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  • Diario Digital | lunes, 18 de marzo de 2024
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La uruguaya

Sobre la novela de 2016 del escritor argentino Pedro Mairal.
La uruguaya



Empieza como un sueño. Luego se vuelve realidad. Y la realidad se torna en pesadilla. Es La uruguaya, del argentino Pedro Mairal. Novela corta, que lo contiene todo: sexo, drogas, infidelidad, crisis de los 30 o de los 35, e incluso fútbol y uno que otro tatuaje. Y una mujer que lo es todo y nada, que tiene un apellido como la trama de la historia: Guerra.

“Hay libros que viajan. Y este es un libro viajero. Un poco como Una noche con Sabrina Love [su primera novela, que interpretó en el cine Cecilia Roth]. Pero también mi novela Salvatierra se tradujo al yoruba en África... Puede que La uruguaya tenga el morbo de que la gente quiere saber qué le va a pasar a este tipo casado, en los cuarenta, que se pasa a Montevideo en busca de un dinero y sobre todo de una chica mucho más joven”, explica Mairal.

Empieza con un sueño: el del narrador que pronuncia una palabra. Su esposa lo despierta. Y él decide viajar. Estamos en Argentina en la época del corralito. En la época en que los dólares no se podían comprar: eran ilegales (muy parecida la época de Macri).

“Vengo del ambiente de la poesía y el círculo de lectores es pequeño. Que esta novela haya cruzado el Atlántico y se lea con tanto interés no deja de sorprenderme. Uno escribe en soledad y oscuridad sin saber bien lo que está haciendo… Después tirás una piedra al agua y que los círculos lleguen tan lejos es una sorpresa. Es curioso, me parece que el libro se entiende mejor en España que en México. Puede ser porque los españoles agarran mejor los modismos argentinos, por la ironía…”.

Viaja. Mientras lo hace, recuerda que un año antes conoció a Guerra. El narrador es escritor y fue invitado a una convención en Uruguay. Allí habló de literatura. Se aburrió hasta que, una noche, en medio de una fiesta, la vio. Cuerpo exacto. Ojos de asesina. Tarde como siempre. Parafraseo a Arjona: el autor es fanático de esas canciones melodramáticas.

“De golpe, este libro tiene elementos que se combinaron bien, más allá de mí. Antes, estuve 10 años sin hacer ficción. Escribí muchos artículos, crónicas de viaje, columnas, blogs, y desarrollé un tono más coloquial, sin querer perder precisión verbal, claro, pero sin ser muy lírico, sin hacer eso que se llama alta literatura. Sí me permití, digamos, explosiones creativas del lenguaje que obedecen a la trama, como cuando el protagonista está convencido de que su mujer le engaña con un médico y suelta una diatriba contra estos o cuando se intoxica, fumado y borracho, y el lenguaje se arremolina de un modo medio lírico. Pero, en general, todo confluyó en un estilo más confesional”.

Un año después, está convencido de que su mujer lo engaña con un médico. Así que decide mandar cartas por email a Guerra. Le cuenta acerca del dinero que debe recibir en Uruguay: de dos editoriales que le dan un adelanto. Esto le servirá para pagar deudas, lo habitual en un escritor.

“Me doy cuenta de que el protagonista provoca mucha identificación y no solo en los hombres. Evidentemente, las mujeres también se sienten encerradas en sus parejas, tienen amoríos mentales como el del personaje. Esa válvula de escape no corresponde solo a los hombres”.

Cumple su sueño. Viaja a Uruguay para visitar a su no amante, a alguien con quien se besó de forma furtiva, un año antes. Pero los sueños son espejismos. Y los espejismos, en mayor medida, son pesadillas. Allí es donde empieza el tomento para el narrador. Encuentra a Guerra, otra vez. Está con el cabello corto. Y con una blusa de infarto. Otra vez el melodrama. Pero todo dará un giro: todo recién empieza.

Periodista – [email protected]