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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Lupe Cajías, la periodista que se alimenta de escritura

Entrevista a la periodista e historiadora paceña que ha ganado el Premio Nacional de Periodismo 2018 y que esta semana (el martes 11) lanzará el libro Antes de que me anochezca, donde reúne gran parte de su obra periodística publicada en sus 40 años de trayectoria profesional.
Lupe Cajías, la periodista que se alimenta de escritura



Esta entrevista nació como un post de Facebook. En él compartí, hace poco más de una semana, la inmensa alegría que me provocó el saber que Lupe Cajías (La Paz, 1955) había ganado el Premio Nacional de Periodismo 2018, que le fue entregado en una ceremonia especial el viernes pasado. Pero, para qué intentar explicar más, cuando puedo copiar el escrito. Va.

Pocas veces me ha alegrado tanto el fallo del Premio Nacional de Periodismo como ahora. Doña Lupe es una más que merecida ganadora. No solo es una de las contadas mujeres que lo ha ganado (no recuerdo cuál fue la anterior mujer en ganarlo), sino, a mi juicio, una de las periodistas que mejor encarna lo que más valoro de este oficio: la comunión entre el trabajo de trinchera (de batalla diaria contra la hora de cierre), la producción intelectual (esta última tan venida a menos en un medio que ha sacralizado el autosacrificio sin norte como bandera profesional), el compromiso -que no dogma- ético y político (ha sido dirigente del sector y se ha mantenido firme en sus convicciones, más allá de comulgar o no con las corrientes en boga, cosa nada fácil en un gremio plagado de mercenarios que venden su pluma al mejor postor) y la fe en la cultura y el quehacer creativo (ahí está su trabajo sobre Liber Forti y su atención al teatro y otras artes, pero también su apuesta por darle a la escritura periodística una ambición literaria e historicista). Este reconocimiento es un reconocimiento a la mejor cara de nuestro periodismo, esa que también representaba otra gran periodista boliviana que se hizo de este galardón, doña Ana María Romero.

Poco más me queda por añadir a esas palabras, salvo que la concesión del Premio Nacional de Periodismo ha coincidido providencialmente con el lanzamiento de una voluminosa compilación de los textos periodísticos que Cajías ha publicado a lo largo de cuatro décadas de trayectoria y que ha dado en titular Antes de que me anochezca, 40 años contando historias. En el diálogo que sigue, la autora valora la importancia del citado premio para su carrera periodística, de la que, aclara, no piensa jubilarse nunca; diagnostica el estado actual del periodismo boliviano y de los medios escritos; evoca la figura determinante de su padre; reivindica la cualidad vital que tiene para ella la escritura, y, con su natural generosidad y modestia, da cuenta de sus maestros y lecturas. Si cabe, a mí me toca disculparme por el abuso de la primera persona en esta entrevista. En mi defensa solo puedo decir que el momento consagratorio de doña Lupe Cajías es una de las mejores noticias que me ha dado el periodismo boliviano.

-Acaba de ganar el Premio Nacional de Periodismo, el más prestigioso reconocimiento que se otorga en los periodista del país. Tratándose de un reconocimiento a la trayectoria, hay el riesgo de verlo como un certificado de jubilación del oficio. No creo que sea su caso. ¿Qué implicará para Lupe Cajías seguir haciendo periodismo, una vez ya consagrada con este Premio Nacional?

Algo que aprendí muy joven fue que el periodista no tiene vacación ni jubilación. Te digo esto porque cuando iba supuestamente de vacación a alguna playa o ciudad no podía dejar de tomar notas sobre lo que veía o lo que escuchaba.

Recuerdo que estaba gozando de Santa Marta cuando mataron a Pablo Escobar el 2 de diciembre y obviamente me puse a seguir los hechos. O cuando fui a Lima y estaba la crisis de los rehenes y aunque estábamos de vacación fui a la embajada, junto con mis hijos.

Tampoco voy a alguna actividad cultural sin pensar cómo haré el resumen, qué noto de bueno o de malo del espectáculo. Por ello, no me jubilaré.

Además, para mí, como decía Kakfa, escribir es mi alimento. Más importante que publicar o difundir es registrar el día a día.

