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Camila Urioste, la palabra como fuego y conjuro

La poeta y dramaturga nacida en La Paz desde 2016 explora la narrativa y este año se hizo con el Premio Nacional de Novela con Soundtrack, un glosario de términos que desde su particular estructura ofrece un viaje, entre la comprensi&oacu
Camila Urioste, la palabra como fuego y conjuro



A sus 25 años ya había ganado el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal. El diario de Alicia, el texto que le propició la distinción, era claramente una obra iniciática, luminoso y oscuro en las medidas en la que la juventud lo permite. Imágenes de gran belleza, una estructura narrativa, borbotones de humor agudo desperdigados con sutileza y una gran capacidad de introspección del ser mujer y la interpelación del contexto son las piedras fundamentales que pueden evidenciarse y que marcaron el desarrollo de su escritura.

Hoy, Camila Urioste, reconocido poeta y dramaturga desde 2005, escritora desde su infancia, es Premio Nacional de Novela gracias a su libro Soundtrack, un relato que, como en su dramaturgia, vuelve a experimentar en la forma para alcanzar una narración envolvente y seductora.

Nacida en La Paz, Urioste escribió entre 2002 y 2006 la columna de opinión “Las Peras del Olmo” en el periódico La Prensa. En 2005 se hizo con el Nacional de Poesía, como mencionamos anteriormente. Después publicó, también en ese género, Caracol (2012).

Su obra dramatúrgica fue parte de varias colecciones publicadas en sede de Gobierno y Cochabamba. La pieza El Pacto, dirigida por Fernando Arze, fue ganadora del Premio Nacional de Teatro Peter Travesí.

Sobre sus inicios, su trayectoria, su concepción sobre la escritura y la literatura, y su nuevo objetivo de conseguir un Plurinacional de Atletismo, conversó con la RAMONA.

-En 2005 recibes el Premio Nacional de Poesía por tu libro El diario de Alicia, una propuesta llena de de asombro, descubrimientos y hasta cierta “ingenuidad lúcida”. Luego de pasar, además, por la dramaturgia y recientemente por el cuento, ¿desde entonces, mirando el trayecto recorrido, qué dirías que ha cambiado de Camila Urioste y su escritura?

-Todo ha cambiado y nada ha cambiado. Como persona he crecido inmensamente. Era muy inmadura el 2005, tenía 25 años, y con la inmadurez hay cierta soberbia medio ingenua que hace mucho daño. Empezar tu carrera como escritora con un premio nacional es a la vez una bendición y una catástrofe, eso te puedo decir. Pero crecí y maduré mucho. He trabajado incansablemente para ello y ese crecimiento personal se traduce también en un crecimiento en la escritura. Sin embargo, los temas que me mueven son siempre los mismos, los de Alicia: el viaje interior, la iniciación en la oscuridad del bosque, el tiempo y la memoria, el amor, la muerte, el destierro. Y todo esto atravesado por el lenguaje poético y el humor, que son constantes en mi trabajo.

-En ese libro hablas de la palabra como conjuro y condena (Escribo pan; se mueren los molinos/Escribo una violeta; se incendian los jardines/Dibujo mi nombre lentamente con el dedo/Me apago como un fósforo encendido en el papel). En tu discurso al recibir el Premio Nacional de Novela también lanzaste una idea similar: la palabra como último refugio de resistencia, que debe ser arrebatada a los políticos como salvación. ¿Tu exploración por varios géneros literarios surge de esta necesidad por incendiarte en el papel, como en un acto subversivo?

-Primero, quiero decirte lo feliz que me hace tu pregunta. Segundo, mi rebeldía siempre ha pasado por la palabra escrita. Es peligroso. El papel lo sostiene realmente todo. Todo. La palabra escrita tiene un poder enorme, destructivo y creador. Siempre sentí una especie de rebeldía al escribir, como una niña que juega con fuego a escondidas, fascinada por la luz y temerosa del peligro al mismo tiempo. Y si la palabra escrita es un fuego, la palabra hablada es un conjuro. Su poder es aún mayor. El teatro me lo ha demostrado.

Encuentro que la palabra creativa me ha permitido siempre decir cosas subversivas, la poesía y el humor me han permitido decir cosas terribles, revelarlas sobre mí misma, nombrar lo innombrable y hasta pararme frente a un grupo de políticos y decir un par de verdades incómodas, sonriendo.

-Tus obras teatrales tienen, aunque no explícitamente, una fuerte carga política y discursiva, rebosante de feminismo y cuestionamientos al estado actual de las cosas. ¿Soundtrack conserva esta impronta?

