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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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El indescifrable enigma de Freddie Mercury

La película Bohemian Rhapsody repasa la vida del vocalista de Queen y expone su soledad, sus excesos e incertidumbres.
El indescifrable enigma de Freddie Mercury



Hay algo engañoso y difícil de capturar en “Bohemian Rhapsody”, la canción de la banda británica Queen compuesta por Freddie Mercury para el álbum A Night in the Opera (EMI, 1975). Millones de personas conocen de memoria sus cambios de tono y ritmo, sus extravagantes coros y falsetes y el pegadizo riff de la guitarra de Brian May. Y sin embargo, cualquiera que intente hacerse con ella en una noche de alcohol y karaoke se enfrentará inevitablemente al fracaso.

Algo parecido les ha ocurrido a la mayoría de críticos de cine londinenses después de ver el estreno del biopic del mismo nombre. La categoría de leyenda de Queen, y especialmente de Freddie Mercury, había generado un doble engaño en la ansiosa espera de una película, accidentada en su rodaje y que ha tardado diez años en ver la luz. Los logros musicales del grupo son indiscutibles. La personalidad carismática de Mercury, con su trágico final víctima del SIDA, también.

Los ingredientes eran perfectos para una historia épica. El estreno ha dejado un regusto plano y prescindible. “Si la intención de este film era que salieras del cine y comenzaras a descargarte la increíble música de esta banda (y eso es efectivamente lo que hizo este crítico), lo han conseguido. Pero si esperaban algo más que una versión teñida de rosa del que podría haber sido uno de los biopics más interesantes y conmovedores de todos los tiempos, tengan cuidado: lo disfruté, pero esto no es la vida real, es más bien fantasía”, escribía el crítico James East en el diario The Sun, parafraseando en sus últimas palabras una de las líneas más famosas de la canción.

Solo se salva de la sensación de mediocridad generalizada el actor de ascendencia egipcia Rami Malek, que consigue personificar, si no el magnetismo de Freddie Mercury, al menos su explosividad en el escenario y su imagen inigualable. No así su voz. Han sido necesarias componendas en el estudio de grabación para poder transmitir una intensidad similar.

El primer actor elegido fue el cómico Sacha Baron Cohen —quién no ha pensado alguna vez en su asombroso parecido con Mercury—, pero desavenencias con los componentes aún vivos de Queen le hicieron abandonar el proyecto. Lo mismo pasó con Ben Wishaw, la segunda opción. También hubo cambio de director. Y todas estas vicisitudes llevan a la conclusión de que la película nunca acabó de tener una idea clara de lo que se quería contar.

Bohemian Rhapsody expone la soledad, los excesos y las incertidumbres de Mercury. Y su noviazgo, primero, y amor platónico después, con Mary Austin, que interpreta la actriz Lucy Bointon. El énfasis en ese amor, que fue real y se mantuvo hasta el final (Austin heredó la mansión y la fortuna del cantante) ha creado revuelo en las redes sociales: muchos han querido ver un intento de camuflar la homosexualidad de Mercury. La película no oculta, sin embargo, ninguna de sus pasiones, pero deja una sensación a la mayoría de los críticos de objetivo no cumplido. Podía extraerse algo más de aquel provocador que llegó a decir: “Soy capaz de acostarme con cualquier cosa, hombre, mujer o gato”.

Más bien se trataba de sacar nuevo rédito a un éxito que sigue prolongándose durante décadas. Una película “perfectamente adecuada”, escribía el crítico de la BBC. Y perfectamente prescindible, según el consenso del resto de expertos.

Periodista