Urcupiña, un pedazo de la Llajta que gana comensales en Murcia
A las pocas semanas de caer en la abrasadora Murcia y en el afán de cumplir los encargos del extinto periódico Latino, devorado por la crisis, me topo con una entrañable pareja cuyos principales rasgos, entonces y ahora, son la humildad y el trabajo constante.
En ese entonces, Marcial Tuco y Sandra Sahonero estaban en una feria destinada a dar a conocer la cultura sudamericana y extranjera, a las afueras de Murcia. Sería arriesgado nombrar la variedad de platos que la pareja ofrecía en su puesto, ya que la memoria puede cambiar alguna receta por otra de forma injusta. En todo caso, de ese encuentro nació una amistad intermitente, siempre revivida por las noticias gastronómicas generadas por Marcial y Sandra, y encuentros esporádicos por todas partes. De esa forma, me enteraba que ella aprovisionaba de tartas a todo tipo de eventos sociales y él trabajaba para una panadería.
Así, de pronto, hace casi dos años, Sandra y Marcial se volvieron a poner el delantal de chefs y regresan a lo que podríamos llamar sus orígenes, la cocina nacional, boliviana y cochabambina. Abrieron las puertas del restaurante Urcupiña, logrando un rotundo éxito de asistencia cada fin de semana.
El camino ha sido largo, pero, a paso firme, Marcial y Sandra lo venían cocinando a fuego lento en base a tesón y experiencia en el buen hacer propio de la cocina valluna.
Marcial nació en El Paso, hace ya unos cuantos años, los suficientes como para tener dos hijos junto a Sandra. El mayor tiene más de 20 años y el menor 13.
“He crecido con la comida. Soy huérfano de padre y madre y nos crió el mayor de mis hermanos. Creo que siempre estuve relacionado, de alguna forma, a la hostelería. Pasé por restaurantes y confiterías y fui aprendiendo. Cuando hacía el bachillerato en el Álvarez Plata decidí empezar a formarme profesionalmente. Hice cursos organizados en el Hotel Diplomat y pude cumplir mi sueño de estudiar una carrera, Marketing y Publicidad. A los 25 años, al adquirir una responsabilidad familiar y tras llegar a máster en repostería, me di cuenta que haría más dinero con mis manos que con mis estudios”, explicó Marcial, a las 23:00 horas de un viernes de anticuchos y pacumutus, en el Urcupiña.
Le pedí que nos cuente algo sobre la “jefa de cocina” que sigue con el trabajo, incansable, mientras él se da un respiro para atendernos: “Lleva la sazón cochabambina en las manos, no hay duda. Su madre tenía una pensión en el aeropuerto, Aerovías Las Minas. En algún momento comenzó a trabajar con alemanes, aprendiendo disciplina y otro tipo de cocina. Conoció a chefs de otros países y eso le abrió las puertas. Cuando entró a Puerto Madero, en Cochabamba, y se hizo cargo del sector de cocina nacional. Ya nos conocíamos. Yo me encargaba de la repostería. Pasamos a compartir, además de la familia, el trabajo”.
Cuando la pareja decidió irse a España, esperando llenar las arcas con oro joyas y plata, ella recibió una oferta de incremento salarial, pero, de todas formas, confiados en su suerte y su trabajo decidieron dar el salto a Europa. Diez años después, en 2016, abrieron Urcupiña y, rápidamente, se convirtieron en una de las cocinas bolivianas más solicitadas en la ciudad.
El restaurante está a 10 minutos del centro de la ciudad, entre los barrios de Los Garres y Los Dolores, mucho más lejos que otros locales bolivianos. Por su puerta pasan las vías del tren, lo que provocó el cierre de algunas calles y avenidas que pasaban frente a su negocio, dificultando el acceso, pero la clientela no ha mermado, al contrario, por ahí circula gente de todas partes de la región y otras comunidades autónomas.
A estas alturas, después de los kilómetros y los años vividos, más que secretos y recetas de concurso televisivo, Marcial y Sandra lo tienen claro: lo que debe apoyarse en una sociedad es el elemento humano, el estudio, la educación y la formación de la persona.
Genético
Sandra Sahonero lleva la cocina en los genes. Su mamá tenía un local en la Llajta.
Marcial Tuco se formó en Hostelería y Marketing.
2 Hijos
La pareja tiene dos hijos, uno de 20 y el otro de 13 años.
Su vida siempre estuvo relacionada con la cocina y la comida.
Estudiaron para perfeccionar las habilidades que traían desde pequeños.