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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Sexores: ¿Sueñan los androides con amores eléctricos?

El Festival Nuson 2018 tuvo entre sus invitados a la exitosa banda ecuatoriana Sexores. Aprovechando su estadía en Cochabamba, la RAMONA conversó con sus integrantes sobre su viaje musical entre sintetizadores, guitarras distorsionadas y beats electrónicos.
Sexores: ¿Sueñan los androides con amores eléctricos?



Sexores es una película que se cuenta, de momento, en tres actos: Historias de frío, Red Rooms, y East/West. Es la historia del fin de una era, una evolución constante. Quiebres y génesis, la división que media entre la luz y la oscuridad. Una forma de nostalgia envolvente, como una onda, expandiéndose en un loop sonoro, casi un mantra melancólico. Un paisaje en el que se evocan, confundiéndose entre sí, el pasado y el porvenir. Un espacio sin tiempo. Un viaje al 2046 de Wong Kar Wai, en el que los androides sueñan con amores eléctricos, un futuro distópico y mortecino haciéndose utopía. Una mirada triste encendiéndose lentamente en un neón rosa, romántico.

“Siempre he pensado que esa (imagen cinematográfica futurista) es una utopía. O sea, son películas distópicas, son futuros imperfectos, pero para mí son una utopía. Es como verme en un futuro lleno de lluvia, con un montón de luces, con edificios gigantescos, me gustaría ver eso”, dice apasionado David Yepez, la mente detrás de este proyecto musical que ha paseado territorios tan disímiles como Moscú, Barcelona, Nueva York o Cochabamba.

Porque Sexores, como sucede con los protagonistas de filmes como Blade Runner, Mad Max o, incluso, 2046, también son viajeros errantes, incapaces de habitar un solo espacio, parecieran tener la necesidad emprender una travesía constantemente, sin mirar atrás. Con ese espíritu impregnado desde su nacimiento, su sonido también transcurre por diferentes experiencias con el paso de los años y se transforma, como el viajante que nunca es el mismo después de transitar nuevas geografías.

Si en su primer disco, Historias de frío (2014), la banda quiteña navega en un sonido en el que las voces y las guitarras, ¿un esbozo de humanidad?, aún ocupaban la primera línea, en Reed rooms (2016) el panorama es desolador. Un paisaje sonoro industrial, con trazos electrónicos, que suena a despedida y deslumbramiento, envuelve cada uno de sus tracks. La nostalgia invade cada minuto, cada beat y las reverberaciones nos enfrentan ante la memoria de lo que nunca más regresará y aquello que, frente a nosotros, desconocemos y profundamente anhelamos. Sexores, de alguna manera, musicaliza nuestro presente y transmuta la trivialidad del galopante arrebato tecnológico que vivimos en una sustancia espiritual que nos ayuda a sobrellevar nuestro tiempo.

East/West, precisamente, en su remembranza y recuperación de sonidos ochenteros, con los sintetizadores tomando el control junto a remarcados beats eléctricos, se presenta como una celebración de esta revelación, en medio de un dilema casi filosófico, que entremezcla la fascinación enamoradiza por un futuro todavía intangible, pero cada vez más añorado.

Una completa paradoja. “Es un futuro pasado, nostalgia de un futuro que no estamos viviendo. Me considero una persona futurista, no me gusta mirar atrás, pero los 80 son algo que no ha pasado, son un futuro que no he podido vivir”, intenta explicar Yepez.

Con un sonido muy tocado por el synthpop, el dreampop y una vasta cultura cinematográfica (imposible no pensar en la cautivante Drive), Sexores visitaron nuestra ciudad ofreciendo quizás uno de los mejores y más ocultos conciertos del año. Conversamos con ellos brevemente antes de que partieran hacia Chile, donde continuarán la gira promocional de su última placa.

-Tienen una influencia muy de los 80 en su último disco. ¿Hay un retorno del tiempo en cuanto a lo sonoro? ¿Los ciclos se van repitiendo y reconstruyendo?

Emilia Bahamonde: Creo que con el tiempo se ve en la historia de la música, siempre ha pasado así. En el romanticismo, ellos estaban en contra del clasicismo. Antes del clasicismo estaba el barroco. En este último la música tenía muchos ornamentos, en el romántico como que rescatan estas características. No lo hacen con el periodo que los precede, sino con el que está aún más atrás.

Es curioso. Toda la gente, todas las etapa musicales terminan pasando por eso. En tu tiempo es muy difícil que la gente te reconozca. The Human League, entre otras, son bandas que nos han influenciado y no son de los 90, sino que son de una década anterior, de los 80, y no son muy conocidas, al menos aquí en Latinoamérica.

Es el momento actual. Podemos verlo en películas, como en la recién estrenada Ready Player One, que recupera toda esta cultura de los años 80. Lo mismo está pasando en series, como Stranger Things. En la música también sucede eso. La gente los está revalorizando porque de alguna manera eran incomprendidos en su tiempo. Ahora ya tenemos la madurez para trabajar al respecto.

-Partiendo de estas influencias, que eran experimentaciones tocadas por la evolución tecnológica, por el cambio que vivieron en su época, ¿a ustedes, la transformación que vivimos ahora, cómo los influye?

