Muchos productores abandonaron el rubro

Intermediarios, los enemigos de la floricultura local

Plagas, contrabando y falta de mercados asfixian al sector. Piden políticas de fomento y asistencia técnica.


Los intermediarios se han convertido en los principales enemigos de la floricultura en Cochabamba. Se quedan con buena parte de las ganancias, avasallan espacios de venta de los productores y fomentan el contrabando de semillas, con el que además ingresan plagas que destruyen suelos y cultivos.

El 80 por ciento de los productores de flores quebró en los últimos cuatro años, afirma la presidenta de la Federación de Floricultores de Cochabamba (Fedeflor HV), Teresa Barrionuevo.

Los altos costos de producción, la falta de asistencia técnica para combatir plagas, la competencia desleal del contrabando y la falta de mercados de exportación obligan a muchos a desistir. Quienes aún persisten lo hacen a costa de contraer deudas bancarias, como Rolando Díaz, un productor de Anocaraire que contrajo un crédito para instalar un vivero de rosas, pero su cultivo fue atacado por un hongo que arruinó toda su producción.

Otros con mejor suerte logran un producto de calidad. Un amarro de 25 rosas de primera costaba hasta 70 bolivianos hace unos 15 años, ahora cuesta 25 bolivianos, pero basta que pase a manos del intermediario para que su precio suba a 30 bolivianos.



MERCADOS La Paz, Santa Cruz, Oruro y Sucre son los principales mercados para las flores cochabambinas y los dos primeros concentran el 70 por ciento de las ventas, pero los réditos no son para el productor sino para el intermediario. La misma rosa de primera que en Cochabamba cuesta un boliviano, se vende a cinco en Santa Cruz y hasta en 10 bolivianos en el mercado Rodríguez de La Paz.



PELEA POR PUESTOS Los intermediarios también avasallan los sitios de venta que la Intendencia otorgó a los productores.

Barrionuevo dice que disponen de una docena de espacios en la esquina de las calles Uruguay y Lanza. El lado norte es para los comercializadores y el lado sur es para los productores. “Pero ellos nos han desplazado y ocupan más de la mitad de nuestro espacio. No abastece para la venta de 46 asociaciones”, afirma.

La situación es similar en los otros municipios del eje metropolitano. “No tenemos mercados para vender, tenemos que contentarnos con puestos en la calle. Se da más prioridad a los comerciantes. En Cercado construyeron el mercado Santa Bárbara, en Quillacollo hay proyectos con financiamiento de la UPRE (Unidad de Proyectos Especiales), pero son para los comerciantes no para los productores”, lamenta.



CERO EXPORTACIÓN Barrionuevo afirma que Fedeflor tiene capacidad para exportar porque produce flores de calidad, pero no hay mercados, ni como espacios físicos ni como destino para su producción.

Reconoce que hay gestiones de la Federación de Entidades Empresariales Privadas de Cochabamba (FEPC), que hizo una rueda de negocios con compradores de Brasil y Uruguay a los que se ofertó rosas, claveles, liliums y flores exóticas del Trópico; sin embargo, no hay rutas aéreas que permitan recuperar mercados externos. La FEPC también realiza gestiones en ese ámbito.

Fedeflor tiene personería jurídica desde 2009 y desde entonces sus principales objetivos han sido que se controle el contrabando, abrir mercados de exportación y que se construyan mercados fijos en los municipios.

Una ley nacional declara a Cochabamba “Capital de las flores del Estado Plurinacional” y otra departamental establece el apoyo con medidas para la producción, industrialización y comercialización, pero no se cumplen.



CONTRABANDO Perú, Paraguay, Ecuador y Uruguay son los países desde donde llega el contrabando de flores, sobre todo de rosas.

El presidente de los productores de Anocaraire, Gonzalo Céspedes, cuenta que este año hicieron seguimiento para el Día de la Madre. Descubrieron que los comerciantes trajeron de La Paz rosas provenientes de Ecuador que estaban camufladas en otras flores.

“En Anocaraire no nos dedicamos a otras variedades. Hubo un tiempo en el que optamos por el lilium, pero su rendimiento solo es óptimo para una cosecha y lo abandonamos”, dice Céspedes.

Además, el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag) descubrió que llegaron semillas de gladiolo y lilium con enfermedades que no solo afectaron a los cultivos, sino que también degradaron la tierra.

El contrabando afecta por todos los flancos. Como el producto es de mejor calidad, se vende mejor y es más caro. Eso merma todavía más las ganancias de los productores.



PLAGAS Céspedes dice que el trabajo es duro, hay que proteger las plantas desde el almácigo y, muchas veces, hay jornadas de 48 horas porque el ciclo del producto así lo exige.

Pero con el ataque de plagas, la situación se hace más crítica. Algo que Díaz vive en carne propia desde que el hongo oidio se adueñó de su vivero de rosales.

Es la enfermedad más frecuente e importante en un rosal. Es un polvillo blanco o gris claro que aparece en hojas, tallos o flores y provoca que la planta se vuelva amarilla y se seque. Céspedes dice que ataca año redondo y llega con el viento. “Se necesitan fungicidas, pero son muy costosos, a veces usamos detergentes o algún preparado casero para tratar de combatir. Pero todo eso sube nuestros costos”, afirma.

Barrionuevo insiste en la urgencia de contar con asesoramiento técnico para el control de plagas y así poder elevar la cantidad y calidad de la producción.

El acceso a fungicidas del productor al consumidor también abarataría costos, añade Céspedes.



ABANDONO En 2018, la Asociación de Productores de Flores de Anocaraire tenía 180 miembros. Este año esa cantidad se redujo a 60 personas. El dato confirma que muchos productores abandonan el rubro.

Algunos optan por cultivar en invernadero, para eso contraen préstamos que después no pueden cubrir. Entonces abandonan la floricultura para trabajar en otra actividad más rentable.

Barrionuevo dice que algunos se dedican a producir hortalizas y verduras, pero muchos otros prefieren vender su tierra e irse a zonas periurbanas de la ciudad a poner una tienda o algún negocio. En contrapartida, sus terrenos agrícolas son urbanizados y comprados por gente de la ciudad.