Detrás de los infractores hay familias endeudadas y destruidas
M.F. es una enfermera de 51 años que está al filo del divorcio. Su “insatisfactoria” remuneración salarial la obliga a cumplir turnos laborales de hasta 24 horas continuas en un hospital privado de Cochabamba. Hasta hace algún tiempo creía que ese “sacrificio” era por el bien de sus hijos, ahora lo duda.
Duda al decir que a sus hijos, una mujer y dos varones, de 17, 19 y 23 años de edad respectivamente, “nunca les faltó nada”. Olvidó darles tiempo. Esa deficiencia provocó que uno de ellos, el que actualmente tiene 17, busque en la calle lo que no encontró en casa: afecto.
“Se ha juntado con gente de mala vida. Ya sospechaba algo cuando él tenía 15 años, aparecía con tatuajes. Primero en el hombro, luego en el pecho, ahora tiene hasta en los nudillos de las manos”. A eso se sumó que llegaba tarde a casa o a veces ni iba a dormir, aprovechando que su mamá cumplía turnos nocturnos.
“Había épocas en las que se perdía por días. Una vez que estaba desaparecido, salió una noticia en la tele de un arresto a jóvenes con marihuana. Creí haberlo visto ahí, pero él se negó”.
M.F. no solía llamarle la atención, pero lo hizo cierto día en que su hijo llegó a casa embriagado. Esa ocasión supo que él ya no estaba bajo su control. “Se metió a la casa en la madrugada y haciendo mucha bulla. Nunca lo había visto así y, en mi desesperación, agarré el palo de la escoba y con eso le he dado en su espalda. Él se alteró y, como es más grande, me hizo retroceder, ya veía que me iba a pegar, pero solo me dijo amenazas”.
A partir de ese hecho, la situación empeoró. Su hijo llegaba en ocasiones golpeado, en otras aparentemente drogado y recurrentemente acompañado menores de edad. “Decía que iba al colegio, pero la mochila estaba vacía”.
“A veces llegaba con aparatos modernos y yo no le había dado dinero”. Confesó que la situación la tenía muy preocupada, pero “no sabía qué hacer”, hasta que la vida que su hijo llevaba puso en jaque a toda su familia.
“El dueño de la casa en la que vivimos en alquiler hace más de cinco años nos dijo que teníamos que desocupar”. En el barrio corría el rumor de que el hijo de M.F. estaba convirtiendo esa propiedad ajena en un centro de distribución de marihuana. El arrendador le dijo que no quería meterse en problemas.
La familia desocupó y “la fama que nos ganamos en el barrio” les hizo casi imposible hallar una nueva casa.
M.F. se vio obligada a sacar un préstamo bancario y comprar una vivienda precaria en la zona sur.
MÁS CASOS
Al igual que M.F., S.S., es una mujer divorciada cuyo hijo enfrentó problemas con la ley.
La vida de S.S. tiene mucha similitud con la de L.F., también está divorciada, por ejemplo.
“Le he prestado más atención a rehacer mi vida que a mis hijos. He podido encontrar una pareja, pero él no los quería mucho”.
Su primer matrimonio le dejó dos hijos, uno de 8 años y otro de 16.
El último se incorporó a una pandilla de Colcapirhua, según lo poco que conoce S.S. “Supuestamente robaban en la noche, hasta que un día los agarraron”.
Como su hijo era menor de edad, lo remitieron al Centro de Infractores Cometa.
Enterarse de esa situación fue como “un balde de agua fría” para S.S. Pensó que a su hijo le esperaba “lo peor” al estar encerrado ahí, por lo que contrató un abogado para sacarlo, a pesar de que la Defensoría de la Niñez le ofreció un profesional sin costo alguno.
S.S. se prestó dinero de una vecina para pagar los honorarios del abogado particular y, mientras su hijo permanecía en Cometa, acudía frecuentemente para darle “todas las comodidades necesarias”. “Quería que sepa que estaba ahí, que iba a ayudarlo y que me disculpe por no haberle prestado atención”.
S.S. logró que su hijo salga de Cometa, pero la familia terminó endeudada. A eso se añadió que muchos vecinos del barrio en el que viven conocieron el hecho en el que se involucró su hijo y lo estigmatizaron.
S.S. cambió de unidad educativa a su hijo, debido a que los padres de familia pensaban que él era una “mala influencia para los otros estudiantes”. Su hijo se resistió, pero, al final, lo aceptó.
A pesar de que S.S. ahora no descuida a su hijo, confesó que es difícil volverlo a encaminar. “Ya me anticipó que al cumplir la mayoría de edad se va a ir porque no le gusta tanto control”.
Familias
La mayoría de los adolescentes que está en conflicto con la ley proviene de familias desintegradas o que tienen una sola figura paterna o materna.
1 Ubicación
El Centro de Infractores Cometa, donde se recluye a los menores de edad de Cochabamba que están en conflicto con la ley, está ubicado en el municipio de Colcapirhua.