-¿Qué le queda por hacer a la Lupe Cajías periodista?

En esta etapa no soy periodista con encargos y urgencias, pero sí me interesan los mismos temas de siempre. En los últimos meses llevo registro de dos asuntos: las migraciones, algo que me conmueve desde lo que es el éxodo bíblico, las grandes marchas de la historia griega o persa, hasta los exilios políticos, las movidas actuales. Vi los campamentos de refugiados sirios en la frontera con Alepo en tres ocasiones el año pasado y ahora estuve en México con los migrantes centroamericanos.

La otra pregunta que tengo es por qué gana la derecha, por qué millones de personas apoyan a Bolsonaro. Se impone indagar si los discursos excesivos de las minorías -sean feministas, religiosos u otros- han provocado que el péndulo se vaya a esos extremos.

Para escribir sobre ello, primero recorro muchos acontecimientos y reúno pautas, pistas.

-Un puñado de preguntas inevitables: ¿cuál es su diagnóstico del estado actual del periodismo en Bolivia? ¿Qué está haciendo bien y mal? ¿Qué le falta hacer para estar a la altura del periodismo de alto nivel que se hace en países cercanos como Perú, Brasil, Argentina o Colombia?

Yo creo que el periodismo boliviano tiene problemas internos que he autocriticado no ahora sino desde hace un par de décadas, sobre todo la banalidad, la flojera por indagar qué hay detrás de la noticia, la opción por las notas que chorrean sangre o escándalo.

Sin embargo, creo que el mayor problema es el externo, las presiones que enfrenta el redactor actual no me tocaron a mí ni a mi generación. Cuando no hay libertad para escribir no hay calidad. Ni puede haber periodismo de investigación, ni reportajes en profundidad.

Aun con todo creo que el periodismo boliviano es mucho mejor que el peruano que es tan amarillo, mejor que el argentino que es demasiado estridente y no padece los monopolios y oligopolios que el brasileño. En cambio, estamos muy lejos del periodismo colombiano que es muy pulcro en el lenguaje, valiente y muy competitivo.

-El imperio de las tecnologías digitales, la obsolescencia del papel, el auge de las redes sociales y del llamado periodismo ciudadano, el agotamiento de un modelo de negocios ya insostenible y la precarización laboral han dejado al periodismo en un estado de crisis del que nadie parece saber cómo salir. ¿Cómo imagina el futuro del periodismo en general, y en particular, del escrito? ¿Cómo cree que sobreviva?

Hay muchos estudios que dan por muerto al periodismo de papel en pocos años. Hace un quinquenio pensé que era una exageración, pero los datos nos muestran que ese fin de ciclo está cerca. Centenas de periódicos cerraron en Estados Unidos estos años, The Guardian pide auxilio, ya no hay radios tradicionales en los países nórdicos.

La transformación tecnológica está provocando una revuelta en todas las áreas del conocimiento, del quehacer y del ser. El universo Facebook tiene más habitantes que Centroamérica.

Pese a ello, el mundo necesita y necesitará del periodista formado profesionalmente y no solo del reportero ocasional que pasa unas fotos del incendio en su barrio. Todos pueden contar chismes, pero hay unos seres con el don de intentar relatar aquello de forma ordenada, registrando para la historia, construyendo identidades, pertenencias, expresiones estéticas. Los antiguos juglares o cuentacuentos eran la base que unía a una comunidad, a una población y ahora son los periodistas los que de alguna manera contribuyen a ese enjambre.

-¿Qué es lo que más aprecia y lo que más detesta del oficio periodístico?

Lo que más aprecio del periodismo es que puede permitir conocer múltiples voces, lo que más desprecio es el abuso que se puede dar por acceder a medios que multiplican tu voz.

Conocemos casos de colegas que aprovechan la fama temporal de salir alguna vez en una pantalla o de tener un programa radial y quieren por ello lograr primeros lugares en las filas o tener privilegios. Aun peor, gente que aprovecha esos espacios para atacar a sus enemigos personales y no para contribuir al bien común, a lo que interesa a la colectividad.

-¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha dado el periodismo a Lupe Cajías?

