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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Una mirada a Cochabamba desde un plano catastral de 1924

Tener una perspectiva  diferente de la ciudad en el siglo pasado enriquece la historia y los recuerdos de los lugares más emblemáticos y de las familias cochabambinas.<BR>
Una mirada a Cochabamba desde un plano catastral de 1924



Corrían los años 20, había terminado la Primera Guerra Mundial (“La Gran Guerra”), surgía la Unión Soviética y se instituía la Sociedad de las Naciones (preámbulo de lo que sería las Naciones Unidas); llegaban los “años locos” de prosperidad en Estados Unidos, tiempo del modernismo, de la Belle Époque en Europa, periodo en que la literatura universal disfrutaba de André Breton, Hemingway y Fitzgerald, entre otros.

Salvador Dalí ya había pintado su primera obra surrealista “El nacimiento intrauterino”, época en que muere el genial Franz Kafka y el cine despertaba al mundo con el gran Charlie Chaplin y las películas de Luis Buñuel.

Cochabamba, ciudad pequeña entre urbana y rural, oscilaba en aquel entonces entre 24.000 y 26.000 habitantes, la plaza principal 14 de Septiembre había sido refaccionada, sus paseos ya no tenían la piedra irregular en el piso, habían sido reemplazadas por losetas, las carrozas tiradas por caballos circulaban por la ciudad y los primeros automóviles impactaban la visión de los ciudadanos. Aun así, la vida era, de hecho, más apacible y se esperaba el centenario de la República con expectativa e ilusión.

Tiempo cuando el almuerzo era un ritual -y la siesta a veces también-, cuando la diversión de los jóvenes de entonces era cambiar los letreros de los negocios durante la noche (zapatería por sastrería o peluquería, etc.) o de algunas quejas que se publicaban en el periódico El Heraldo, dando cuenta de que la juventud que se reunía en la esquina de la calle San Martín y Bolívar utilizaba palabras “no santas” que ofendían los oídos de los transeúntes.

En estos años, las comparsas de muchachos se apoderaban de la ciudad en el Carnaval y, una de ellas, “La Canalla” recitaba y escribía los bandos en los periódicos de entonces con perspicacia y jocosidad. Además, era la época en que el acordeón, el piano o la guitarra marcaban el ritmo de las fiestas con cuecas o bailecitos y las festividades patronales que detenían el ritmo cansino de la ciudad, acompañados por una cofradía y una banda de músicos que despertaba un sentimiento de ansiedad y compromiso en los vecinos. Procesión que recorría las principales calles del núcleo urbano para luego llegar a la iglesia y, tras la bendición, iniciar la fiesta.

Tiempo, igualmente, de solemnidad en las misas gregorianas ofrecidas a los difuntos, cuando el límite de la ciudad al norte era el inicio de la Alameda (El Prado), demarcada por unos arcos que daban pie a la campiña. Cuando ir a Cala Cala o Queru Queru era un viaje, a veces una aventura, cuando “cuquear” fruta de los árboles de las casas era un habitué con una nota de picardía y otra de satisfacción, produciendo una sinfonía de alegría de vivir en este valle.

Cuando las banderas blancas anunciaban la existencia de “chicha buena”. Cuando era más sencillo vivir y, a lo mejor, más sencillo morir. Tiempo cuando el límite al este era la calle Oquendo y el cerro San Pedro era un referente visual de lejanía, tiempo en que el rio Rocha marcaba el límite oeste. Tiempo de las “vitrolas” donde se escuchaban óperas, vals o tangos y el centro de reunión era la plaza 14 de septiembre, el teatro Achá con alguna zarzuela u obra teatral y en el Club Social se ofrecían “manifestaciones” a algún personaje nacional o del ámbito cultural.

Tiempo aquel en que ver pasar caminando por las calles al Gigante Camacho era un espectáculo y los niños lo seguían saltando anhelando llegar al cielo.

