dos hijos y portando la foto de su madre, quien murió hace poco aquejada por un cáncer. Margarita C. viste uniforme blanco y cofia con identificativo de la Cruz Roja. Es su acto de graduación como enfermera.

Se cuenta fácil, pero aquí están 11 años de su historia, que empiezan con la ilusión de formar una familia; sin embargo, incluye un camino con violencia y hasta un intento de feminicidio; pero, también el de la fortaleza, muchas veces casi perdida, de insistir en seguir el camino y darle paz a su familia, y hasta obtener un título profesional.

Sus heridas sanaron con el pasar del tiempo. Ahora, hace un juramento como enfermera para curar a otros; ella asegura que no solo serán dolencias del cuerpo sino también en lo emocional. Aunque por un tiempo ella salió del país, volvió, a Cochabamba, para continuar sus sueños.

Hace más o menos tres años, Margarita estuvo a punto de morir en manos de quien fue su pareja y quien es el padre de sus hijos. Pero, no dejó que el último golpe segara su vida.

Ocho años antes de aquel día, ella empezaba a formar una familia. Sus sueños de estudiar en la carrera de Enfermería ya existían desde entonces; pero no lo hizo porque debía dedicarse a su casa, su esposo y sus hijos, es lo que él quería.

“A veces nos crían diciendo que ‘es tu esposo y tienes que aguantar’. Hay machismo”.

Hubo denuncias por violencia. Pero, en el ánimo de no quebrar su familia, incluso llegó a conciliar.

“Hasta te hacen sentir que es por tu culpa, eso también me hacía regresar. A veces, denunciaba en el SLIM (Servicios Legales Integrales Municipales), y al final volvía. Estaba tan bajoneada; ya teniendo hijos, económicamente dependía de esa persona. Él era tan machista, no le gustaba que trabaje, si no que me dedique solo a él y a mis hijos. Creí que siempre tenía que ser así”.

Las veces que intentaba separarse se topaba con la dificultad de no saber dónde ir ni qué darles para comer a sus pequeños. No encontraba trabajo y no querían recibirle con niños en algunas casas.

“Entonces, volvía; le creía que iba a cambiar (…). Todos los años se fueron arrastrando así. Y cuando decidí separarme, él no lo aceptaba, decía que yo estaba con otro hombre”.

Estando separados, él intentó quitarle la vida.

“Llegó a mi casa, no se me había pasado por la mente que iba a llegar a tanto. Trató de cortarme la cara. Me defendí y me cortó las manos y parte de mi pecho”.

La violencia fue mayor.

Ella lo denunció. Él escapó aquel día.

Presentar la denuncia y abrir el proceso, no fue un tema inmediato. Ella relata que fue a una Estación Policial Integral (EPI) y a la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) en más de una ocasión.

Tuvo que insistir durante dos semanas. Entonces, conoció a Mercedes Cortez, de la fundación Voces Libres y se pudo abrir el caso, que pasó a la Fiscalía.

Él fue capturado. Ella tenía pruebas.

Pero, le presentaron una contrademanda a Margarita, denunciándole a ella y a sus familiares por supuestamente haber agredido al agresor.

“Avanzaba más rápido esa denuncia que el proceso por intento de feminicidio. Ellos me presionaban para que yo levante la denuncia, para que ellos también lo hagan”.

El camino no fue sencillo. A estos problemas, se agregó uno más, le descubrieron un tumor a la mamá de margarita; tenía cáncer.

“Mi vida se volvió un calvario (…). Pero, seguí”.

Para ella, lo más importante era vivir en paz, dormir tranquila, sin el temor de que nadie llegue a su casa para agredirle.

Continuó presentando memoriales, perdiendo el miedo.

Su agresor estuvo detenido en la carceleta de Arani. Pero, apeló y salió a pocas semanas de ingresar. Le dieron medidas sustitutivas, arresto domiciliario con derecho a trabajar.

Ella se sintió defraudada de la Justicia, porque sentía peligro y necesidad de seguirse protegiendo.

“Sí me daban las medidas de protección, pero nada me aseguraba que él pueda intentar algo contra mí”.

En esas circunstancias, abandonó Bolivia, se fue a Argentina, “por miedo”.

Pero, estando allá reflexionó; en eso le ayudaron su madre y la fundación.

“Yo no tenía que huir. Lo pensé. La vida allá era también dura”.

EL RETORNO Y A ESTUDIAR

Margarita regresó al país y tuvo el apoyo de Cortez, acudía a terapias psicológicas.

“Entonces, decidí estudiar. Ya no era tiempo de llorar (…). Tenía dos hijos, la decisión de separarme y denunciar era por el bien de ellos. Decidí estudiar lo que a mí me gustaba cuando yo me junté con mi ex pareja. Dejé de estudiar durante los ocho años que viví con él”.

