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¿Por qué odiamos el reggaetón?

¿Por qué odiamos el reggaetón?

El 9 de septiembre de 1956 la todopoderosa cadena de televisión CBS obligaba a Ed Sullivan a invitar a su programa -el famoso Show de Ed Sullivan- a una estrella naciente que estaba removiendo los estratos de la cultura norteamericana, un joven camionero de origen campesino nacido en Tupelo, Memphis; Tennessee de 22 años de edad, con la voz de un ruiseñor y la confianza de un gallo de pelea, llamado Elvis Aaron Presley. La primera de tres presentaciones, -donde Ed Sullivan brilló por su ausencia- rompió records de audiencia, fue el programa más visto de la década de los cincuentas con 82.6 por ciento de recepción, algo así como 7 millones de espectadores viendo el momento en el que el hombre se hacía leyenda. Entre las canciones de ese primer programa Elvis interpretó Love me tender que se convertiría en su primer súper hit. Love me tender fue el primer y único disco de la historia que se consagró con un disco de oro vendiendo un millón de copias antes de haber salido al mercado.
Sí, sí, el reggaetón, ya llegamos a eso. Sin embargo no hubo alfombra roja en el camino hacia el trono para el nuevo rey, muchos sectores conservadores se habían proclamado en contra de ese joven que imitaba el baile de los negros, agitaba su cuerpo de manera sugerente, con movimientos explícitos y atrevidos; al ritmo de esa música ruidosa y provocadora; sin duda era un mal ejemplo para la juventud. De hecho, Ed Sullivan fue uno de los principales críticos de la música de Elvis llamándola pobre y desagradable. Sullivan se había negado a la presencia de Elvis en su show un par de meses antes, cuando una parte de la directiva se había dado cuenta del fenómeno y le habían insinuado invitarlo, pero fue la competencia la que paró las antenas y llevó a Presley a su primera aparición en la TV, en El show de Steve Allen de la cadena NBC. Sullivan no tuvo salida, y obligado, negoció la aparición de Presley en tres oportunidades por la cifra record de cincuenta mil dólares.
Sullivan no asistió al primer programa con Presley, dijo que había tenido un accidente automovilístico, lo suplió el actor Charles Laughton. El programa se emitía en diferido y cuando Sullivan vio el programa editado al día siguiente quedó horrorizado. Los movimientos de cadera de Presley se habían perfeccionado, algo sexual y pecaminoso latía bajo esas extrañas convulsiones provocando un descontrolado griterío entre el público femenino asistente y el repudio absoluto de cualquiera que haya superado la barrera de la juventud. En las siguientes presentaciones, Sullivan hizo ensayar a sus camarógrafos y equipo de producción una serie de complejos movimientos para evitar los momentos en los que El Rey se ponía “desagradable”. “Solo de la cintura para arriba” era la orden.
Elvis era la punta de lanza de la contracultura, una nueva generación de jóvenes (los baby boomers) que transformaría la cultura occidental para siempre y el rock n roll era su grito de guerra, un estilo de música que buscaría -a través de los años- sonar cada vez más estridente, como significado de un contenido rebelde y transgresor, conductas que están atadas a la urgencia de expresarse, de protestar. Estas características han estado presentes en los nuevos géneros musicales que tienen siempre a las juventudes como portavoces, y han servido para demostrar desazón ante los deslices y las faltas cometidas por generaciones pasadas.
No era secreto que Elvis imitaba la música y los movimientos de músicos negros como Chuck Berry, Louis Jordan, Little Richard y Muddy Waters, exponiendo así esa rebeldía propia de la juventud. Estos músicos, entre otros, se convirtieron en el vínculo entre el jazz, el country y el blues y aquello que luego se llamaría “rock n roll” (ellos le llamaban “rythm n blues”) y que después, con la llegada de Bob Dylan en los sesentas, se convertiría en lo que ahora conocemos como “rock”. Antes de Dylan el rock no tenía ni la profundidad ni el respeto del que hoy goza, Dylan dotó al rock de una lírica casi literaria y de ese carácter místico de agente de cambio, Bob Dylan transformaría el rock para siempre.
Las letras del rock n roll de los años cincuenta bien podrían haber estado escritas por un antepasado de Maluma o Daddy Yankee. Por ejemplo, Tutti fruti de Little Richard, de 1955, la letra dice: “Todas las frutas/ si todas las frutas/ todas las frutas/ sí, todas las frutas/ sí, todas…/ Ella sabe cómo amarmeee/ sí, de hecho, oye no sabes todo lo que me haceee”. O el hit de 1957 Be bop a Lula de Gene Vincent. “Ella es la chica de los pantalones vaqueros rojos/ ella es la reina de todos los adolescentes/ ella es la que me ama por… be bop a lula…”. O el éxito bailador de 1954, Come on Shake it, rattle and roll de Big Joe Turner, es decir, “Vamos Muévelo/ sacúdelo y date la vuelta”. Habría que añadirle un “mami” al final de todas; y bueno, ya tú sabe lo que digo baby.
El baile de Elvis es el perreo de los años cincuenta, ese mismo que alborotaba las mentes más conservadoras de aquellas épocas, y ahora desenmascara a los nuevos dones y doñitas del nuevo milenio, los movimientos de pelvis de Elvis son el meneo del perreo de mitad del siglo pasado, el mismo perreo ordinario y desvergonzado que alborota las mentes más conservadoras de hoy, el mismo cadereo que desenmascaró, hace más de 70 años, a una sociedad reprimida y espantada que no entendía la rebeldía de sus jóvenes. ¿No será que nos estamos repitiendo? ¿Son realmente estos tiempos peores que nuestros tiempos? ¿Somos los nuevos dones y doñitas del hoy? ¿Es el reggaetón el peor género de música que existe? ¿Es el perreo el origen de mis pesadillas?
El perreo es un baile que simula dos perros copulando y eso efectivamente no es estético de ver, pero es precisamente por eso que lo hacen. A la gente eso no le gusta, a la sociedad le incomoda. El statu quo se siente ofendido. El punk de inicios de los ochentas venía con jóvenes agresivos con cabellos en punta y de colores como crestas de papagallos, aretes en las narices, la lengua y los párpados. La gente no concebía la rebeldía de esos jóvenes y se dedicaba a censurar a los Sex Pistols porque eran un mal ejemplo para la juventud. A inicios de los setentas los Black Sabbath se dieron cuenta que “lo satánico” era lo que más perturbaba a la gente, y empezaron a usarlo tanto que hasta el día de hoy el heavy metal está asociado al demonio y sus hechuras. Hoy en día hay duras leyes contra los movimientos LGBT en Rusia, así que la banda Rammstein decidió cerrar su concierto en Moscú, con un efusivo beso en los labios entre sus integrantes.
El perreo es efectivamente grosero y controversial, pero nada que no hayamos visto antes con la lambada o el baile del perrito, digamos. Lo realmente llamativo del reggaetón es la pobreza creativa de sus intérpretes. Lamentablemente una gran mayoría de las letras de éste género deriva en un contenido que glorifica el dinero, enaltecen las drogas y, sobretodo, cosifican a la mujer. Pero no todo el reggaetón es así, y los otros géneros musicales tampoco se encuentran exentos de cosificar a la mujer, desde los Beatles con Run for your life y los Rolling Stones con Stupid Girl, hasta todo el glamrock de los ochentas o la cumbia villera argentina de los noventas. La banda mexicana Café Tacuba se vio obligada a borrar unas líneas de su tema La Ingrata.
En esencia el reggaetón es un ritmo que se llama “Dembow”, nacido en la década de los noventas en algún lugar del Caribe. Sigue un patrón estricto pero muy sencillo combinando dos bases de percusión; el clásico cuatro por cuatro (que es un bombo que mantiene un golpe regular y constante) y un ritmo que los músicos llaman tres/tres/dos, que en realidad llegó de África en tiempos de esclavitud y que ha resistido a través de tradiciones y ceremonias. Recibe influencias del reggae y el dance hall de Jamaica, y también del hip hop norteamericano, de éste último agarra el estilo vocal, absorbe de las raíces más clásicas del rap y lo convierte en una de sus características principales, no como en el rock o el jazz donde es habitual escuchar complejas estructuras melódicas y un manejo casi virtuoso de los instrumentos, porque esos estilos han ido evolucionando de esa manera. El reggaetón utiliza una línea melódica ridículamente simple, (en comparación al rock) retrata el entorno a base de hipérboles y centra su potencial en el manejo del ritmo y la técnica vocal. Bueno, ya tú sabe.  
     
