Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

LA HISTORIA DE MARÍA Y PEDRITO, QUE VIVEN DE LAS LIMOSNAS POR BAILAR Y TOCAR UN CHARANGO EN LAS CALLES CÉNTRICAS DE LA PAZ, ES SOLO UNA MUESTRA DE LO QUE SUCEDE EN EL PAÍS

Niños migrantes de Potosí son explotados por sus protectores

Niños migrantes de Potosí son explotados por sus protectores



María es una niña de aproximadamente 4 años que debe pedir limosna y bailar todos los días en la pasarela de la avenida Arce, en la ciudad de La Paz.

Su protectora, una joven que la vigila todo el tiempo y se queda a pocos metros de ella, es la encargada de disfrazarla para empezar su jornada. Es a ella a quien la pequeña le entrega las monedas que reúne en su sombrero cada cierto tiempo.

María fue llevada a la sede de Gobierno, desde el Norte de Potosí, y la mujer que la acompaña, asegura que no es su madre cuando la increpan por su falta de benevolencia con ella.

En la noche, la niña permanece por más de cuatro horas bailando en la acera y sin probar ningún bocado. Lo que parece un berrinche, es una señal de que ya está cansada y con hambre, pero la mujer le exige que continúe, incluso la amenaza.

Esta situación llama la atención del reportero gráfico de este medio y una transeúnte que buscan una explicación al llanto de la pequeña y su mirada temerosa. Son las 22:30 horas y la niña sigue en la calle, vigilada y sufriendo en silencio.

“Yo he vendido todo el día y ahora le toca a ella”, contesta la mujer y luego se va. En el camino, la mujer la golpea en reiteradas ocasiones y le arrebata por la fuerza los adornos que le puso al principio de la jornada para pedir limosna. A los pocos minutos llega una pareja y todos juntos suben a un trufi con rumbo desconocido.

MÁS DE EXPLOTACIÓN Al día siguiente, por la tarde, en el mismo lugar está María bailando. Más allá están dos vendedoras de dulces y la misma mujer que dijo no ser su madre. A una de ellas que tiene la carretilla, la niña le entrega el dinero. Por la noche se van todas juntas y por detrás aparece el hombre con quien un día antes se fueron en trufi.

El tercer día es una escena completamente diferente. La niña está jugando entre los fierros de la pasarela y en su lugar está Pedrito, de 4 años, a quien su madre, Santusa, también lo disfraza y le entrega un charango y lo vigila mientras pide limosna. El niño tiene dolor de muela y se resiste a trabajar, llora y llama la atención de los guardias municipales que le piden a la mujer que se lo lleve a descansar, pero no lo hace. De la farmacia le compran a Pedrito una pastilla para el dolor de muelas. Si bien deja de trabajar, deambula por las calles con su madre que intenta evitar ser perseguida.

Pedrito llegó de Sacaca (provincia Alonso de Ibáñez, Norte Potosí) junto a su mamá que lo acompaña todo el tiempo y su papá que vende limones en la calle. Es el menor de cinco hermanos.

Una realidad que es invisible

El taller de Fotoperiodismo “El valor del momento”, organizado por la Fundación para el Periodismo y Acción Cultural, permitió a los reporteros gráficos de diferentes medios de comunicación del país mostrar, a través del lente de sus cámaras, una realidad que es invisible para muchos.

Es el caso de la mendicidad de los niños migrantes del Norte de Potosí que bailan, cantan o tocan sus charangos en la calle a cambio de unas monedas.

Los expertos Sally Stapleton (EEUU) y Miguel Ángel Larrea (Chile) defendieron la importancia de estar en el momento preciso.

Esta fue la experiencia del editor de Fotografía del periódico OPINIÓN, Dico Solís, que logró capturar las imágenes y las historias de María y Pedrito, en un seguimiento que les hizo, durante tres días, entre el 3 y 5 de marzo de este año.

Demostró que detrás de estos dos casos, hay una vulneración de los derechos de los niños, explotación laboral, trata, violencia y una sociedad indiferente a lo que sucede.

