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  • Diario Digital | lunes, 18 de marzo de 2024
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Lectura apasionada 

Reseña de la obra Días detenidos, de Guillermo Ruiz Plaza, ganadora del Premio Nacional de Novela 2018.
Lectura apasionada 

Recuerdo una plática del ensayista español Julián Marías, en la que explicó la diferencia entre una novela hecha de ladrillos y otra que puede volar. La primera se hace piso por piso, laboriosamente; la segunda se eleva orgánicamente. La primera, según mi propia interpretación, se construye bajo las leyes de Newton; la segunda se desarrolla con la mecánica cuántica

En la novela hecha de ladrillos, las páginas del medio sólo interesan en función de las anteriores. Pero en la novela cuántica –es el caso de Días detenidos–, el lector puede comenzar leyendo la página 73 o la página 146 y, sin conocer el argumento, continuar la lectura sólo por el disfrute del lenguaje. Eso es lo que Marías llama “calidad de página”

Días detenidos (editorial 3600, 2019), novela del escritor boliviano Guillermo Ruiz Plaza, tiene una estructura exquisitamente tallada, pero sus palabras nunca pesan. El argumento nace orgánicamente en sus mismos personajes, especialmente en la protagonista, Lea. Ruiz Plaza ha pasado tres años escribiendo esta gran novela, posiblemente por tratar de ejercer algún control sobre los personajes. Pero parece que estos, y Lea en particular, no se lo han permitido

Como millones de bolivianos, Lea se ha adaptado a una nueva vida en el extranjero. Casada con un francés, se ve obligada a confrontar su identidad en múltiples niveles: como expatriada en Francia; como boliviana que regresa sin haber presenciado la transformación de su país; como hermana, hija y madre, que tiene pocos días para recuperar lo perdido y reevaluar los secretos familiares más recónditos, los cuales, además, podrían darle alguna pista sobre su propia salud mental

Guillermo Ruiz Plaza nos ha dado una novela de lectura exquisitamente fluida y al mismo tiempo fascinante y compleja. Doy un ejemplo entre muchos. En la problemática de la dualidad cultural nada es sencillo, porque hay momentos en que el esposo de Lea, Raphaël, parece más boliviano que ella, y otros, en que Lea parece más francesa que él. (Debido a ello, quizás, Raphaël ha podido establecer una mejor relación con la madre de Lea, que es boliviana.)
La novela tiene múltiples argumentos, pero no tendría ninguno si no fuera porque Lea ha realizado un acto de rebeldía, quizás inconsciente, al borde del auto castigo. Un acto que trae consecuencias dramáticas en su vida. Y lo peor es que ni siquiera sabe por qué. ¿Se debe a su aislamiento como boliviana en el extranjero? ¿A una posible tendencia a la inestabilidad mental en su familia? ¿A una revancha de carácter social?
Más allá de su condición de boliviana en el exterior, Lea viene de una familia de clase media paceña en que las artes dominan, pero se ha casado con un abogado en cuya vida el pragmatismo parece frenar la inspiración. Pero intuyo que si Raphaël hubiera sido un burgués boliviano y no uno francés, quizás Lea habría tenido la misma rebeldía sin freno.
Como Lea, los otros personajes son encantadores: la madre, por sus travesuras sabias; el doctor Prieto, porque nunca falla; Raphaël, por su compostura (los ingleses la llaman “stiff upper lip”); el enigmático hermano rockero, Lauro, y el hijo de Lea, el dulce Nico; y, detrás del escenario, la sombra del padre asesinado hace mucho tiempo, en condiciones misteriosas, cuya historia es reconstruida en distintas ocasiones y bajo diversas luces

Vale la pena analizar el complejo fondo histórico-filosófico de esta novela, así como el mensaje ecológico implícito (sea este intencional o no), pero me temo que rebasaría los límites de esta reseña

Así que termino con un mensaje a los lectores y a los estudiosos. Días detenidos tiene la calidad de una gran novela latinoamericana. No dejen que se quede “sin mar”, es decir, marginada. En vez de comprar libros pirateados de escritores muertos (por buenos que sean), inviertan en la rica generación de escritores contemporáneos del país. Días detenidos será analizado algún día en las aulas de doctorado en los Estados Unidos –me parece inevitable–, pero tal vez sea preferible que no dependamos del imperio.
Escritor - [email protected]