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João Gilberto: los hitos musicales del hombre más cool del mundo

Sobre el gran músico brasileño fallecido el pasado 6 de julio a la edad de 88 años.
João Gilberto: los hitos musicales del hombre más cool del mundo


En “Pra Ninguém”, una canción de su disco Livro (1997), Caetano Veloso hacía un extenso homenaje a los grandes íconos de la MPB (Música Popular Brasileña), para concluir diciendo “mejor que ellos, sólo el silencio/ mejor que el silencio, sólo João”. Es una buena muestra del sitial en que el artista ubicaba a su mayor ídolo, el cantante, guitarrista y compositor João Gilberto, que falleció el 6 de julio en su departamento de Leblon, en la zona sur de Río de Janeiro, a los 88 años.

La opinión de Caetano es compartida casi unánimemente por sus colegas brasileños y una buena cantidad de artistas de las más diversas nacionalidades, ya que la influencia de Gilberto es tan inmensa como difícil de medir, y abarca varias generaciones, estilos y países, convirtiéndolo en uno de los músicos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Jon Pareles, el legendario crítico del New York Times, lo definió como “el hombre más cool del mundo”.

Y si bien la mayor parte de los obituarios que se han escrito tras su fallecimiento se regodean con sus famosas excentricidades y su comportamiento de recluso, todo en él era no convencional. Especialmente su música, que dio origen a uno de los mayores productos de exportación de Brasil en el mundo entero: la bossa nova. Ya desde el vamos, su aporte fue totalmente atípico para lo que se espera de alguien que origina un movimiento. Gilberto, que ha sido llamado “el padre de la bossa nova”, no creó esta particular forma de entender la música desde la composición (su aporte en este sentido abarca poco más de una docena de temas) sino desde su trabajo como guitarrista y cantante.

João tomó las armonías del jazz y el legado del samba-canción -principalmente de quien fuera una de sus mayores influencias, Orlando Silva- y las sintetizó en un estilo único que consistió en la famosa “batida” de la bossa nova, una forma de rasguear la guitarra que incluye acordes disonantes y complejas síncopas, que proveen a la vez ritmo y armonía a la canción (a lo que se suman muchas veces líneas de bajo). Por otra parte, su forma de canto, totalmente natural, casi coloquial, por momentos próxima al susurro, evitaba los ornamentos propios de los cantantes (portamentos, vibrato), construyendo líneas melódicas que recorren un camino independiente de las divisiones rítmicas de la guitarra, atrasándose y adelantándose a voluntad, creando un swing único.

Estas innovaciones alcanzaron su punto de ignición al encontrarse con una composición de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, “Chega de Saudade”. Corría el año 1958. En julio aparece el tema en un LP de la cantante Elizete Cardoso, Canção do Amor Demais, que incluía dos canciones con la participación de João Gilberto, la ya mencionada y “Outra vez”, que son las primeras apariciones discográficas de la “batida de la bossa nova”. En agosto, João lanza un disco de 78 rpm conteniendo “Chega de Saudade” y “Bim bom” (un tema propio), con arreglos de Jobim, que dispara el “boom” de la bossa nova.

El cantante ya había sorprendido durante la grabación, al solicitar dos micrófonos, uno para la voz y otro para la guitarra, lo que implicaba considerar a ambas en un mismo nivel de importancia (hasta entonces sólo se utilizaba uno para la voz). El disco sería un antes y un después. En el mismo año alcanza a editar un segundo compacto de 78 conteniendo “Desafinado”, de Tom Jobim y Newton Mendonça, y “Hô-bá-lá-lá”, otro tema propio. La primera, que se convertiría también en uno de los grandes clásicos del movimiento, era una sutil respuesta a los ataques iniciales que había recibido la bossa, cuyas armonías y forma de canto sonaban desafinados para ciertos oídos “bien comportados”.

Gilberto había nacido en 1931 en Juazeiro, un pequeño poblado del estado de Bahía, y ya desde pequeño se distinguió por su oído absoluto. A los 14 el padre le regala su primera guitarra, y en 1947 abandona los estudios y se muda a la capital, Salvador, donde comienza cantar en la radio. Ya en Río de Janeiro, su primer grupo profesional fue el conjunto vocal Garotos da Lua, con los cuales graba un par de discos de 78. Pero después de diversas experiencias, shows y grabaciones, Gilberto decide recluirse durante varios meses en la casa de su hermana Dadainha, en Diamantina, Minas Gerais, de donde emerge con el estilo que se haría famoso en todo el mundo.

En 1957 conoce en Río a Roberto Menescal, quien deslumbrado por la “batida”, le presenta a los músicos que conocía (y que luego se unirían al movimiento), entre ellos la cantante Nara Leão, el baterista Milton Banana y Tom Jobim, quien deslumbrado le ofrece la famosa canción. En marzo de 1959, cuando aparece el primer LP de João, Chega de Saudade, el impacto ya era tal que Jobim escribe en la contratapa, “en poquísimo tiempo, influenció toda una generación de arregladores, guitarristas, músicos y cantores”. Le siguen los álbumes O amor, o sorriso e a flor (1960) y João Gilberto (1961). En esos tres discos está sintetizado lo fundamental de su legado.

