Prisiones en Latinoamérica están a años luz de 2 modelos de Oslo
Los recintos penitenciarios de países de América Latina no parecen haber encontrado la solución a la crisis que los afecta.
Uno de cada tres delincuentes de Latinoamérica reincide; la mayoría, por crímenes más graves que los que los llevaron a la cárcel por primera vez. Muchas de las prisiones más emblemáticas se han vuelto verdaderas "escuelas del crimen" en las que anida una sociedad paralela, fuera del control del Estado. Así como están, son uno de los factores que contribuyen a la crisis de seguridad pública que se vive actualmente en varios rincones de la región.
Al otro lado del mundo, en Oslo, Noruega, han encontrado la solución para las crisis y actualmente presos y guardias conviven pacíficamente. ¿La clave del éxito? Aplicaron una estrategia y mantienen ocupados a los reclusos desde la mañana hasta la tarde. Ofrecen todas las posibilidades de distracción, hay jardines y mucho más.
PRISIONES “PLACENTERAS”
Existen dos penitenciarías en Oslo, Noruega, que muchos han llamado “la utopía de las prisiones”. Allí los reclusos tienen cómodas habitaciones con televisión y baños privados, se levantan temprano, desayunan y dedican toda su jornada al trabajo: cuidado de animales de granja, manejo del ferry (una de ellas está en una isla), cocina, agricultura, encargado de invernadero o del aserradero.
Durante el tiempo libre, estudian algún oficio para preparase para sus años de libertad, o bien, practican deportes como baloncesto, tenis o escalada. Luego, pueden reunirse en sus salas de estar a comer o ver televisión juntos, antes de volver a sus dormitorios.
Nadie llega allí como regalo, sino han pasado duros años en prisiones más tradicionales (aunque en Noruega todas tienen un tono más suave que las de Latinoamérica) y de haber demostrado un buen comportamiento. Este modelo ha inspirado a autoridades en todo el mundo a humanizar sus prisiones, según el sitio eldefinido.cl.
En Bastoy y Halden no hay nada de excesivo, y probablemente sean de las prisiones más permisivas que existen en el mundo entero, incluso algunos medios las han llamado “agradables”, “placenteras” y “humanas”.
Bastoy está en una isla en los fiordos de Noruega, por lo que los reclusos pueden recorrerla a su antojo, sin riesgo de escapar. Más que una cárcel, parece un pueblo rodeado de granjas. La habitan 155 presos que son vigilados por guardias que participan de sus actividades deportivas y sostienen conversaciones diarias con ellos. Por las noches, solo un puñado de autoridades permanecen y la mayoría vuelve a sus casas.
Si bien la mayoría de estos presos ha cometido delitos muy serios, asesinatos o delitos sexuales, la pena máxima en Noruega para cualquier crimen no supera los 21 años, por lo que el tema de la rehabilitación es crucial.
Halden, por su parte, está al sur de Noruega, cercana a la frontera con Suecia, rodeada de bosques de abedules, pinos y arbustos de arándanos. La pared que rodea todo su perímetro no es doble, no tiene torres de seguridad, ni alambres de púa o cerca eléctrica. Usaron un millón de dólares en pinturas, fotografías e instalaciones para decorar el lugar.
La estrategia para que no exista desobediencia es mantener a los presos ocupados desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Así, la violencia o los intentos de escape casi no existen. Los castigos de reclusión solitaria son muy escasos y responden a actitudes reiteradas y muy fuera de norma. Además, todos sus guardias pasan por dos años de formación en una academia, donde se enseña que al recluso hay que motivarlo “para que su sentencia sea significativa, esclarecedora y rehabilitadora”, como apunta la revista Time.
Este trato amable tiene buenas consecuencias. Estas cárceles, unidas a los demás esfuerzos por mejorar la rehabilitación de los presos en el sistema, han logrado que la tasa de reincidencia criminal en Noruega sea de solo un 20 por ciento , la menor del mundo, frente a un 77 por ciento en Estados Unidos (en un país con el impactante número de 2.2 millones de personas encarceladas) y un 71 por ciento en Chile.
