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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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Magia entablada

Sobre el reciente XXVII Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo desarrollado en Cochabamba y acerca de la urgencia del apoyo estatal que deben tener los artistas.
Magia entablada



Y todo concluye en un abrazo. Mientras en la sombra desaparece Miguel (Marcos Vecín), quien representa la intolerancia, el prejuicio, la ignorancia y la violencia; David y Diego (Mario Chávez y Guillermo Sicodowska) cierran el acto en el momento más íntimo entre dos amigos. Diego se va del escenario por un costado, pasa tan cerca mío que puedo ver el brillo en sus ojos quebrados de la emoción. Se encuentra con mi amiga que está sentada en una butaca más arriba. Ambos lloran. El mARTadero se ha convertido en un santuario para todos los asistentes que aplauden de pie la obra “Fresa y chocolate” del elenco cruceño OTROTeatro.

La semana 39 del presente año, Cochabamba recibió a talentosos elencos, en el marco del XXVII Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo. Diez compañías teatrales visitaron las tablas cochabambinas y maravillaron a su público en esta versión.

El sueño “olvidado” de las estrellas

Cada año en septiembre, Cochabamba recibe a lo mejor del teatro nacional en un Premio que ha pasado a la historia por su trascendencia. “¡Para mí fue un sueño! ¡Desde el 2000 que me enteré que había el Peter Travesí, me propuse estar en su grilla! Dios ha sido generoso conmigo, cumplí uno de mis sueños”, dice María Nela Rivera, la única mujer directora de esta versión que presentó, junto con la compañía Ikiru Teatro, la obra “El ponche de los deseos”.

El 4 de octubre de 1990, meses después de la muerte del actor Peter Travesí, el presidente Jaime Paz Zamora firmó la Ley No. 1190 para la creación del Premio Nacional de Teatro Peter Travesí Canedo, en justo homenaje a la memoria del destacado artista.

El artículo 4 de esta ley dice: “El Presupuesto General de la Nación consignará anualmente en la partida del Instituto Boliviano de Cultura, la suma en pesos bolivianos equivalente a $us. 10.000.- (diez mil dólares americanos), como aporte del Estado al Premio instituido”.

Este presupuesto es administrado por el consejo organizador, conformado por la Alcaldía, la Gobernación, el Instituto Boliviano de Artes (IBART), la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) y la Unión de Poetas y Escritores. Cabe mencionar que la Ley No. 1190 es una de las pocas existentes en el país que incentivan la organización de un evento de esta magnitud.

Juan Argandoña Andrade, presidente del Instituto Boliviano de Arte (IBART), dice: “La ley 1190 consigna un monto de 10 mil dólares que está destinado al Premio, pero es expresa y específicamente para premiar a los participantes. De ahí no podemos tocar ni un peso, para ningún gasto”.

Señala también que los 10 mil dólares se reparten entre los 10 grupos seleccionados. Son premiados con 850 dólares y con una estatuilla de reconocimiento (cuyo valor es de 50 dólares). También se premia con 200 dólares en las categorías de: Mejor Actriz, Mejor Actor, Mejor Director, Mejor Dramaturgia Original y Mejor Obra.

¿850 dólares? Sí, señores, o su equivalente: 5678 bolivianos, monto que es repartido entre los miembros del elenco ganador. Generalmente, los elencos son conformados por entre tres y nueve personas. Esto no considera el gasto de estadía, viáticos, utilería ni transporte de escenografía. Y, entre una velita aquí, un pernito acá, unas plumitas allá “se hace la plata”.

Tampoco estamos considerando el contexto. Actualmente, el salario mínimo nacional, según el INE, es de 2.060 bolivianos. En 1991, el salario mínimo nacional era de 120 bolivianos, y el valor del dólar, 3.62 bolivianos.

El director del proyecto mARTadero, Fernando García, dice sobre la situación de la actual normativa: “Deberían ser montos base, pero regulables y revisables, anexados por ejemplo a la UFV”. Indica que la realización del Premio “no está en las mejores condiciones en ningún sentido”.

Manifiesta que, para esta versión del Premio Peter Travesí, los actores mostraron su desacuerdo con la entrada gratuita porque no existe “un intercambio de energía”. “Si los actores han trabajado un año para hacer eso que vas a ver, mínimo tú deberías contribuir con un poquito, ya sea 15 o 20 pesos”, señala García. Considera que este tipo de actitudes malacostumbra a la población porque no se reconoce el trabajo de los artistas.

