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Alejandro Dumas: la máquina de escribir

Un acercamiento a la producción y vida del escritor francés, en base a la biografía escrita por Henry Troyat.<br><br>
Alejandro Dumas: la máquina de escribir


" class="foto_600" src="http://www.opinion.com.bo/opinion/suplementos_fotos/2019/0512/064157_600.jpg" align="top" border="0" hspace="" vspace="">Su padre era originario de una colonia haitiana. Su madre era esclava y descendiente de africanos y cambió su apellido a Dumas (que significa: de la finca). Su padre se llamaba Thomas-Alexandre y decidió volver a Francia para ingresar al ejército. Era audaz y tenía una debilidad por las mujeres (esto lo heredaría su hijo). Así lo cuenta Henry Troyat, el biógrafo de Alejandro Dumas.
Thomas-Alexandre se convirtió en general y conoció a Napoleón Bonaparte. Luchó junto con él en el desierto de Egipto. Allí cometió un error: en una cena dijo a sus compañeros que la lucha de Bonaparte en Egipto era infructuosa. Estas palabras llegaron a los oídos de Bonaparte y desde ese momento repudió a Thomas-Alexandre

Henry Troyat divide la biografía de Alejandro Dumas en tres partes.
La primera parte trata sobre la infancia, juventud y asenso de Dumas a través del teatro. Muestra a un Dumas ignorante, flojo para las matemáticas ya para la lectura, pero de una pasión inconmensurable para la vida. Apenas conoció a su padre, que, en el lecho de muerte, pobre y olvidado, recordaba las glorias de la milicia

En la segunda parte se centra en la búsqueda de la riqueza de Dumas. No le importaba vender tabaco o ser un escribano de una oficina burocrática del rey. Allí conoce el teatro y queda prendado de la actuación de un actor algo mediocre, pero importante de la época. Éste lo recibe en su camerino después de la presentación y frente a otros admiradores dijo: “Aquí tenemos al nuevo Racine”.
Dumas se obsesionaría con esas palabras, según Henry Troyat. Y su destino estaría sellado: buscaría la gloria a través de las letras. Y el dinero. Y el amor. Ya por entonces había mantenido cierta correspondencia con algunas mujeres casadas. Y había consumado algunos encuentros licenciosos.
Henry Troyat realiza una suerte de narración-biografía. En algunos momentos incluso ingresa a la mente de Dumas y piensa por él. La primera y segunda parte tiene la emoción del folletín (muy al estilo de Dumas) y la tercera parte decae por la repetición: obras escritas igual a menor a amantes y derroche muy al estilo de la Francia postrevolución.
El inicio de Dumas en las letras fue con Enrique III y su corte. E incluso Henry Troyat dice que fue quien inició el romanticismo al escribir una obra en prosa y dejar el verso de lado (junto con Víctor Hugo, por supuesto, que además sería su amigo y rival hasta la muerte). Su verdadera victoria llegó con Antony, cumbre del romanticismo (junto con Nuestra señora de París, de Víctor Hugo).
Así empezó la máquina de escribir. Dumas en menos de dos años escribió alrededor de 18 obras más folletines y tuvo participación en obras de terceros, donde no firmaba. Por un lado, escribía obras para el pueblo y por otro lado escribía obras para la posteridad. Desde un inicio no tuvo ningún reparo en tener colaboradores, negros literarios. Además, en esa época no era mal visto. Balzac lo hacía, Víctor Hugo lo hacía, Lamartine lo hacía

A los 40 años publicaría una novela en varias partes en un periódico: Los tres mosqueteros. Sería el símbolo de Francia. Sería el libro más importante de Dumas (los demás quedarían en el olvido, menos El conde de Montecristo y las secuelas de los mosqueteros). A los 60 años escribiría más de 400 libros y fundaría periódicos y folletines. Y tendría envidia de Víctor Hugo que años antes fue admitido en la academia francesa (y estaba exiliado en Suiza).
La biografía de Dumas es un libro ameno y rápido de leer. Henry Troyat dice casi al final: “Alejandro Dumas dio vida a algunos héroes inolvidables, y transformó, ante los ojos de sus lectores, la historia de Francia en mitología”.
Escritor y periodista - [email protected]