De la órbita final. Fragmentos selectos
Recurro a la analogía para otorgar cierto sentido a la presente compilación de estos fragmentos; palabras que con más humildad que orgullo gusto de llamarlos poemas. En la formación rocosa de nuestro planeta, gracias a la multiplicidad de pedruscos aglomerados con diferentes propiedades físicas y químicas; con el transcurso del tiempo medido en escala de millones de años las formaciones rocosas más débiles por efecto de las fuerzas telúricas fueron perdiendo materia por disolución o arrastre y, como fe de su antigua presencia, conformaron cavidades incrustadas en la roca persistente. Por otros tantos millones de años estas cavidades resultantes continuaron recibiendo al flujo visitante de las aguas que las formaron. Estas aguas en su contenido microscópico como riqueza en curso corriente fluyeron con los sustanciales arquetipos de su química a ojos humanos invisible; en las cavidades se magnificaron replicando su morfología y conformando preciosas aglomeraciones de cristales. Estas asombrosas formaciones son llamadas en cristalografía geodas.
En las oquedades íntimas resultantes del decurso de los años el lenguaje que las circula ha ido arrastrando imágenes cuya materia se remonta al principio de la palabra, magnificando un exceso construido en un poema. Este libro es un conglomerado resultante del decurso del lenguaje; memorias y olvidos que dieron forma a este imaginario íntimo.
Las geodas llegan a la luz por efecto de un desastre ya sea natural o por acción humana tan igual al acontecimiento poético que permitió la publicación de la selección de Fragmentos de la órbita final.
Fragmentos de la órbita final
Trozos de pasos rendidos
distraídos con los saltos del gorrión
las orillas, los cauces,
la corteza y el bosque
vestido de liquen
solo pasos y un conjuro al aire
su eco vuelto en deseo
¿va o viene? transcurrir insensato.
Abismo
Los colores fragmentos
en aguas refractados
no completan solo descubren
una inmensa ausencia
que acompaña al murmullo del fondo
nada lo llena ni nada le pertenece
como las tubas de un órgano perenne
con vientos condenados al suplicio de repetirse
en todos los advenimientos solo descansan
cuando se silencian las ranas
gritan las lechuzas sobre el eco
hacia el vacío misterioso y hospitalario
viento que se recoge satisfecho
con el mensaje entregado
silencio de frío y movimiento
duerme la bruma sobre su propia soledad
con la lentitud con la que las almas
cierran las puertas una a una
hasta el último inmensurable puerto.
Florescencias
Erguidas con el penacho en alto
son el mayor enigma de Babel
– las flores no tienen bandera –
el lenguaje ofrecido del más allá vegetal
una forja hermética de la inteligencia
seducción que baña los sentidos
prolijo ruido de colores, texturas y aromas
un silencio que sabe arrullar la sutil brisa
bajo qué orden se signan los pactos
una calma trayectoria que cautiva
como sol cuando rueda girasol.