Ever: “Perdí a mi pareja y no quiero perder a mi hijo”
Ever, un profesional de 27 años, tenía un cuadro de depresión cuando buscó la ayuda de los psicoterapeutas de Hombres de Paz, hace dos meses.
Ever estaba devastado porque había perdido a su esposa luego de someterla a una relación tormentosa de control, celos enfermizos y violencia intrafamiliar.
Su inseguridad nació en la infancia y se agudizó durante la adolescencia luego de vivir experiencias de rechazo e infidelidades que lo llevaron a desconfiar de las mujeres.
“Yo sé que he perdido el control de mi vida, de mis emociones. Sentía celos extremos de ella. Si no me contestaba una llamada, mi mente ya volaba y pensaba lo peor: que ella estaba con otra persona y que estaba evitando hablarme para que no la descubra”, contó.
Se había obsesionado tanto con la posibilidad de una traición que revisaba su cartera, su teléfono celular, y le exigía las contraseñas de sus redes sociales para poder examinar los chats internos, todos los días.
Sin embargo, nada era suficiente y el cerco de control se fue cerrando tanto, que la esposa no soportó más y quiso ponerle un alto. Le dijo que debía confiar en ella y que ya no le permitiría revisar sus cosas personales. Entonces estalló.
Ever recurrió a la violencia física y psicológica, en su afán de que ella continuara bajo su mirada controladora.
“Sentía celos, le gritaba, la golpeaba… No sé en qué momento he perdido el control, pero la he maltratado tanto que ya no quiso saber más de mí. Nos hemos separado hace dos meses”.
Ever intentó recuperar a la madre de su hijo, pero de la manera equivocada. “He intentado volver con mi esposa, la llamaba a cada rato por teléfono, iba a su casa, a su trabajo, pero ella solo se enojaba más y más. La embarré y la perdí, porque ahora siento que ella está en otra cosa”, admite. Ever ya asistió a ocho sesiones de terapia. Los profesionales efectuaron una intervención en crisis y luego le ofrecieron terapia individual.
“Me siento triste porque me doy cuenta de que la he perdido y extraño a mi hijo, al que no puedo ver por orden judicial. Todavía amo a mi esposa, pero en el centro he entendido que no la estaba respetando como persona al hacer todo lo que hice. Al principio, solo venía para poder recuperarla, pero me queda claro que ella no volverá, y ahora sigo viniendo porque estoy aprendiendo a no ser violento y a ser un buen padre para mi hijo, cuando pueda verlo de nuevo”, declaró.
Durante las sesiones, reconoció que creció en un ambiente familiar de violencia que socavó su autoestima por el maltrato verbal y físico ejercido sobre los hijos. Los psicoterapeutas trabajan con él en la construcción de su seguridad personal y la sanidad de heridas emocionales.