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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Preparan tamales para “invitar” a las almas

Preparan tamales para “invitar” a las almas



El primer Festival del Pib rescató la tradición de la cocina maya, con un centenar de mesas repletas de estos tamales gigantes para celebrar el ancestral ritual del Hanal Pixán, o comida de ánimas, con el que los yucatecos, en el sur de México, comienzan los festejos por el Día de Muertos.

Al celebrarse este evento culinario, comunidades y restaurantes de todo el suroriental estado aceptaron el reto de llevar sus recetas al barrio bravo de San Sebastián. Miles de personas llegaron en busca del manjar que “solo sabe bien” si es comido en esta época.

Con 80 pesos (unos 4.2 dólares) podía comprarse una generosa porción y por 600 pesos (30.1 dólares) la pieza entera de casi 1.5 kilos y de 20x40 centímetros.

El tamal, cubierto por hojas de plátano, con una costra de maíz crujiente en cuyo interior la carne de puerco o pollo, o una mezcla de ambas, con tomate, cebolla, “kool” (una especie de salsa espesa de tomate y achiote), estaban en su punto para la hora del desayuno. Los meridanos y cientos de turistas se adelantaron al caluroso día y en el desayuno arrasaron con las reservas de pibes, platillo que completaron con las mesas de postre repletas de mazapanes, helados y bebidas como la horchata y la chaya, entre otras.

La oferta gastronómica incluía, además, los atemporales panuchos y salbutes (tortillas de maíz) de cochinita pibil (carne de cerdo), de pavo y relleno negro, kibis (carne con trigo frita) curros y hasta crepas.

El festival, eminentemente gastronómico, ofreció, también una muestra de la cultura fúnebre de Yucatán, con decenas de mestizas y uinics, mujeres y hombres que a la usanza indígena y con rostros pintados de calaveras paseaban y bailaban en el improvisado mercado.

Según la tradición, con el pib las ánimas que reposan en los adyacentes cementerios de la zona, salen de sus sepulcros a degustar un pedazo del manjar que disfrutaron en vida y que ya en la muerte los trae de vuelta al plano en el que se encuentran con sus familiares, así como con la cultura e identidad que mantienen en el Xibalbá (mundo de los muertos).