[NIDO DE CUERVOS]
De Borges y la amistad
Recordar un clásico en las letras de un nuevo colaborador. Compartimos un recorrido melancólico por un cuento que Borges nunca llegó a concluir.
22 de diciembre de 2018 (20:00 h.)
En otra conversación de aquella época, con Osvaldo Ferrari, que la editorial Sudamericana incluye en Diálogos últimos el 87, Borges recordaba la “amistad tutelar” de Macedonio y se sorprendía de que a ese tipo de amistades “parece convenirles la muerte física”, que fija en la memoria una imagen platónica del amigo, una imagen que los amigos vivos pueden moldear, y mejorar, libre de todo un caudal de “circunstancias contemporáneas” ingratas propias de los individuos vivos. Creo que Borges pensaba en ese tipo de amistades para su cuento “Los amigos”. Amistades como la de su imborrable Maurice Abramowicz, que tal vez hojea, después de muerto, como Borges lo imagina en unos poemas de Los Conjurados, los diversos libros que no escribió pero que presintió y “de algún modo son” y lo justifican ante nosotros. Ese Abramowicz que quizás reaparece, silencioso y sonriente, “al percibir que nos asombra y maravilla el hecho tan notorio de que nadie puede morir”, porque “la muerte es más inverosímil que la vida”, y en la tierra “no hay una sola cosa que sea mortal y que no proyecte su sombra”, de modo que vale la pena “entrar en la muerte como quien entra en una fiesta”.
Acaso nuestro Borges amigo recrea hoy esa historia que lo justificará ante nuestros ojos y que de algún modo es: “Los amigos”, cuyo curso él prefijó sin escribirla porque le faltaba un personaje al menos: él mismo, o más bien el otro Borges, el inmortal que ahora nos acompaña “y perdura cuando su cuerpo es caos”, como perduran la respiración, el agua corriente, el sabor de las frutas y el Sócrates de Platón.
Filósofo - [email protected]