El director del elenco El Bunker, Antonio Peredo, dice: “Este es un festival que tiene un financiamiento anual permanente. Yo creo que la ciudadanía debería reclamar más por este festival, siendo que es el único a nivel nacional que está financiado por ley”. Juan Argandoña, presidente del Instituto Boliviano de Arte (IBART), expresa: “La población aún no está tomando conciencia de que el trabajo que hace el artista debe ser renumerado y además respaldado. ¿Y cómo respalda la población? Asistiendo”.

Artistas denuncian falta de apoyo

La mayoría de los artistas entrevistados por este medio no se siente apoyada legalmente bajo un respaldo representativo. Los artistas creen que el Gobierno no apoya a las artes escénicas y coinciden en que esto es “una pena”, porque el principal objetivo de este rubro es generar cambio y reflexión social. Juan Argandoña dice: “El Ministerio (de Culturas) tiene una forma muy centralista de trabajar en el ámbito artístico. Pese a que uno de los pilares es la revolución cultural, en la práctica no vemos nada”. Sostiene también el Ministerio no asigna presupuesto y, aunque hay proyectos que parecen fomentar estas actividades, quedan en “una pantalla que en realidad no aporta nada”.

El cochabambino Alejandro Marañón del elenco Madrastra dice: “Creo que es vital hacer una ley para las artes. Si existiera, estaríamos más organizados”. Argumenta también que la comunidad artística necesita madurar, unirse y organizarse mejor para asumir una ley.

El director paceño Freddy Chipana cuestiona el desconocimiento de los artistas jóvenes de temas jurídicos. “Hay gente que hace política del arte porque no conoce el trabajo del artista. Si tú no te metes a las leyes y no conoces las leyes, vas a estar en desventaja porque no vas a saber cómo exigir, como hacer que se haga válido aquello que te corresponde”.

La directora de Ikiru Teatro, Maria Nela Rivera, expresa que “es importante que (la ley) contemple la renta de vejez, el seguro de salud, el manejo de impuestos, la propiedad intelectual, que sea claro y directo el apoyo del Gobierno central, gobernaciones y alcaldías a nuestro arte, que se brinde mayor calidad de espacios culturales, mejores oportunidades de formación en el hábito de artes escénicas”.

El actor Raimundo Ramos manifiesta: “Somos reconocidos por el Ministerio, pero, ¿qué beneficios tenemos?”. Cuestiona que los beneficios anunciados solo queden en papel. En Cochabamba, hace tiempo ya, en 2016 se ha gestó un proyecto de ley del artista impulsado por TelArtes, que lamentablemente no ha progresado.

Fernando García, quien es docente de Historia y Teoría del Arte en la UPB, explica que con TelArtes se ha intentado impulsar una Ley Marco de Cultura. Dice que desde el 2014 se viene trabajando en esta norma que ha sido truncada por distintos procesos administrativos de la burocracia estatal.

García explica que lo ideal sería que existiese una Ley Marco y, a partir de ella, se desprendan leyes subsidiarias como la Ley del Artista y leyes municipales. “La Paz que ha estado trabajando fuerte (en una Ley Municipal). Las normas deberían haber sido subsidiarias, deberían depender de esa legislación nacional, pero lamentablemente, ante la incapacidad del Ministerio de cumplir su trabajo, los municipios han tenido que aprobar sus leyes municipales de culturas”.

García indica que no es extraño que La Paz haya trabajado en una Ley Municipal de Culturas, “porque es el único municipio que a la cultura le ha dado un rol serio”. Informa que el departamento de Santa Cruz también está movilizándose para conseguir una norma municipal.

“Necesitamos una Ley de Culturas, necesitamos que las instituciones locales sepan reconocer que esto es un laburo, y que no es una jugarreta. Hay que invertir en cultura, porque eso hace que la gente despierte, que cada vez sea más consiente de la realidad en la que vive”, dice el director del elenco cruceño A LU-K, Carlos Coba. “En Santa Cruz, está habiendo bastante movilización con respecto al tema de la Ley del Artista, en realidad se está queriendo gestionar desde el municipio que de algún modo se dé mayor presupuesto de arte”, complementa Mario Chávez de OTROTeatro. Chávez dice también que estos movimientos son iniciativa propia de colectivos ciudadanos comprometidos con causas artísticas.

