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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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EL TRABAJO INFANTIL DESARTICULA FAMILIAS

60% de niños trabajadores son mujeres; para ellos es “normal”

Los más pequeños no asocian estas actividades con una fuente laboral. La compañía de sus “amiguitos” alivia la carga de las actividades que realizan a diario.

60% de niños trabajadores son mujeres; para ellos es “normal”
El 60% de los niños trabajadores en Cochabamba son mujeres, al menos en el eje metropolitano.

Los últimos informes del Instituto Nacional de Estadística (INE), recopilados en el documento “Trabajo infantil en Bolivia”, de la Unicef, relatan una cifra aproximada de 17% de niños trabajadores en Cochabamba, según el área de residencia y ocupación.

Si bien este departamento ocupa el tercer puesto dentro de las cifras que registran el trabajo infantil, en comparación de las ciudades principales del país, los cálculos aún son alarmantes en relación a las cantidades de habitantes de Santa Cruz y La Paz con nuestra ciudad.

“Es difícil cuantificar la cantidad exacta de niños trabajadores en cualquier área, a veces son las madres las que ocultan este hecho, porque los ponen a vender, limpiar u otras cosas”, explica la directora de Género Generacional, Carolina Orías.

Sobre todo en las zonas rurales, donde existe el trabajo minero y en agricultura, las cantidades son inexactas.

Los empleos que la sociedad suele otorgarles a los niños en el área urbana generalmente son de limpieza y en el sector de ventas. La remuneración que reciben es mínima, y los abusos hacia los menores son un “secreto a gritos”.

A pesar de tratarse de uno de los sectores más vulnerables, los alcances de la normativa no logran protegerlos del todo.

La Ley 548 del nuevo Código Niña, Niño y Adolescente señala: “Excepcionalmente se reconoce el trabajo por cuenta propia de los niños y adolescentes desde los 10 años y por cuenta ajena desde los 12, con permiso de sus progenitores”.

En numerosos casos, son los mismos progenitores quienes envían a trabajar a sus hijos.

“Son los mismos padres los que utilizan a sus niños porque causan pena, porque son niños y la gente es mucho más sensible a ellos. Entonces los usan para generar ingresos”, indica Orías.

Señala que esto causa gran desapego al interior de las familias, y una posterior “fractura” al transformar a los menores en una “fuente de dinero”.

Por otro lado, es difícil identificar, contabilizar, y más aún proteger a los niños trabajadores, porque muchos se ocultan y no asocian sus actividades con un empleo.

Los niños más pequeños, que generalmente se dedican a la venta de caramelos o a limpiar parabrisas, creen que las actividades que realizan son de recreación.

“Cuando los niños se encuentran en grupo, tienden a asociar sus actividades con el juego y el entretenimiento. Empiezan a generar charlas, risas y anécdotas con las cuales no sienten la carga real que significa estar trabajando”, explica la psicóloga Mónica Iluva, del Centro Infantil Mis Huellitas.

Agrega que, muy aparte de los peligros a los que se expone a los niños en las calles, también existen riesgos a futuro.

Algunos menores abandonan sus hogares a tempranas edades como a los 15 o 16 años, porque el dinero les otorga una “temprana independencia”, por la cual ya piensan como adultos con miras a vivir solos o formar una familia.

OPINIÓN conversó con algunos niños trabajadores de diferentes áreas de la ciudad, como el Cementerio General, parada de minibuses y otros, en los cuales los menores relataron con completa normalidad sus actividades diarias, incluso entre inocentes risas.

La mayoría de ellos empezó a trabajar por la influencia de amigos de sus mismas edades, que los llevaron a sus actividades como una simple distracción.

Muchos relatan que al pincipio, incluso, ni siquiera les preocupaba la paga. Sólo esperaban el momento de jugar.

Una actividad “normal”

Miguel A.

Miguelito trabaja limpiándo lápidas en el Cementerio General de Cochabamba. Tiene ocho años y se dedica a esta actividad desde hace casi tres.

Dice que al principio iba al cementerio siguiendo a sus primos mayores por jugar y reír. Nunca pensó en ello como un trabajo.

“A veces me pagan, a veces no. Pero me gusta estar aquí con mis primos, porque cuando no hay gente jugamos nomas, no me aburro”, dice.

Daniel S.

“Yo no trabajo, nunca he trabajado. Solamente vengo aquí y a los chicos cuando pasan clases les vendo chicle, chupete, galleta y cigarro”, relata Daniel, que se dedica a vender pastillas en las aulas de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).

A sus cinco años, Daniel no relaciona  su actividad con el trabajo. Piensa que se trata de un simple pasatiempo, que realiza junto a sus hermanos.

Maykol V.

“¡Quillacollo, Quillacollo!” es el grito de Maykol, de nueve años, que vocea todas las tardes para que los pasajeros tomen el minibús que se dirige a este municipio.

El pequeño cuenta que los choferes “más buenitos” le pagan hasta cinco bolivianos.

“Antes ni me pagaban pues. En los primeros días mi amigo me ha traído, porque después ibamos a jugar pelota. A modo de esperarle he empezado a gritar nomás”, cuenta.

Maykol cree que su actividad no es un trabajo. “Los que trabajan son diferentes, yo grito nomás aquí  para que la gente se suba”, agrega.

Maykol indica que a la hora del almuerzo acuden a los “agachaditos a comer fideo”.

Riesgo
El máximo peligro al que se exponen los niños trabajadores son las redes de trata y tráfico de personas.