Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 22:00

La fotografía análoga: del viaje interno a la revelación de lo simple

Mientras la tecnología digital predomina en la producción de imágenes por su fácil acceso y bajo costo, la fotografía análoga se mantiene como mucho más que un viaje a la nostalgia. <BR>
La fotografía análoga: del viaje interno a la revelación de lo simple



“Debes de estar realmente loco, si crees que esa pequeña cámara puede guardar el momento”, me dijo aquel fotógrafo profesional que cargaba sobre su hombro un enorme teleobjetivo de casi ocho kilos .

La pequeña Rollei 35, de apenas 400 gramos, que había llegado a mí por azares del destino, parecía hacerle broma al profesional que me observaba fijamente, toda vez que entre la edad de la cámara, su tecnología y, particularmente, su tamaño, parecía un juguete viejo al lado de la alta gama tecnológica que cargaba entre cajas de seguridad, bolsas de viaje y una mochila. Ni hablar de la montaña de dólares que significaba cada uno de esos detalles.

INTERPRETACIÓN POÉTICA DE LA VIDA

Encantadora de bolsillos, lente fijo -muy pequeño- y visor siempre enfocado, esta cámara no sólo obligaba a estar siempre alerta a demasiados detalles, sino que también apelaba a escribir las imágenes sobre una película que cada vez es más escasa y difícil de conseguir.

Campeaba contenta entre mis manos mientras caminábamos, hasta que salió entonces un estrepitoso y profundo: No lo entiendo siempre -así, bien valluno- cómo es posible que inviertas tiempo y dinero en una cámara que no es confiable, las imágenes son siempre imperfectas; toma demasiado riesgo fotografiar con ella y, encima, además de tomarte más trabajo en tu laboratorio, luego debes de esperar a ver las imágenes.

- Simple —le dije—. Para mí, la fotografía no es en sí una transcripción textual de la rea- lidad, sino más bien, desde mi realidad. Es una interpretación poética de la vida y para la vida. Es la pintura con la que le atribuyes sentido a tu mundo. La perfección es algo que no existe como tal, por lo que esa absurda e inacabada búsqueda de imágenes perfectas no coexiste con mi forma de entender la vida en su esencia misma: la imperfección.

- Y, ¿de dónde siempre sacas pues esas cosas?. Seguramente está en alguno de esos tus libros viejos, de la época en la que no había la maravilla de cámaras que hay en este tiempo. ¿Cómo puede ser posible renunciar a la tecnología que tenemos hoy en día? Ver lo que haces en tiempo real es disfrutar de la punta de la pirámide en materia de conocimiento… ¡Realmente estás loco!

- Para nada —repliqué— Haber decidido viajar en el tiempo, que es ir en contra de la corriente que alguna vez me distraía de las cosas importantes, me permitió volver a enamorarme de la fotografía. Disfrutar el proceso, caminar para encontrar ese momento simple e intrascendente permitió que mi vida se torne de otro tono.
La mirada tuvo que hacerse más pausada. La pequeña Rollei me obligó a observar y pensar más para disparar menos.
- Nada siempre, no me convences, sigo sin poder entender que algo que no utiliza una batería y una memoria para escribir los datos, pueda grabar momentos importantes y tan llenos de detalles de la realidad. A ver dime, ¿a qué velocidad se graban tus imágenes en tu rollito?
- A la velocidad de la luz, contesté. Al parecer, en ese momento entendió que lo esencial se basa más en la naturaleza que en la tecnología, porque ya no supo decir más.
Y es que al final de todo el camino de volver en el tiempo y de viajar a través de la fotografía, de alguna manera sucedió lo inevitable: había que dejar de hacer las cosas con la idea de la inmediatez, atribuyéndole –además- el éxito del trabajo al equipo y su tecnología.
Frases como “qué lindas fotos toma tu cámara” o “ese último modelito que te has comprado, lindos colores tiene”, permitirán demostrar mi posición, ilustrando así un contexto en el que establecemos nuestra percepción de los hechos y subvaloramos la importancia de un conocimiento como el que se depositó por más de 100 años en la fotografía química.
Nuestra sociedad se ha acostumbrado a subvalorar todo lo que viene de atrás, dejando de lado la idea de que —en realidad— el presente es versión perfeccionada del pasado.
En todo caso, lo importante de una decisión así es la posibilidad de disfrutar una fotografía más respetuosa con el todo, yendo para atrás para reentender el presente e imaginar un futuro más cargado de sentidos.
Disfrutar el proceso completo, que va desde la reflexión de los temas que nos conmueven, fotografiar con mucho criterio, llegar al laboratorio y descubrir que más allá de lo aparente está eso que nos cambia la percepción de las cosas, maravillarse con la alquimia y luego llevar la historia al papel, sencillamente es la magia del acto creativo que carga de un poder inagotable las manos con las que experimentamos el universo y dejamos testimonio de nuestro paso por el mundo.
De lejos, desde que la vida transcurre más pausada, caminar por la ciudad se ha hecho más gratificante y conmovedor, pues observar las cosas simples, aquellas que parecen tan cotidianas e intrascendentes, se han cargado de una nueva vida.
El juego de una mamá gato con su bebé, el color de la tierra, la pintura de un grupo de monjas custodiando celosas una pared, o el desastre de quien pinta con pasión pero sin orden, han hecho de mí un militante más de ese viejo descubrimiento de hace 180 años llamado fotografía y, aunque con la irrupción de la fotografía digital se ha convenido en llamarse ahora fotografía análoga, no deja de ser aquello que nos permite demostrar que el que quiere viajar al corazón del tiempo puede l

EL FOTÓGRAFO 

Diego Echevers Torrez es fotógrafo docu-mental y arquitecto con una especialidad en Diseño Gráfico y Comunicación Audiovisual. Posee una maestría en Gestión de Patrimonio y Desarrollo Territorial otorgada por la Universidad Mayor de San Simón, donde desarrolla su actividad como docente en la carrera de Diseño Gráfico y Comunicación Visual. Su trabajo se ha visto reflejado
en temas de investigación diversos, pero siempre asociados a los estudios visuales
de la cultura, las artes populares y la identidad de Bolivia desde la imagen. Además, es autor del libro “Carnaval de Oruro: la fiesta de los sentidos” y varios artículos publicados en distintos medios impresos.