¿Vivir del arte?

Todos los artistas coinciden en una respuesta que tal vez suene obvia (obviedad que me parece un peligro pues significaría que se está normalizado): en este país se puede sobrevivir del arte. Carlos Coba, cuyo elenco se llama teatro a LU-K porque ellos hacían teatro en las calles del plan 3000 por 1 boliviano, dice: “Se puede vivir de arte siempre, siempre que uno quiera. Nosotros vivimos del arte desde hace más de 15 años”. Señala que rechaza invitaciones de sus colegas y prefieren pagar la entrada a las obras porque saben que “es su laburo y de eso vive”.

Alejandro Marañón indica que toda la comunidad teatral pidió el cobro de entradas para esta versión del Peter Travesí. “Se presenta una obra en el Teatro Achá, se cobra de 30 a 40 pesos y la gente no va. Prefieren esperar al Peter Travesí porque va a ser gratis”. Argumenta que este tipo de fenómenos dañan al gremio y en las salas de teatro se presentan obras con una asistencia “de 5 a 15 personas”.

El director de la obra “Manzana”, Darío Torrez, sostiene: “Yo creo que se puede sobrevivir del arte. Los artistas invertimos mucho en esto que nos apasiona y a veces hasta arriesgamos nuestras familias, porque las condiciones económicas no son buenas”.

En contraposición al reclamo general, Freddy Chipana afirma: “Nunca he estado de acuerdo con la queja que existe. La gente se muere de hambre, sí; pero esto has decidido hacer”. Argumenta que el problema no es del arte, sino de la calidad que tenga el artista y la responsabilidad con el público. Reflexiona que, para vivir bien, se debe trabajar duro.

Juan Argandoña, actor de muchísima trayectoria, puntualiza que hay pocos actores que logran tener una posición económica muy holgada. “Los artistas evitan entrar en lo comercial porque empiezan a perder su esencia, la desvirtúan”. Proclama también que para muchos artistas puede más la pasión que la ambición.

Fernando García denuncia un apoyo sectorizado a “un solo tipo de arte” por parte de las autoridades. “Muchas veces no nos quieren proporcionar los POA (planes operativos anuales). Hace algunos años pudimos acceder al POA, hicimos un análisis y nos dimos cuenta de que el 80 por ciento de los gastos municipales destinado a lo cultural se iba en música. Y los gastos tenían mucho que ver con tarimas, con cargo de equipos de sonido, y otros no tan regulares”.

García dice que algunos sectores están más atendidos que otros. “En la música, los grupos son reiterativamente contratados. Ahí se evidencia una arbitrariedad municipal que no debería existir”.

El gestor cultural explica que lo ideal sería la existencia de fondos concursables, municipales o centrales, que otorguen los recursos públicos para los creadores. Explica que estos fondos deberían ser asignados tras una evaluación por un tribunal neutral. “Esto sucede así en muchos sitios. Yo, por ejemplo, he sido tribunal de los fondos de Medellín (Colombia) y son muy bien organizados. El fondo tiene como 200 páginas de reglamentos, los artistas saben a qué categoría se pueden presentar, y hay todo un sistema ordenado de los fondos públicos para los creadores”. Denuncia que no existe ni voluntad política ni políticas culturales.

García reflexiona que son muy pocos los que pueden vivir del arte en el país. “Los pocos tienen que estar absolutamente alineados al Gobierno, ahí están un pintor como por ejemplo Mamani Mamani o unos músicos como Los Kjarkas”. El docente y crítico de arte también dice: “Piensa solo lo que están costando los murales de la Casa Grande del Pueblo, alrededor de 300 mil bolivianos cada uno. Con eso se podía hacer formación de niños en la ciudad de Cochabamba en pintura por, al menos, dos años”.

Teatro de exportación

El Premio Peter Travesí tiene la facultad de reunir a las mejores obras del teatro del país. “Dios’, ‘Eterna’, ‘Manzana’, ‘Los Mulas’ y ‘Simplemente Rojos’ fueron obras escritas y montadas por bolivianos”, indica el primer vocal de IBART, Moisés Quiroga. Estas obras tocan temas con problemáticas contextuales como la violencia sexual o familiar.