El Acho (plaza de toros) renacía los domingos con las corridas de toros (amalgama de lo español y lo criollo, escuchando en el fondo del pasillo un grito de “olé” ante el movimiento del capote o la muleta). Un detalle curioso de las fotos de antaño es ver a las personas delgadas, sea por la actividad física de caminar o el hábito alimenticio.

Cuando se avecinaba el tranvía, una brisa de metrópoli acariciaba este valle. Casi nadie puede contarnos hoy cómo era ese entonces, o seguramente nadie, (el tiempo no perdona, el tiempo no espera, ellas y ellos ya no están); pero sí, nuestra imaginación puede trasladarnos a ese momento, recurriendo a las notas de los periódicos El Republicano o El Heraldo, leyendo algún libro de otrora, observando las fotos de Rodolfo Torrico o recordando lo que nuestros abuelos nos narraban. De esa Cochabamba pequeña, quiero contarles… un poco.

El año 1923, el arquitecto Franz elaboró, a solicitud del Concejo Municipal de entonces (cuyo presidente era Espectador Camacho), un plano catastral de Cochabamba que fue entregado el año 1924 al municipio. Una copia de este plano que perteneció a Franz Steinbach fue restaurado y digitalizado hace cuatro años en la hemeroteca de Cochabamba bajo la dirección de Silvia Saavedra.

El paso del tiempo y su condición borraron algunos nombres (ya que el plano estaba doblado) pero se realizó un excelente trabajo recuperándolo casi en su totalidad.

Entre las curiosidades que uno puede observar en este plano es que la actual calle Jordán (que lleva ese nombre en honor al héroe de la Guerra del Chaco) se llamaba Argentina y se decidió cambiarla por la ayuda que ofreció este país al Paraguay durante el conflicto. En este entendido, la calle Ladislao Cabrera se llamaba Paraguay. Notar que la calle Calama se llamaba Chile y es en 1881 cuando se le cambió el nombre.

Para entonces (1924), la calle 25 de Mayo ya estaba abierta. Recordemos que la propiedad de la iglesia de Santa Clara era desde la calle San Martín hasta la calle España.

Entre la vías Perú y Colombia, en año 1910, se decidió dar continuidad a la calle 25 de Mayo hasta llegar a la Alameda, y es así que la iglesia de Santa Clara fue terminada el año 1914 como consta en la plaqueta de su muro.

Asimismo, en ese tiempo no existía la plaza Cobija y en el Prado (la Alameda) la última y casi única casa era la que está en la unión de la avenida Ballivián con la calle España.

Otra gracia de este plano, al margen de mostrarnos la dimensión de la ciudad de aquella época, es que figuran los nombres de las familias que habitaban esas moradas.

A lo mejor nuestros padres puedan contarnos algunos detalles más de los habitantes o de los vecinos de entonces, a lo mejor...

Estructura de damero



EL MERCURIO

Así se llama la retícula, como un tablero del juego de damas o el tablero de ajedrez como el que ordenó las ciudades primitivas el hombre en Grecia, los romanos después, luego Europa hasta llegar a España y de la península ibérica a nuestra América, con los arquitectos y alarifes que traían las medidas que se usaban en el viejo continente, para conformar el largo de las manzanas y con el modelo del ángulo recto para aplicarlo en las esquinas de las cuadras que ordenaban el suelo de los pueblos fundados.

Con el paso de la historia y los años, con el crecimiento y avance de las zonas planas originales en que se fundaron las ciudades, hacia las laderas primero, a la cumbre de los cerros después e incluso hacia las quebradas, fue avanzando la retícula de damero.

(...) En todo caso, siempre en las ciudades, en su centro, en el corazón de estas estructuras siempre fue la plaza de armas la que estructuró el ordenamiento general y alrededor de ella, los edificios mas importantes para la colonia española: la iglesia catedral o la iglesia base, la gobernación, el correo y las viviendas de los principales.