Pero faltaba la internacionalización del fenómeno, a partir del éxito obtenido en Estados Unidos. Primero fue un concierto en el Carnegie Hall, en noviembre de 1962, y luego un álbum grabado junto al saxofonista Stan Getz, titulado Getz/Gilberto, producido por Creed Taylor para el sello Verve, que incluía la participación de su primera mujer, Astrud Gilberto, como cantante, y arreglos de Antonio Carlos Jobim. Editado en 1964, un año después de ser grabado, fue un éxito inmediato, liderado por el single con “The girl from Ipanema”, cantada en inglés por Astrud con una sencillez cautivante. Al año siguiente, el disco obtendría 9 nominaciones a los Premios Grammy, alzándose con 4, entre ellos el de Álbum del Año.

Claro que hubo otros hitos en su discografía. João Gilberto, de 1973, conocido como “el álbum blanco”, grabado en Estados Unidos (por ese entonces residía en ese país), con Wendy Carlos como ingeniero de sonido. Minimalismo perfecto, con solo su voz y su guitarra, la mínima percusión de Sonny Carr, y (en “Izaura”), la voz de su segunda esposa, Miucha, hermana de Chico Buarque. Amoroso, de 1977, también fue grabado en Estados Unidos, y está realzado por los arreglos del gran Claus Ogerman, y la producción de Tommy LiPuma. En 1981, lanza Brasil, un disco con Caetano Veloso, Gilberto Gil y Maria Bethania, que representaba la visión de Gilberto de una música brasilera de alcance universal (composiciones de Ary Barroso y Dorival Caymmi, entre otros) y a la vez el tributo de los tropicalistas a su maestro supremo. Y en 1999, el exquisito João voz e violão, producido por Caetano Veloso, del que Gilberto llegó a decir que “allí estaba grabada su alma”.

Es una producción relativamente escasa (una docena de álbumes de estudio en 50 años de actividad), con muchos temas que se repiten, pero absolutamente coherente con su arte. Gilberto perfeccionaba cada tema como una perla, y pasaba las horas recluido en su casa, puliéndolas con la obsesiva minuciosidad de un genio. Muy cada tanto permitía entrar a su repertorio algún tema nuevo, que podía provenir de las culturas más diversas. Temas en castellano, inglés, italiano, que en muchos casos había escuchado durante su infancia, los cuales quedaban sometidos a su particular tratamiento, lo que equivale a decir que volvían a nacer. En João, la interpretación era una forma de composición.

Modernista eterno, siempre estuvo un paso adelante. Cuando sus colegas de la bossa nova rechazaron a los tropicalistas, él los recibió de brazos abiertos, y luego fue un paso más allá, cuando convivió con la tribu hippie de Os Novos Basianos, apadrinando su célebre álbum, Acabou Chorare (1972), que Rolling Stone ubicó en el primer puesto entre los 100 Mejores Discos de Música Brasileña.

Su arte fue (y continúa siendo) redescubierto e incorporado por sucesivas generaciones, influenciando géneros como electrónica, acid jazz, chill out, drum’n’ bass, lounge, trip hop, etc. Hasta hubo un movimiento llamado new bossa en los 80 en Inglaterra, con bandas como Style Council y Everything But The Girl, y otro denominado bossa eletrónica en los 2000, liderado por la cantante Bebel Gilberto, hija del matrimonio de João con Miucha.

Si bien los 60 fue la década de los Beatles, su influencia en toda Latinoamérica fue poderosa. Especialmente en el Río de la Plata, donde compositores como Litto Nebbia, Moris y Miguel Cantilo, del lado argentino, así como Mateo y Hugo Fattoruso, en la vecina orilla, supieron fusionar sus innovaciones con los sonidos del cuarteto de Liverpool.

Buenos Aires siempre lo recibió con los brazos abiertos y Gilberto supo corresponder ese afecto. Durante los años 90 se presentó en varias oportunidades, culminando en marzo de 1999, cuando se cumplían los 40 años de la bossa nova, con unos shows junto a Caetano Veloso, un espectáculo único en el sentido literal de la palabra. Fue un regalo de Gilberto al público argentino, que sólo ocurrió en Buenos Aires. Por suerte, está preservado para la posteridad en internet.

Sus restos fueron despedidos en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, con la multitud cantando “Chega de saudade”. Y aunque la letra de la canción que ubicó a Gilberto en un lugar rutilante de la música universal pedía acabar con la nostalgia y la tristeza, es probable que, ahora que el mundo tiene que acostumbrarse a la idea de vivir sin João, la saudade recién esté comenzando.

Periodista