Freddy Chipana, director de Eterna, dice: “Nosotros creemos en el teatro de autor. Valoro mucho a quienes adaptan obras, pero yo personalmente escribo mis obras porque es importante denunciar nuestro contexto. Pienso en el arte que debe quedar ahora en este lugar y que debe transformar, devolver y de alguna manera tratar de eternizarse como trabajo”.

Para la puesta en escena de su obra, por ejemplo, el director convocó a artistas de diferentes compañías. Carmen Tito del elenco Alto Teatro interpretó a Milagro; Gladis Mollo, quien es artista independiente, hizo el papel de Alegría. Tabla Roja estuvo representada en esa obra por Mayra Paz con el papel de Esperanza, y Alejandra Quiroz hizo de Consuelo. Por el elenco Grito figuraba Carmencita Guillén en el papel de Madre Angustia.

El director comentó que esta obra ya había salido del país, está invitada a Argentina y Chile. “Tenemos presentaciones programadas para Arica e Iquique para octubre y noviembre de este año”.

Alejandro Marañón indica que “hay mucho teatro de exportación, varias compañías que se han gestado en Cochabamba ya salen a Brasil, Ecuador, Argentina, Canadá”.

De su experiencia, comenta que es muy gratificante salir del país porque siempre los de su elenco son bienvenidos en el exterior. Marañón dice: “Toda rencilla política, social y económica queda atrás”. Advierte que existe una conexión entre artistas, lo que facilita un recibimiento “con los brazos abiertos, con mucha confianza y cariño”.

El antagonismo ocurre cuando los artistas vienen a Bolivia. Marañón comenta que los extranjeros “la pasan duro porque es más complicado el recibimiento, producir y montar las obras en nuestro país”.

Darío Torres, quien fue ganador en la categoría de Mejor Dramaturgia Original con la obra “Manzana”, dice que prefiere el trabajo en el país porque es aquí donde quiere generar un cambio. Argumenta también que es muy complicado para una persona dedicarse a tiempo completo al teatro, y que usualmente el trabajo no permite que puedan ir de gira fuera del país. “En mi elenco, por ejemplo, una de mis actrices sigue en colegio, la otra es abogada y el otro estaba defendiendo su tesis, entonces no puedo perjudicarles en sus actividades”.

¿Para qué actuamos?

Una tela verde hace de fondo, hay un par de bancos del mismo color. Una alfombra, un plumero, una lata de aerosol. Todo es de color verde, de ese verde que se usa en la televisión para crear realidades virtuales. Ericka (Marisol Campos) grita a su hija Camila (Andrea Cueto) que no hable de lo que pasa dentro de su casa porque tienen un apellido que hacer respetar, mientras Luis (Jamil Estrada) arremete violentamente sobre la mujer. Abusa de ella. El público está abrumado por el aberrante acto que acaba de presenciar, alguno se molesta y sale del auditorio. Ericka y Luis repiten y repiten que la televisión arreglará todo, que se verán bien detrás de las cámaras. Todo tiene que oler y verse bien, aunque por dentro se esté pudriendo. Así es como Darío Torres representó la violencia sexual en su obra “Manzana”.

Intolerancia, racismo, abuso de poder, violencia sexual, violencia doméstica, inmigración, marginalidad, el bien, el mal, la vida y la muerte son algunas de las temáticas que se representaron en esta versión del Premio. Cada obra, con su propio estilo, desnudó un problema de fondo e invitó a la reflexión de las personas que se dieron cita en los diferentes lugares durante toda la semana del Peter Travesí.

El paceño Antonio Peredo dice: “Cuando se hace una obra, no se habla de una temática, se habla de la vida”, y la vida incluye todas las problemáticas antes mencionadas.

El director del proyecto El mARTadero, Fernando García, considera que el artista es un generador de conocimiento. “Es una persona que, por un método distinto que no es el científico, no es el técnico, no es el filosófico, sino que es intuitivo y creativo, genera conocimiento en la población, apertura de mente, genera distintos horizontes y posibilidades de futuro”.