EN LATINOAMÉRICA
La situación en América Latina es distinta. En Brasil, por ejemplo, existen grupos del crimen organizado como el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermelho que nacieron en las cárceles y desde allí coordinaron y expandieron sus operaciones, llegando a montar una industria transfronteriza que se extiende a Bolivia y a Paraguay, según elpais.com.
Los líderes poderosos no han visto en las rejas un impedimento para llevar a cabo sus planes ilícitos. Y cuando sus fuerzas y las de sus antagonistas se enfrentan, el saldo negativo es monumental y obliga al Gobierno Federal a intervenir con tropas. A principios de 2017 una de esas batallas intramuros terminó con 140 presos muertos, varios de ellos, mutilados.
El 10 de abril de 2018, 20 personas murieron, entre los cuales un guardia carcelario, en un intento de fuga en masa frustrado en una cárcel en la región metropolitana de Belén, la capital del estado amazónico de Pará, en el norte de Brasil, reportó EFE.
Esta unidad cuenta con 659 internos pese a su capacidad para 432 reclusos y, además del elevado hacinamiento, sus condiciones sanitarias son consideradas como deficientes por las organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Las rebeliones de presos, las fugas, los asesinatos de reclusos y los enfrentamientos entre bandas rivales por el control de la venta de drogas en los centros carcelarios son recurrentes en las cárceles brasileñas.
El sistema carcelario es blanco constante de críticas de organismos de derechos humanos y hasta de la ONU.
MÉXICO Y ARGENTINA
Las múltiples fugas del jefe del Cartel de Sinaloa, Joaquín "el Chapo" Guzmán, de las cárceles donde estuvo contribuyeron a alimentar su leyenda; túneles, engaños y sobornos horadaron las restricciones más severas con las que se intentó retenerlo tras las rejas. El Gobierno mexicano se vio aliviado cuando fue extraditado a los Estados Unidos.
Sin embargo, para algunos altos mandos de las organizaciones criminales, en ocasiones es incluso mejor estar en la cárcel que en las calles. Es para ellos más seguro, porque en ellas reciben protección estatal frente a sus rivales. Es el caso, por ejemplo, de los líderes de las pandillas Mara Salvatrucha 13 (MS-13) y el Barrio 18, de El Salvador.
Los gobiernos latinoamericanos instrumentaron políticas de "mano dura" para capturar y enjuiciar a delincuentes. Según una comparación de estadísticas realizada por el Grupo de Diarios América (GDA), las causas principales por las que se encarcela en la mayoría de los 11 países evaluados son el robo o el intento de robo e infracciones a las leyes de drogas. Otras son la extorsión (en El Salvador), el homicidio (en la Argentina, Colombia, Costa Rica, El Salvador y Venezuela) y el abuso sexual (en Perú).
Según Marcelo Bergman, director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv), con sede en la Argentina, el problema de esas políticas de "mano dura" es que se detiene a delincuentes que rápidamente son reemplazados por otros. "Se llenan las cárceles sin resolver el problema del delito", opinó. En Buenos Aires -que tiene más de la mitad de los presos de toda la Argentina- se suman cada año 2200 nuevos reclusos.
El doble esfuerzo de capturar y enjuiciar como medio para combatir el crimen y la inseguridad no va de la mano con una mejora de las condiciones en las cárceles, afirman los expertos. Excepto en Puerto Rico, la mayoría de los países de la región tiene una tasa de hacinamiento en penales cercana al 100 por ciento . En Venezuela hay cuatro veces más presos que plazas en el sistema carcelario.
CHILE
"Mi ‘profe’ de literatura es muy chistoso (?). Me dice que soy ‘vivita’, porque tomo los libros y leo los finales antes de que nos dé las tareas", escribió la reclusa Ana Bascur en el libro ‘Tus cárceles, nuestros relatos’, un compilado de historias surgidas de los talleres de lectoescritura dentro de los penales.
Así Chile, entre otras cosas, trata de combatir la crisis con la producción de literatura.
COLOMBIA
En el departamento de Meta funciona la colonia de Acacias, donde los internos trabajan en actividades agrícolas como parte de su reinserción. Debido al éxito del programa, el Ministerio de Justicia firmó en julio un convenio para la construcción de una nueva colonia agrícola en Antioquia.