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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Hombres trans de la Llajta se unen y buscan la “sana masculinidad”

Crearon un grupo para identificarse. En la cuarentena estricta, compartieron alimentos con aquellos que menos tuvieron. Las personas defienden la lucha por su identidad.

De izquierda a derecha, Jheffry, Idyel, Patrick, Mon y Yaguar, parte de la organización. Gentileza Patrick Gantier
De izquierda a derecha, Jheffry, Idyel, Patrick, Mon y Yaguar, parte de la organización. Gentileza Patrick Gantier
Hombres trans de la Llajta se unen y buscan la “sana masculinidad”

“Salí del closet con mi orientación sexual, después de los 22 años. Vivía de acuerdo con lo que mis papás querían. Desde el colegio me gustaban las niñas, pero no podía decirlo. Me enseñaron en la Iglesia que eso era pecado. Había una pelea interior en mí. Me preguntaba: ‘¿por qué, Dios, me has hecho así?, ¿por qué no puedo ser normal?’. Me fui a vivir a La Paz, lejos de mi familia. Ahí dije: ‘quiero hacer lo que me gusta’. Trabajaba y recién empecé a salir del closet. Yo me sentía varón. Luego, tuve problemas con parejas porque me decían que no querían un novio varón. ‘¿Entonces, qué soy?’, me cuestionaba. Hasta entonces, no conocía hombres trans. Pensaba que ello (la transición) se daba de hombre a mujer. Luego me di cuenta de que yo era un hombre trans”. Para reconocerse como un hombre transgénero y disipar todas las dudas que experimentaba en torno a su identidad, Gabriel Alfaro, un cochabambino de 34 años, tuvo que atravesar un proceso complejo que terminó de comprender con la orientación de una persona amiga y la madurez, según explica.

El concepto de “hombre trans”, que apunta a la persona biológicamente femenina que resuelve pasar por una “transición física” para adquirir las características masculinas que siente propias, se presenta como algo nuevo en el país, a diferencia de lo acontecido con las mujeres de esa condición, que mediante movilizaciones, desfiles y talleres se encargaron de promover su bandera y su lucha.

De ello tiene certeza Patrick Gantier, uno de los fundadores de Hombres Trans Diversos Cochabamba, organización surgida en julio de 2019 con el propósito inicial de crear una red de pertenencia entre aquellas personas que se definen y encasillan detrás de dicha identidad. El grupo es relativamente reducido. Hasta la fecha, cuenta con poco más de 20 integrantes. Sin embargo, la institución entiende que hay muchos ciudadanos más que están “ocultos”, que “no salieron del armario” por temor a la condena familiar y social.

Patrick relata que todo comenzó entre amigos, como una suerte de espacio en respuesta a la “sensación de exclusión”. Ahora, la institución se enfoca en albergar a todo aquello relacionado con las masculinidades, aunque claro que también acoge a las personas que forman parte del colectivo LGBT (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transgénero) y que se definen, por ejemplo, como no binarias. Es decir, que no se perciben como hombres ni mujeres. “Entre todos ayudamos a descubrir quiénes somos”, señala el activista trans, que concibe como un “sueño realizado” el hecho de haber pasado por el quirófano para practicarse una mastectomía (extirpación de las mamas).

MACHISMO

Llegar a la “sana masculinidad” y a ser “hombres de bien” es el objetivo, por lo que uno de los blancos es combatir los posibles rasgos del machismo generado curiosamente desde adentro. Para ello, consiguieron contar con la asistencia psicológica de un equipo experto que les brinda tratamiento. “Hemos tenido bastantes problemas con el machismo porque existieron conflictos de violencia. “Venimos de ser mujeres biológicas. Hemos visto el maltrato que el hombre macho ejercía sobre nosotras cuando éramos mujeres”, reflexiona Patrick, que recuerda que, “gracias a Dios”, en su familia aceptaron su decisión y no contó con un padre machista. “Tenía dos madres”, bromea, entre risas.

La mastectomía formó parte de su proceso, al igual que la hormonización. Sobre esta última, reconoce que el consumo suele causar daños en los óvulos y los ovarios. De ahí la importancia que le atribuye a la atención ginecológica y endocrinóloga. Acude pese a no sentirse cómodo, pues suele encontrarse con doctores que no comprenden su condición. “En otros países, el Estado da las hormonas. Aquí, nos cuestan 1.600 bolivianos. Los médicos no están interiorizados con el tema. Uno debe explicarles. A veces nos ven como que estamos mal de la cabeza. Como hombre trans, aún tengo vagina. Como Patrick, ¿cómo voy a acudir a la ginecóloga? Llegas a la ginecóloga y tienes que explicarle que te estás hormonizando, pero que posees aún el sexo biológico y necesitas que te revise. Hay un poco más de ayuda para las mujeres trans porque ellas ya han tenido su lucha. Nosotros estamos empezando con la nuestra. Tenemos la sensibilidad femenina, pero estamos transitando hacia una sana masculinidad”.

“NECESIDAD”

Idyel (29) también integra la organización cochabambina. La explicación sobre la elección de su nombre masculino es sencilla: invirtió el orden de las letras de su nombre de nacimiento femenino, que era Leydi. El 14 del mes en curso cumplirá un año con su nueva identidad, algo que su familia aún digiere. “Ahora no me dicen nada, pero les está costando. Siguen llamándome como antes. Ya conseguí lo que quería y lo que soy. En la transición se dan poco a poco los cambios”, comparte el hombre trans que trabaja como comerciante. Tuvo que resignar todos los ahorros que había juntado para quitarse las mamas y utilizarlos para subsistir durante la cuarentena estricta, que comenzó en marzo de 2020.

Deberá aguardar más tiempo para llevar adelante un procedimiento quirúrgico que a diferencia de Patrick asume como una “necesidad”. “No solo es un sueño, porque con la hormonización uno puede contraer alguna enfermedad. En Argentina cuentan con seguro, hormonización y acceso a la mastectomía. En Bolivia, en salud estamos muy por debajo de los otros países”.

Agotó sus ahorros, pero pudo ayudar a aquellos compañeros que la pasaron muy mal durante el confinamiento rígido porque no tenían trabajo. Junto a Patrick, llevó adelante la distribución de arroz, fideos, papa y carne. Carlos, un muchacho que se paraba en los semáforos para ganarse unos pesos junto a su niño, fue uno de los beneficiados por la red.

Entre los hombres trans de Cochabamba se encuentra uno que confecciona pantalones y otro que se prepara para ser mecánico, pero que vende fiambres junto a su familia. Otros tantos se encuentran vinculados con el arte, por lo que la organización pretende volver a promover actividades relacionadas con el teatro.

Patrick describe que la atención médica es cara. Una consulta al endocrinólogo le cuesta 300 bolivianos. Por ello, pide que el Estado pueda ayudar al sector con consultas gratuitas. “Que el Gobierno se interiorice en lo que son las personas trans y pueda dar esa manito”.

La psicóloga Scarlet Alarcón, quien junto a su institución brinda contención a la población masculina, recuerda que facilitan orientación clínica, con el foco puesto en la particularidad de la persona. “No los vemos como diferentes. Para nosotros son sujetos que tienen problemas como cualquier persona”.

Los hombres trans acudieron a la entidad para ofrecer un taller, de modo que los profesionales de la salud mental pudieran familiarizarse más con los elementos que hacen parte de la diversidad de género. “Hay que ir trabajando más”, señala Alarcón.