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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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Aviones de fuego

Sobre la novela de 2015 del escritor español Emilio Losada.
Aviones de fuego



Emilio Losada es de otra época: melena crespa y poleras de agrupaciones de rock de los años 70. Una chaqueta de cuero negro. Un cigarrillo en la boca y una mirada de estar disconforme con todo. Vaqueros ajustados y el rostro serio. Es un anarquista, que quiere decir lo mismo que escritor. Con la novela de Aviones de fuego ganó un concurso en México.

En la novela, el narrador, Robert, habla con un amigo (Landelino). Éste le dice que de niño jugaba a prender fuego a los aviones de papel y los lanzaba hacia la calle. El juego consistía en que uno de ellos llegue hasta el piso, antes de quemarse por completo.

Así es la escritura o así debería ser. Lanzarse hacia el abismo con la esperanza de caer. Jamás incólume.

Con esta novela, Losada hace un homenaje al Barcelona de los años 70. Empieza como un drama amoroso. Luego se convierte en una novela punk. Robert es echado de la casa de su novia o exnovia. Y va a parar al departamento de una amiga.

En la noche, mientras duerme, oye unos ruidos. Y descubre que hay un fantasma. Un muerto de los años 70 que era un punk-anarquista. Al principio no lo puede creer. En el departamento hay una foto, de una mujer hermosa, rubia, joven, en blanco y negro. Ella era la novia del fantasma.

Aviones de fuego también es un homenaje al rock de los 70. A las bandas de rock que fueron olvidadas o no tienen cabida en la actualidad. A los bares, donde uno podía escuchar a Lou Reed, guitarras eléctricas, baterías: el pasado hecho música y hecho ayer y hecho nostalgia.

Losada dice en una entrevista: “Robert es un personaje apócrifo. Hace unos años escribí un relato bajo la influencia del gran Pere Calders, ‘La Marta lo hace’, en el que Pere Ripollet, un tipo que se acaba de divorciar, pasa unos días en el piso que le cede su vieja amiga Marta mientras ésta se encuentra de vacaciones fuera del país. Resulta que en el piso hay un fantasma que se aprovecha de su condición para que Ripollet le suministre una serie de vicios”.

Robert conoce a Landelino quien, además de ser un investigador, es un escritor frustrado. Hablan de la capacidad de la literatura como cura o veneno. Hablan sobre la escritura que a veces salva o a veces hunde. Hablan, mientras caminan por calles mojadas, por una lluvia reciente, una ciudad de Barcelona llena de migrantes y prostitutas. Llena de soledad al estilo nouvelle vague: luces de neón azules y rojas.

Y al final del laberinto encontrar algo a que asirse. Si es que existe ese algo. ¿Tal vez el amor?

Aviones de fuego es una novela recomendable para quienes aún creen que la única forma de escribir es saber que uno está vencido desde el principio y aún así continuará. Es una novela que te deja con una sensación de que el ayer siempre fue mejor.

Y un avión de papel sigue cayendo, encendido. ¿Esta vez podrá llegar al suelo?

Periodista – [email protected]