-Sí. Absolutamente. Soundtrack es la historia de una mujer que escribe un glosario para reconstruir su pasado, para entenderse. Es una mujer que duda, duda de todo, duda del feminismo, duda de la verdad, duda del amor, de la moral, del lenguaje. Por eso su afán por nombrar, por definir: es una tensión entre la comprensión y la duda. Para mí, como mujer, esta tensión entre dudar y comprender es mi manera de pararme frente al machismo, frente a la sociedad y tratar de hacerme una vida a mi medida, sin certezas, sin recetas, pero una vida libre. Este es el motor de la novela. Y por las reacciones que he recibido hasta ahora de quienes la han leído, esto resuena mucho con las mujeres.

-De la misma manera, tus trabajos en poesía y teatro casi siempre siguen una estructura particular, meticulosamente estudiada y con la forma muy bien cuidada. En tu primera obra premiada hay una arquitectura narrativa basada en un diario, en El Pacto optas por un experimento social y en El Crimen por un interrogatorio policial. En Soundtrack pareces querer ir aún más lejos y eliges como paraguas del relato un glosario de términos. ¿Cómo surge la idea y cómo lograste no extraviarte en su fragmentación?

-La idea me vino en un curso de escritura creativa por internet de la universidad de Iowa que tomé el año pasado. Una de las charlas era sobre la estructura y la autora hablaba de la fragmentación y sus posibilidades. Presentaba varios ejemplos de estructuras fragmentadas, uno era el de un índice y otro era la novela de Margueritte Durás, El Amante. Yo ya había contemplado la posibilidad de que un próximo libro de poemas fuera un glosario, esto se ha hecho bastante. Pero investigando un poco descubrí que lo del glosario como forma narrativa ya se había hecho también… hay un inglés que escribió un libro así en los 80. Por otro lado, uno de mis libros favoritos, La Insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, tiene un capítulo entero que es un glosario y es mi parte favorita.

Entonces, en realidad, siempre estuvieron ahí los elementos que solo se juntaron en el momento correcto cuando empecé el proceso creativo.

Al principio solo tenía eso: la estructura. Empecé a escribir sin saber bien qué saldría y se convirtió en un proceso tan lúdico, tan lleno de sorpresas y posibilidades, que seguí escribiendo hasta que encontré una historia y un hilo conductor, la música.

La mitad del proceso fue la escritura, y la otra mitad el intentar no perderme en su fragmentación. Leí y releí mucho para asegurarme de que el recorrido tuviera ritmo y contraste entre lo contemplativo y lo narrativo. Puede parecer fragmentado, y lo es, pero no hay una gota de azar en la superposición de los pedazos. Es un recorrido diseñado minuciosamente.

-Una característica de tu dramaturgia es ser sumamente poética. ¿Soundtrack conserva este rasgo distintivo de tu trabajo? ¿Cuán difícil fue hacer poética una estructura, la del glosario, que es tan técnica?

-La estructura técnica me permitió jugar. Me marcó la cancha y me puso las reglas para poder jugar con la escritura. Fue muy liberador. Y justamente esa estructura técnica hace tensión con la poesía que está como siempre entrelazada en todo mi trabajo. La estructura me permitió también muchos momentos de humor, que agradecí y espero que el lector también.

-Hay autores que nunca salen de la narrativa o la poesía. Otros que las desarrollan como obras paralelas. En tu caso, más bien, parece que todo se juntara y naciera algo más fresco. ¿Cuánto contribuye, o dificulta, tu tránsito por tantos géneros al momento de sentarte a escribir y encarar un nuevo proyecto?

-El tránsito por tantos géneros ha sido tan natural para mí que casi no me doy cuenta de que es algo fuera de lo común. Siempre, desde niña, me interesaron muchos géneros artísticos: quería ser bailarina, cineasta, actriz, poeta, novelista, trapecista y pintora. En algún momento me di cuenta de que mi manera de estar en el mundo era la escritura. Cada proyecto que concibo o que llega desde afuera lo enfrento con las mismas herramientas: el humor, la poesía, la investigación y el amor por la palabra hablada.

-El año anterior fue publicado tu primer cuento y en este ya conseguiste un Premio Nacional de Novela, ¿te sientes más cómoda en la narrativa?

-Estoy empezando a explorar. Cómoda jamás. El día que me sienta cómoda, me retiro. Lo que sí te puedo decir es que lo estoy disfrutando. Recuerdo que mi hermano me regaló los diarios de Alejandra Pizarnik hace unos años y desde que empieza a escribirlos, a los 19 años, hasta que muere a los 36, es recurrente su idea de escribir una novela para la que “no está lista”. Ella dice que solo entrega poemas mientras se prepara para escribir La Novela. Pero duda, dice que no está preparada, que no sabe aún lo suficiente sobre el lenguaje. Y muere sin nunca escribirla. La novela tiene eso…. es intimidante. Yo encontré en la estructura una manera de hacer de la escritura un juego, pero aún estoy explorando y no sé lo que vendrá.

-Has ganado los premios más importantes del país en poesía, dramaturgia y narrativa, entonces surge una gran curiosidad, ¿en qué trabajas ahora?

-¡Ahora voy por los Plurinacionales de Atletismo!

Periodista - @mijail_kbx