Freddy Chipana asegura que el arte humaniza y que la sociedad hoy en día está “perdiendo humanidad”. El paceño dice: “El arte te da valores, te conmueve, renueva sentimientos y sueños, recuperar la esperanza, la alegría y el consuelo”. Indica que cada uno tiene la responsabilidad de volver a su cuerpo, su alma y sus sueños.

El sucrense Darío Torres sostiene que el arte debe ser transformador, debe trascender. “Ahora estoy muy involucrado en temas de transformación social. Es un camino que a veces te puede llevar a etiquetas”. Proclama que la misión es llegar a diferentes públicos porque el arte tiene que ser democratizado, debe “llegar a todo lado”.

La directora María Nela Rivera, quien dirigió “El ponche de los deseos”, dice: “El artista debe sacar las vendas de los ojos, hacer que el público se sienta más vivo. El público da el poder para expresarse sin miedos”. La directora indica que el rol del artista es cuestionar todo.

Fernando García dice: “El arte siempre va a generar conocimiento, va a ser crítico, necesita tener una postura antipoder, sospechar del poder y generar estrategias que evidencian que las cosas se pueden hacer de otro modo”. El gestor cultural afirma que el artista generalmente se ríe del miedo, se ríe del poder, “lo ha demostrado todo el siglo XX, desde Bertolt Brecht que lo trabaja en lo escénico”.

Una posición diferente es la de Alejandro Marañón, quien considera que el arte no tiene una obligación de salvar la sociedad. “La sociedad se nutre del artista, pero no hay una obligación entre artista y sociedad porque, si no, se vuelve comercio”.

Hombres de subsuelo

“Un hombre de subsuelo puede vivir 40 años en silencio, pero el día en que lo deja no hay quien lo pare. Yo puedo vivir 40 años silenciado, pero el día que hable voy a ir con fuerza, voy a hacer un teatro que realmente haga reflexionar sobre nuestra realidad”, dice uno de los más grandes actores cochabambinos.

Él comenzó su carrera a los ocho años. Cuenta que, mientras trabajaba lavando autos en el Cementerio General, tuvo su primer contacto con el mundo artístico. Desde esa edad él ha desarrollado su talento hasta convertirse en un ícono del teatro nacional. “Un hombre de subsuelo es el que valientemente trabaja para hacer escuchar su arte, para que su arte no esté contaminado. Es leal con sus convicciones, su manera de pensar, su mirada crítica de la sociedad y de la vida”.

Quienes lo conocen, aseguran que es “una bestia”. “El Ray no solo tiene talento, él tiene alma para hacer lo que hace”. Sin duda, hablamos de Raymundo Ramos. El cochabambino ha dedicado su vida a las artes escénicas. Un profesional apasionado que ha recorrido el país y el mundo con su talento. Un alma noble que, ahora, está pasando por un ingrato momento.

“Esto que me ha pasado ha revolucionado muchas cosas, después de esto no creo que vuelva a ser el mismo. Me puede pasar a mí, le puede pasar a cualquiera y estar en esta situación es jodido”, afirma Ramos. Prefiere no contar lo que sucedió porque considera que no hay distinción en la tragedia. Su diagnóstico indica que su mandíbula está rota y que deben, literalmente, sellarle la boca para que el hueso se regenere.

Ha pasado por momentos muy duros, pero en sus ojos se ve la lucha por continuar. Dice el artista: “Es importante tener una ley porque es nuestro colchón. En eso nos respaldamos los que hacemos este trabajo”.

Ramos ha trabajado con niños y jóvenes de la calle, ha hecho teatro con una visión de un mundo mejor. “Nosotros aportamos a la transformación social, yo he trabajado con niños y jóvenes de manera predispuesta para que puedan crecer como artistas. Esa es mi convicción, mi misión. Yo estoy aquí sentado contigo porque es una misión”.

Misión, pasión, entrega, vocación, talento y sobre todo compromiso por conseguir un mundo mejor. Son todas estas características comunes entre los artistas a los que este medio ha tenido el privilegio de entrevistar. Falta trabajar mucho por el teatro y las artes en general en un mundo que prioriza el espectáculo antes que la crítica social. Es una asignatura pendiente que debe ser trabajada entre los artistas, autoridades y sobre todo el público quienes disfrutan del teatro nacional.

Estudiante de Comunicación - Facebook: Mauricio Aliaga (Tijas)