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FERIA LIBRE

Sexo sacramental

Sexo sacramental
Interrogo a mi amigo el librero y cuentista eventual Wilberio Mardones sobre cuál es su libro de cabecera del momento. Me mira con cara de sospecha y murmura: un ensayo sobre el sexo en la historia. Bueno, le digo, entiendo, a tu edad se lee sobre sexo o se mira a otros, pero no se practica. Antes que se sulfure, le pregunto: ¿de qué año es tu libro? De 1954, responde, por un historiador inglés de prestigio, míster no sé cuántos Taylor. Lo embisto de nuevo: una auténtica antigualla, compadre.

Estalla Mardones: mira Leal, en 1954 yo entraba al colegio, cumplía seis años y en casa había de todo: teléfono, radio, refrigerador, cocina y calefactor a gas, auto, cafetera, licuadora eléctrica y tostadora de pan. Teclados y bicicletas también. Afuera había buses, semáforos, taxis, trenes, aviones y helicópteros; si quieres, agrega guerras, curas, putas, policías, maricones y futbolistas. Cines (muchos) y estadios, iglesias, universidades y grandes tiendas. Sexo a destajo. O sea, cabrón, remató acezando, teníamos lo mismo que ahora, no hemos progresado un carajo, salvo por unos pinches avances técnicos. Y más gente, lo cual no creo que se pueda considerar progreso.

OK amigo, calmado, le digo. Dime de qué va ese libro. Pues tiene 320 páginas, responde, edición de bolsillo, barata, letra chica y precio marcado 75 centavos de dólar. ¿Contenido? Hartas cosas interesantes, te cuento de un capítulo, el sexo como sacramento. Y me remito a la parte relativa al cristianismo. ¿Te vale? Adelante hermano, lo animo. Plantea el Dr. Taylor que el concepto cristiano del sexo se formó a partir de tres fuentes: uno, la tradición judía en la cual los códigos sexuales están regidos por sanciones religiosas, es decir, su transgresión no es solo un crimen sino que además un pecado que ofende a Dios. En contraste, las religiones grecorromanas se basaban en que los dioses del Olimpo no tenía mayor interés en lo que hacían los humanos, el sexo incluido; de manera que no había reglas que cumplir. Y por último, está la tradición pagana de variopintas creencias religiosas, que consideraban el sexo como algo mágico si no divino, se le practicaba con reverencia, incluyendo rituales de purificación. Una visión sacramental, remata así Mardones su largo parlamento.

¿Conclusiones, amigo?, le pregunto al librero que se ha quedado mudo, como emborrachado con tanta idea. Ninguna tácita, Leal, termina por replicar, apenas que el cristianismo, con la variantes del caso como las existentes entre católicos y protestantes, conservadores y progresistas, lo que quieras, muestra una mezcolanza en ponderación variable de aquellas tendencias, tema central de nuestra religión, y ahí sálvese quien pueda. Es un juego entre las visiones pecadora, sensual y sacramental del sexo, lo que ha hecho hervir el coco de muchos teólogos y cometer aberraciones a tanto presbítero rijoso.

En el sacramento cristiano del matrimonio, musita Mardones con voz de oráculo, parece transfigurado, la mujer es ofrecida a Dios para que la fecunde, como el Espíritu Santo a la Virgen María, y como antes tantas diosas prestigiosas de la Antigüedad; es ofrecida al hombre para que la goce, contribuya a la propagación de la especie y la proteja de las amenazas. Si la mujer falla en esas obligaciones, peca. Merece castigo, es repudiada y, en otros tiempos, castigada con severidad. El hombre es menos afectado, se le perdonan muchas más cosas. El cristianismo es una religión machista, queda demostrado. He allí el resumen del sexo en la historia reciente, Leal. Al menos es lo que he podido entender.

¿Qué más en el libro? Un bello capítulo dedicado al ideal sexual del Medioevo, hecho de sufrimiento, obsesión y lirismo, que hizo a la mujer aliada de Satán e inspiración de poetas.

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