Lo mejor que me ha dado el periodismo es trabajar en un área que me permite contar historias y escribir, lo que amé desde adolescente. Es un oficio anti rutinario, cada día algo nuevo y tener la posibilidad de toca runa puerta que se abre y me permite entrar a hogares, oficinas, patios, jardines para conocer a sus habitantes y sus biografías.

Lo peor es la tentación de sacar las rabias a través de mis columnas de opinión. Más de una vez me descubro más emotiva y menos racional de lo que exige esta profesión.

 -Usted nunca ha dejado de escribir ni de hacer periodismo, pero sí lleva ya años alejada de las redacciones. ¿Extraña algo de ellas?

Extraño mucho la redacción de un periódico, desde el olor de la imprenta que es algo que me fascina y me llena de melancolía, hasta los debates a la hora de elegir temas y a la hora del cierre.

Estos días escuchaba a colegas cómo definieron las portadas cuando se conoció el fallo del Tribunal Electoral que habilita inconstitucionalmente al binomio Evo Morales-Álvaro García, cómo discutieron y también cómo se rieron. Es lo más hermoso del periodismo.

-Aunque lo sugiere en el prólogo de su nuevo libro, no está de más preguntarle cuán determinante fue la figura de su padre, Huáscar Cajías, para que usted se haga periodista.

Mi padre es la figura mayor en mi historia personal, demasiado ser humano, sabio, honesto, padre de familia estricto pero siempre presente. No me influyó solo en la forma de encarar la profesión sino en los otros saberes, la familia y cómo construir el frente interno, el amor al conocimiento y a la cultura, el goce de comer y de amar, la necesidad de buscar la verdad, le lectura cotidiana de la Biblia, el respeto a las otras opiniones.

 -¿Quiénes han sido sus maestros en el periodismo?

Mis profesores reales fueron Daniel Samper y Arturo Guerrero de Colombia, pero me dieron la pauta de lo que quería hacer el guerrero y amante José Martí de Cuba y el anarquista escritor y periodista Rafael Barret, español-paraguayo; te aconsejo que los leas y comprenderás por qué son los faros de mi vida.

-¿A qué escritores, periodistas, historiadores vuelve o visita con frecuencia como lectora?

Vuelvo siempre a Fedor Dostoievski, sus libros, sus cartas, su vida y siempre me asombra; antes mucho a Franz Kafka, ahora algo menos, quizá porque ver el rostro de su padre anciano, de su madre en vísperas del campo de concentración me hacen pensar que fue muy duro también para ellos la forma de ser de su hijo; a Guy de Maupassant, a Eric Hobsbwan, a Gabriel René Moreno, Lou Andreas-Salomé, a Agatha Christie y me gusta muchísimo leer biografías. Ahora leo la monumental biografía de Quentin Bell sobre su tía Virginia Woolf.

-La concesión del premio coincide con la publicación de una antología de textos periodísticos suyos que ha publicado a lo largo de 40 años de carrera. ¿Cómo ha sido el proceso de seleccionar y reunir estos trabajos? ¿Cuál es la importancia de publicarlos en un libro?

Mi libro Antes de que me anochezca, 40 años contando historias reúne mis escritos sobre mi barrio Sopocachi, La Paz, el país; personajes diversos, derechos humanos y política, mis viajes por el mundo, mis aportes al análisis de los medios de comunicación, algunas conferencias, mucho sobre cultura boliviana. Está casi todo pero me faltan artículos que publiqué en el semanario Aquí y en otros medios específicos.

Son 1.800 páginas que publico para que sean de consulta porque tienen muchos datos, como herencia para mis hijos.

Mis historias son lo que tengo como mayor riqueza acumulada en estos 63 años de vida.

-Algo que se aprecia de usted es el valor que le da a la cultura y a las artes en su trabajo periodístico, cosa no muy común en el medio. ¿A qué obedece esta sensibilidad por las expresiones creativas?

El apoyo a las actividades culturales es para mí una preocupación permanente y desde 1978 saco notas al respecto. Una primera se llamaba: “La cultura, una gitana en Bolivia”. ¿Te suena?, creo que seguimos en lo mismo, ¿no?