Al tomar el camino de formarse profesionalmente, tampoco encontró una vía sencilla. Tenía cuatro procesos legales en marcha, dos hijos, que entonces estaban pequeños, y una mamá enferma, quien “estaba desahuciada” y necesitaba cuidados.

“A veces, quería rendirme, decía ‘no voy a poder’. Veía a mi mamá, veía a mis hijos, era costoso, la enfermedad era cara, mi mamá estaba postrada en cama”.

Encontró fortaleza en las mujeres que eran parte de Voces Libres.

En 2020 perdió a su mamá, cuando Margarita estaba ya haciendo sus prácticas, como parte de su carrera.

Además, llegó la pandemia del coronavirus, COVID-19.

Reconoce que no hubiera logrado seguir si no era por el apoyo de instituciones y personas que confiaron en ella, además de profesionales que le dieron apoyo.

En Voces Libres tuvo ayuda legal y psicológico, además del respaldo de una trabajadora social. En esa fundación contaban con una guardería, donde ella podía dejar a sus pequeños, mientras trabajaba medio tiempo y también estudiaba.

Para su carrera de Enfermería, la Cruz Roja le dio media beca.

“Esos lazos institucionales hacen mucho para que una mujer que pasa por una situación de violencia pueda salir adelante”.

Explica que, sin dinero, sin trabajo, sin tener dónde dejar a los niños, nada es sencillo.

 “Pasé por muchas cosas, y se pudo. Tal vez en el camino tuve caídas y pérdidas, como la muerte de mi madre, pero sé que ella está feliz; a veces quería rendirme, pero ella decía que ‘no’, y yo quería sentirme también orgullosa de mí misma”.

Este tipo de programas son impulsados, por lo general, por organizaciones no gubernamentales (ONG), que son más de una en Cochabamba.

“Ahora, yo ya conozco, sé cuáles son mis derechos, sé cuánto valgo. Yo ya no puedo mirar atrás y volver, no puedo; porque rompí ese círculo de violencia. Lo hice también por mis hijos, no quiero que ellos vivan lo mismo o sean a futuro personas violentas con la vida, que es lo que yo les iba a dar si me quedaba”, reflexiona.

Margarita agacha la mirada, se toca el pecho con la mano derecha, se le entrecorta la voz y derrama algunas lágrimas mientras narra los momentos más duros de su vida. Pero, se incorpora nuevamente y sonríe cuando se refiere a sus sueños, uno de ellos ya cumplido: ser enfermera.

En la actualidad ella es parte de Adelante Mujer, institución donde también brindan apoyo a mujeres víctimas de violencia. Margarita es una de las líderes.

Tras la muerte de su madre, sus hermanos migraron y ella quedó sola. Pero, ve como a una familia a las mujeres que ahora ella ayuda.

Su expareja está libre. “En esa libertad ni siquiera le dijeron que él tenía que asistir a una terapia psicológica. Tuve que pedirlo yo”.

Luego de más de dos años y medio de haberse iniciado el proceso, recién dieron lugar a que él sea enviado a terapia psicológica en SLIM. “Esta persona no va a cambiar, si no le dan una terapia alternativa”.

Ella se convierte en un ejemplo para sus hijos y lo dice satisfecha.

“Ellos me ven como la mamá valiente, la mamá que puede todo. También quiero ser ese ejemplo para otras mujeres que a veces piensan que nos e va a poder”.

Margarita se califica como una “sobreviviente de la violencia”.

UN JURAMENTO

Ella es parte de un grupo de 44 graduados de del Instituto Técnico Ignacia Zeballos.

Durante el acto de graduación, Margarita y sus compañeros incluyen en su juramento ejercer su profesión “con honradez, fidelidad y dedicación”, además de “respetar la vida y la dignidad humana (…)”.

Para ella, ser enfermera va más allá de curar las heridas que las personas puedan tener en el cuerpo.

“A veces, desde la parte de enfermería, puedes conocer algunas dolencias no siempre físicas, sino psicológicas”. Además, continuará en Adelante Mujer.

Ella trabajó antes limpiando casas, en repostería y otros oficios. En la actualidad, aunque solo por unos días más, ya tiene su primer trabajo como enfermera. Está en primera línea atendiendo adultos mayores con COVID en un asilo.

“Me gustaría trabajar en algún hospital o clínica”, expone su próxima meta.

Ahora, graduada, da las palabras en representación del grupo C de los graduados. Agradece, sonríe, y enfatiza: “En esta vida, todo se puede. No hay obstáculos. Hasta lo malo nos trae algo bueno”.

Sus hijos, parte del auditorio, le aplauden.