En sus inicios, el reggaetón era un movimiento underground, se parecía mucho al hip hop porque también surgía de lugares plagados de pobreza y violencia. El reggaetón es el hip hop del Caribe con música tropical, y al igual que el jazz, el rock, la música tecno o el punk al principio, tuvo que crear un sistema y vivir dentro de él. Entre 1988 y 1993 los reggaetoneros eran perseguidos por la policía y censurados por los medios de comunicación oficiales en Puerto Rico y Panamá. Pero ni el fenómeno social más original surgido de los barrios más pobres de las grandes ciudades puede resistir el blanco y fulminante resplandor de las luces del éxito. La industria cultural que todo lo que toca lo convierte en oro, también tiene el poder de despojar a las cosas de su sentido original y empujarlo hacia la superficialidad, en nombre del éxito, en busca de la inmortalidad.
Tal vez debamos relajarnos con el perreo, engancharnos al flow y simular mejor nuestro racismo auditivo, aprender a bailarlo y esperar un poco más a ver cómo evoluciona, dejar de parecernos a aquello que alguna vez juramos cambiar. El reggaetón recién tiene poco más de 20 años y ya estuvo en la cima del mundo, en listas de ventas ha desplazado al rock, y se ha fusionado al pop y a la electrónica. ¿Será que en un futuro aparece ese gran artista que le dará un giro de 180 grados al reggaetón? Yo creo que ese caudillo ya apareció, es alguien a quien cariñosamente me gusta llamar “El Bob Dylan del reggaetón”, el señor René Pérez, alías “Residente”. Éste artista está elevando la vara para los nuevos intérpretes del género urbano. Atenta crew. Sigan a este man. Ya tu sabe lo que digo

Profesor de Historia de la Música y realizador audiovisual - [email protected]