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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 11:18

Jóvenes menos felices

Jóvenes menos felices



Los adolescentes que pasan más tiempo en el celular son "notablemente" más infelices que los que invierten más tiempo en otras actividades, como el deporte o la lectura, según un estudio publicado en la revista especializada Emotion.

¿Por qué los niños súper conectados de hoy están creciendo menos rebeldes, más tole-rantes, menos felices y completamente desarmados para la fase adulta?", se preguntó el autor principal de la investigación, Jean Twenge, de la Universidad Estatal de San Diego (California, EEUU).

Para examinar este fenómeno, Twenge y sus colegas analizaron datos del estudio "Monitoring the Future", una encuesta repre- sentativa de más de un millón de jóvenes estadounidenses de entre 15 y 18 años. En promedio, encontraron que los adolescentes que pasaban más tiempo frente a los dispositivos de pantalla eran "notablemente" más infelices que aquellos que invirtieron más tiempo en actividades como deportes, lectura e interacción social cara a cara.

Sin embargo, la abstinencia total de la pantalla tampoco conduce a la felicidad, ya que los adolescentes más felices usaban soportes digitales un poco menos de una hora por día. Después de ese punto (una hora diaria de tiempo en los gadgets), el nivel de infelicidad aumenta constantemente al mismo ritmo.

La clave del uso de los soportes digitales y la felicidad es el uso limitado", dijo Twenge.

• Un estudio sobre Cultura y Violencia Digital

de la Fundación Redes en Cochabamba revela que 8 de cada 10 adolescentes reconocen ser adictos al celular y que no les importa estar en esa condición.

• El 60 por ciento de los niños de 8 a 11 años ingresa a su unidad educativa con un celular inteligente.

• Y el 70 por ciento de los preadolescentes consultados sostiene que sus padres les dan un celular, sin reglas para su uso.

¿Adicción al teléfono móvil?

CLAUDIA MÉNDEZ

PsicÓLOGA

[email protected]

Hablar de adicción es hacer referencia a la dependencia hacia algo que se torna imprescindible, cuando el objeto —en este caso, hablaremos del teléfono móvil o celular inteligente— tiene cierto poder o dominio sobre la persona.

Hoy en día, se pasa mucho tiempo conectado al celular; esto incide en la forma de lazo social que se tiene con los demás. Se debilitan los hilos de las relaciones con los más cercanos físicamente y se apuesta por conectarse con los que están lejos o son poco conocidos, privilegiando lo novedoso, que siempre es atractivo.

El uso del celular permite momentos de satisfacción personal, al alcance de la mano, evadiendo la realidad, perdiendo muchas veces la noción de tiempo y lugar; se obtienen beneficios distractores, no pensar y olvidar momentáneamente situaciones de la vida diaria.

El hastío de la rutina, la soledad se ven apaciguados por este objeto que aparenta poder llenar todo tipo de vacío. Situación similar a la que se produce en el consumo de sustancias como alcohol y otros, pasados los efectos inmediatos, nada ha cambiado.

Este descontrol del dominio del objeto (celular) sobre el yo, ante el cual no hay defensas adecuadas que funcionen, hace que la persona se quede sin capacidad de reacción, deseando cada vez más y más estas sensaciones placenteras.

El tiempo empleado en el uso del celular es significativo, pueden haber casos de personas con conductas compulsivas, donde no pueden parar de revisar su teléfono, transcurriendo muchas horas conectados al dispositivo. Probablemente, si el celular solo sirviera para hacer llamadas y tener contacto directo con la voz del otro, nadie estaría adicto, lo que cautiva son las aplicaciones que tiene, sobre todo, redes sociales, videos y música.

En algunos casos, el celular funciona como bálsamo para la soledad, permite hacer contacto con otras personas, no sentirse solo, paradójicamente de manera solitaria, profundizando la desconexión del entorno inmediato, dando espacio a la imaginación, fantasía, pudiendo llegar a idealizar a quien está del otro lado del aparato, produciéndose una nueva forma débil e imaginaria de lazo social.

Hay personas que, con deseos de exhibicionismo, mediante las redes sociales se proyectan mostrándose para los demás como muy completos, perfectos, sin nada que les falte, buscando el reconocimiento externo; en el fondo con falta de capacidad para intimidar y crear lazos simbólicos con los otros.

También está de moda utilizar el tiempo de ocio en “stal- kear”, espiar a los demás, ver lo que el otro quiere mostrar, identificarse con ideales nuevos, son otros que se muestran siempre felices, de viaje, con muchos amigos, pueden provocar comparaciones con frustración, envidia y depresión en los observadores. Así, pueden surgir situaciones inadaptadas como de acoso, persecución, torturarse siguiendo los pasos de algún “ex” o molestar al otro generándole temor o ansiedad.

Son múltiples las aplicaciones que oferta hoy en día el dispositivo inteligente, mediante la cámara fotográfica que genera gran proliferación de imágenes, uno puede dejarse cautivar por la imagen propia y ajena, existen buscadores que muestran información a la carta de forma inmediata, se pueden ubicar sitios geográficos al instante, conectarse con familiares y amigos que se encuentran lejos; favoreciendo cierto equilibrio emocional al servir de orientación y guía en muchos casos.

Difícil concebir la idea de la vida sin tecnología, imposible dar vuelta para atrás, el desarrollo no tiene freno. Es un desafío para toda generación el adaptarse a los avances tecnológicos de la época, sin generar dependencia al uso de los medios.