¿Cómo afecta el calor a nuestros cuerpos?
No importa si nieva o si hace calor: nuestro cuerpo está diseñado para tratar de mantener una temperatura de 37,5 °C en todas las circunstancias.
Para liberar calor, el cuerpo abre entonces una mayor cantidad de vasos sanguíneos cerca de la piel y empieza a sudar.
Y es que cuando el sudor se evapora, la pérdida de calor de la piel aumenta dramáticamente.
Suena simple, pero todo el proceso implica un gran esfuerzo por parte del cuerpo. Y entre más alta la temperatura, mayor el esfuerzo.
La apertura de más vasos sanguíneos reduce la presión arterial y obliga al corazón a trabajar más duro y bombear a mayor velocidad para hacer llegar sangre a todo el cuerpo.
Esto puede provocar algunos síntomas ligeros, como una erupción por calor, que causa comezón o pies hinchados.
Pero si la presión sanguínea baja demasiado entonces varios órganos pueden dejan de recibir la sangre necesaria y aumenta el riesgo de un ataque cardíaco.
Al mismo tiempo, el sudar provoca una pérdida de fluidos y de sales, alterando su balance dentro de nuestro organismo.
Y esto, combinado con la baja presión, puede provocar agotamiento por calor, con síntomas que incluyen mareos, desmayos, confusión, náusea, calambres, dolores de cabeza, sudor excesivo y cansancio.
Las personas sanas deberían poder lidiar con una ola de calor con un poco de sentido común, pero algunas corren un mayor riesgo.
La vejez o algunas condiciones crónicas como las enfermedades cardíacas, por ejemplo, pueden reducir la capacidad de algunas personas para soportar el esfuerzo.
La diabetes, de tipo 1 y 2, puede hacer que el cuerpo pierda agua más rápidamente y algunas complicaciones derivadas de otras enfermedades también pueden alterar a los vasos sanguíneos y la capacidad de sudar.