EB: Muchísimo. Somos súper curiosos, ahora mismo venimos comprando unos equipos donde estábamos hospedados (la casa de unos colegas músicos). Buscar nuevos timbres, para nosotros, es la tónica en nuestra música. Por ejemplo, en un comienzo siempre trabajamos con secuenciadores y tratamos nosotros mismos armar nuestros propios patches, nuestros propios timbres y sonidos. Que sean distintos a los que ya se escuchan normalmente en la radio. No son samples. Con los samples quizás tú estás trabajando con algo que ya usó Katty Perry. Nosotros tratamos de buscar otras cosas. Obviamente tenemos las herramientas. Cuando éramos más jóvenes no conocíamos al respecto, pero ahora, ya con nuevo circuitos, nuevos equipos, tenemos la posibilidad de jugar bastante.

-En sus espectáculos, dentro la iluminación, evitan usar el color verde. Es fácil percibir una noción conceptual en esa decisión. ¿El verde, con su halo vital, biológico, de exteriores y naturaleza, sería disonante con su propuesta musical?.

EB: De ley. Es lo de los 80. En esos años destacan el magenta y el cian. Películas como Blade Runner, Mad Max, que veían hacia el futuro como un porvenir apocalíptico, postapocalíptico. No había el verde, porque el verde representa la naturaleza y el resto de colores que quedaban son más bien fríos. El rosado también lo usamos, porque igual son bastante románticos. Son colores hasta cierto punto introspectivos. En cambio el verde es un poquito más del exterior.

-Hablas mucho de referencias cinematográficas. Su sonido también provoca atmósferas muy fílmicas. ¿Cuánto les ha influido el cine, más allá de lo estrictamente sonoro?

¡Un montón! Las bandas sonoras de cada una de estas películas. Son filmes que acá, a Latinoamérica, llegaron prácticamente en los 90, cuando nosotros éramos niños. Es maravilloso. Yo como ingeniera en sonido disfruto muchísimo esto. El último disco está compuesto por dos partes. La primera es como que muy synthpop y la otra es como para escucharla y decir ‘este es el soundtrack de alguna película’. Es precisamente eso, crear paisajes sonoros que evoquen esta época.

-Como fundador de Sexores, ¿cómo te llega esta influencia, de dónde vienen esas ganas de trabajar sobre estos sonidos electrónicos y futuristas?

David Yepez: Una de las bandas que más me ha influenciado es Nine Inch Nails (NIN). Cuando comencé Sexores, empecé con una idea de hacer una banda parecida a ellos, que tienen toda esta parte musical electrónica, industrial, muy parecido a lo que hacemos ahora, como concepto.

Pero, a su vez, tienen toda esta otra parte visual implícita. Todos sus discos son súper cuidados visualmente. Para mí Trent Reznor, que para mí es la cabeza del proyecto NIN, es como mi influencia. Entonces dije yo quiero hacer algo así, muy cuidado visualmente y con la música súper robótica, con secuencias electrónicas y todo eso.

Básicamente así es como comienza la banda y esa era la idea. Al inicio teníamos otros integrantes que ahora son muy amigos, pero están fuera de la banda. Así nace Sexores, con la idea de tener esta parte electrónica y la parte visual.

-¿Esta combinación, que también es perceptible en sus conciertos, ha sido el clic para que den el salto a Europa? ¿Se valora más en esa región este trabajo conceptual integrado?

DY: Sí, de hecho creo que todo el proceso en sí ha sido súper importante para dar este paso. No es cuestión de ego, pero somos una banda un poco distinta al resto en esto de tener un trabajo muy cuidadoso de estudio (en la grabación), con un sonido muy particular y a la vez con esta otra labor visual.

Soy muy meticuloso a la hora de seleccionar las portadas. Me meto de cabeza. Para esta última vez estuve como un mes buscando fotógrafos para tener la portada adecuada. Para Historias de Frío pasó lo mismo.

Con Red Rooms fue súper chistoso, porque me harté. No encontraba la imagen. Quería usar una obra de una artista japonesa que se llama Chiharu Shiota, pero no nos autorizó a usar esa portada y me cansé. De repente, estaba en Instagram scrolleando y me encontré de casualidad con Dennis Elliot, quien finalmente hizo la portada de ese primer disco.

Eso es a lo que voy, somos un grupo, que a diferencia de otros en Ecuador, que sí tiene este punto distintivo de meterse a buscar a profundidad la parte visual y la musical.

Historias de Frío es una cosa y nosotros queríamos que fuera así. Con Red Rooms sucedió lo mismo y ahora con East/West..

-Más allá de la experimentación en sus tres proyectos, no pierden la identidad. Uno los escucha, en cualqueir de sus facetas y reconoce a Sexores.

DY: El Sexores del inicio tiene unos tintes similares. Pero es súper distinto a lo que hacemos hoy. Porque había otra gente, que aportaba desde el trabajo compositivo.

Siempre he sido de la idea de que si existen muchos compositores en una banda, el grupo va a ser como una deformidad. Para mí es importante que haya un solo compositor. Incluso por el tema de llevarse bien. Por ejemplo, the Smashing Pumpkins, que es una banda que amo, era el infierno. James Iha, que era compositor, quería meter sus manos a los temas y Billy Corgan no se lo permitía. Por eso terminan separándose y todo un drama.

Para mí es importante solo una persona encargada de la composición, es como la senda y esta identidad que tú dices que tenemos.

Los temas más parecidos que tenemos con nuestros inicios, son los que compuso Emilia. Por ejemplo, para graficarlo, teníamos otro compositor y una de sus canciones se salía completamente del concepto de Sexores.

Si llegamos a tener una formación fija algún rato, la idea es que Emilia siempre sea la compositora, ella ha estudiado, entonces es la que más está metida en ese proceso.

Periodista - muywaso.com