De las decenas de personas que fueron testigos del sufrimiento de estos niños, solo una mujer intervino y quiso ayudarlos. El resto, seguía su camino por las ajetreadas calles de la ciudad de La Paz.

Vamos a su comunidad para evitar que migren

Rosario Soto

Voluntaria Voserdem

Los Voluntarios al Servicio de los Demás (Voserdem) trabajamos diferentes proyectos para ayudar a que las familias del Norte de Potosí, no tomen la decisión de salir de su comunidad.

Tenemos comedores escolares para los niños, capacitamos a las mujeres para que sean líderes, ayudamos a los jóvenes a seguir sus estudios universitarios y a los comunarios a tener luz con energía solar, a través de lámparas. Ahora estamos con un proyecto de invernadero y crianza de conejos cuy.

Voserdem está en la comunidad con todos ellos, pero no queremos hacer asistencialismo, sino que ellos también aporten en el mejoramiento de su calidad de vida.

Para los jóvenes que quieren continuar sus estudios universitarios y llegan a la ciudad, tenemos un internado gracias a un convenio con la Fundación Cristo Vive. Algunos ya terminaron la carrera y les estamos ayudando para que vuelvan a la comunidad y sean un ejemplo de superación.

Prestan a sus hijos por dinero

Las mujeres de las zonas rurales, principalmente del Norte de Potosí, prestan a sus hijos a cambio de dinero.

Esta práctica es normal en la época de Navidad, pero ahora es más común a lo largo del año.

Desde las organizaciones e instituciones que trabajan con estas personas, aseguran que incluso hay turnos para migrar y traer a niños ajenos a la ciudad. Mientras son más pequeños, es mejor porque logran recaudar más limosnas.

Según explicaron las personas que conversaron con estas mujeres, el dinero que recolectan es para comprar semilla en sus comunidades.

EL TRABAJO Lo que llama la atención es que ellas no piden limosna y tampoco quieren trabajar. Se encargan de cuidar de los pequeños y recibir el dinero.

En Cochabamba duermen entre los costales de papa en los mercados Calatayud, La Pampa y otros. Algunos acuden a la Casa del Migrante de la laguna Alalay o a los “telos” (alojamientos para personas de escasos recursos).

Pero también hay quienes se dedican a vender limones, manzanilla y algunas artesanías.

“Les he dicho que vengan a mi puesto a pelar papa y no han querido. Son unas flojas”, reclamó Jenny Ulunque, una vendedora de comida.

En la Compañía de Jesús les invitan el desayuno a las 8 de la mañana.

Una de las voluntarias reconoció que en la calle, los transeúntes “si no los ven con los niños, no les dan limosna”.

Esta situación hace que siempre estén con ellos y los utilicen para recaudar dinero.

En imágenes.

1. Desconsolada

María llora porque está cansada y con hambre, luego de una jornada de más de ocho horas bailando y pidiendo limosna.

2. Vigilante

La mujer que aseguró no ser la madre de María se sienta cerca de la pasarela para vigilarla y recibir el dinero.

3. Maltrato

La niña sufre jalones, golpes mientras huye del lugar donde estaba pidiendo limosna. La mujer le quita los adornos por la fuerza.

4. Juntos

María juega en una baranda de la pasarela y en su lugar está Pedrito con su madre que le cambia de ropa para bailar.

5. En la oscuridad

Son las 22:00 horas y Pedrito sigue deambulando en la calle junto a su madre, en medio de la vida nocturna.

6. Rindiendo cuentas

María le lleva el dinero que consiguió en la calle a una mujer que la vigila desde una esquina y tiene una carretilla.

7. Dolor

Pedrito llora sin consuelo por un dolor de muelas y los transeúntes solo le miran y siguen su camino. Nadie lo ayuda por varios minutos hasta que llegan policías municipales.

8. Ayuda

Llevan al niño y su madre hasta una farmacia y le regalan una pastilla para el dolor con la recomendación de que el pequeño descanse, pero no lo hace.