Además, es un goce hablar de la gente que suele ser lo mejor de la humanidad, la trinchera del ser, de la belleza, de los que optan por crear y no por acumular, sin que esto quiera decir que por ser artista tienes que ser pobre o que por artista estás inmune a la ambición.

Uno de los rasgos más perversos del Gobierno de Evo Morales/García Linera es que ha comprado a varios artistas.

-Otra cualidad de su labor es que ha combinado el periodismo con la investigación histórica, la producción intelectual y la ambición literaria. ¿Cuán importante ha sido para su carrera no encerrarse en los límites del periodismo convencional y aspirar a desarrollar trabajos de más largo aliento, que fueran capaces de vencer la fugacidad de la nota coyuntural y de pervivir al paso del tiempo, apelando a las herramientas de la historiografía y la literatura?

Lo que une todas mis actividades es esa posibilidad de “contar historias”. En la vida cotidiana soy más bien silenciosa, me gusta más escuchar que hablar. Desde colegio era confidente de amigos de diversos grupos, desde los “guasquiris” a los hippies. En general yo no me identificaba con ninguno en especial, pero escuchaba a todos.

Tengo esa característica de recibir muchas confesiones que transformo en insumos para mis escrituras.

Descubrí que las biografías son más insólitas que la ficción, que la historia puede ser más una percepción que una realidad. Me gusta entreverar todo. Por ello la crónica es mi género preferido.

 -Teniendo en cuenta su labor docente, ¿cómo ve el futuro inmediato y mediato del periodismo en Bolivia, con las nuevas generaciones que se están comenzando a ejercerlo y/o se están formando para hacerlo?

Es difícil vislumbrar el periodismo boliviano en el futuro inmediato si no se tiene libertad para pensar y para expresar ideas y hechos sin presiones.

Cambian los soportes, no los principios.

¿En qué proyectos está trabajando actualmente?

Actualmente trabajo en la historia familiar, además de mis otros asuntos como la cátedra en Historia y en Crónica en la Unviersidad Católica y las columnas de opinión y artículos mensuales sobre historia o sobre cultura.

Mi familia, como casi todas, está nutrida de muchas sangres, desde las jacobinas a las sirias, de las lituanas a las aymaras, y llena de historias que se susurraban en los rincones. Ya tengo mucho coleccionado, aproveché siempre a mis tías y mayores para recopilar datos.

Periodista – [email protected]

Perfil

Lupe Cajías (La Paz, 1955) es Licenciada en Comunicación de la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia, con énfasis en investigación; durante cuarenta años de trabajo profesional utiliza las técnicas de la indagación social en sus diferentes obras, principalmente en su trabajo como cronista.

Estudió Historia en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, Bolivia y asistió a cátedras de Literatura. Participó como alumna y como docente en decenas de seminarios en tres continentes y en 42 países de América, Europa y Asia del Este. Conoce toda Sudamérica y Centroamérica y recorrió más de 300 poblaciones y todas las fronteras de Bolivia, compilando historias.

Ejerció como periodista fundamentalmente en su país, pero con publicaciones en medios de más de diez países, y escribió reportajes especiales para las principales agencias de América Latina.

Ocupó la máxima dirigencia sindical de los periodistas bolivianos y también fue presidenta en dos ocasiones de la Asociación de Periodistas de La Paz, de Bolivia y de su Tribunal de Honor.

Fue Delegada Presidencial Anticorrupción y fue elegida y reelegida presidenta del Mecanismo de Expertos de la Convención Interamericana contra la Corrupción de la Organización de Estados Americanos. También presidió la Alianza Regional Anticorrupción.

Publicó una docena de estudios sobre los medios de comunicación, una novela, un libro de cuentos y otro sobre teatro y se especializó en el género de la biografía: Juan Lechín, Flavio Machicado, Guillermo Aponte, Liber Forti, Oscar Únzaga

Actualmente es columnista en los principales periódicos bolivianos, docente de Historia y de Crónica en la Universidad Católica Boliviana, conferencista en varios países e invitada permanente de gobiernos y de instituciones en todo el mundo.