Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 18:15

LA PRODUCCIÓN EN HOJALATA ES AFECTADA POR LA COMPETENCIA DE LOS JUGUETES CHINOS

“Sólo hay trabajo para los chinos y la vida es amarga”

“Sólo hay trabajo para los chinos y la vida es amarga”



Celestino Chávez, de ochenta años, es hojalatero. Su puesto de venta en la feria de Alasitas es uno de los más conocidos por las cocinas, refrigeradores y menaje de cocina que ofrece.

Chávez recuerda que, cuando era pequeño, las alasitas eran frente al templo del Hospicio. Su madre vendía artesanías de hojalata, de las más pequeñas y allí comenzó su afición y pasión por la producción artesanal.

El artesano participa de las ferias de alasitas desde hace más de 30 años. ”Vendemos donde sea. En Santa Cruz nos botan al muladar. Sufrimos bastante, es la ley de la vida”, dice.

Las cocinas marca “Original” atraen la mirada de las niñas y de las madres, que lo primero que hacen es tocar los bordes del metal, si es que no son filosos. El trabajo de Chávez es prolijo y no hay peligro de que las y los niños se puedan lastimar con los bordes. “Hay que hacer bien  el producto, para que dure, no es para un día”, dice.

Las cocinas que más salen son las grandes, agrega Chávez refiriéndose a una que no supera los 25 centímetros de largo.

La materia prima que utiliza es la lata de alcohol, que la recicla. El hojalatero suelda con estaño y el alza del precio del mineral afecta los costos de producción. Denuncia que esas elevaciones se dan porque “los gringos” están acumulando minerales.

Para pintar, Celestino lava la lata con detergente. “Si está sucia no sujeta la pintura”, indica. Las más difíciles de lavar son las de manteca.

Hay  calamina pero no se puede usar, porque repele la soldadura de estaño.

Otro insumo en la producción de las cocinas y refrigeradores es la pintura, lo que también eleva el costo de la artesanía.

Los modelos son clásicos, pero cada producto toma años de perfeccionamiento. Chávez muestra una cocina y dice que es un experimento. “Tengo que afinar hasta tener un buen tamaño. No copio de nadie, sólo los paceños nos copian”, dice bromeando.

En tres meses, Celestino fabrica unas 120 cocinas y con ese número recién puede considerar una mínima ganancia. Una cocina cuesta 70 Bs con el menaje competo. El trabajo que está en ese producto es muy laborioso y las puertas del horno se abren. Celestino Chávez calcula que en dos días puede hacer una cocina. ¿Y el material y mi jornal?, pregunta.

 El artesano también produce pequeños hornos industriales y equipos de arado para las ferias del campo. Alllí los campesinos se compran y los hacen bendecir, para tener un día esa maquinaria en tamaño real.

“Está floja la venta”, comenta Chávez al comparar la situación actual con años pasados.

“Mi madre vendía muy bien. Hoy sólo hay trabajo para los chinos que nos lo quitan”, dice al referirse a la competencia de los jugeues de plástico. Los mejores años fueron hasta el 2000. “Antes que aparezcan los juguetes chinos, pero de ellos no se abren las puertas”, aclara, al indicar que aquella vez “vendíamos waiquita” (fácil).

Celestino Chávez no puede contener su pesar, los ojos se le enrrojecen y brotan las lágrimas.

“Tengo 80 años y sigo trabajando. Amarga es la vida. Ya no viajo, estoy mal de mi pie. Cuando era niño enfermé y ahora me repite. Pero hay que seguir, y lo voy a hacer hasta no poder”, señala.

Chávez es padre de cinco hijos pero ninguno sigue sus pasos, porque son profesionales o emigraron.

“Trabajo solitito”, subraya. Recibe pedidos para que enseñe y le ofrecen comprar su taller. “No se aprende en  un mes, se necesita por lo menos un año y herramienta especial como las dobladoras de todo tamaño”, explica.

La gente que aprecia las artesanías de Chávez le dice: “Maestro estará aprendiendo alguien. Tiene que continuar esta producción. Cada vez escucho ese sermón”, dice el artesano.

Otra de sus especialidades es fabricar cocinas pequeñitas, pero esa línea cesó por falta de material. El aluminio en hoja es muy caro. Entonces usa aluminio por kilos. Las ollas y menaje de cocina de aluminio son hechas por un operario que contrata temporalmente, porque no le alcanza el tiempo. Chávez también fabrica balanzas y pesas a base de alumunio.

Antes todo se hacía de lata, no había aluminio. “Había que golpear fieramente”, señala.

Chávez calcula que mercadería que produjo este año se terminará hasta Navidad y que algunas personas que coleccionan artesanías sólo le dicen “empaquétemelo”.