Enfermos desesperados usan marihuana como última opción
10 de diciembre de 2017 (19:09 h.)
Bolivia es uno de los principales productores de cannabis en Sudamérica, y gran exportador, pero por la Ley 1008 es considerado una droga ilegal, y todo lo que gira en torno a esta planta, incluido su uso medicinal, está penalizado.
En ese sentido, en Bolivia se conoce poco acerca de sus beneficios, pese a que su comercialización mueve unos 1.000 millones de bolivianos, en una economía similar a la de la coca y la cocaína.
En el negocio de la marihuana se benefician desde el pequeño productor hasta las grandes corporaciones que industrializan esta planta.
El Gobierno se niega a discutir sobre la posibilidad de industrializar la planta de marihuana, así como tampoco se avanza en el desarrollo médico de la coca. Solo se dice que es buena para una u otra enfermedad, pero no se realizan investigaciones.
En el tema específico de la medicina, sabemos que la mayor parte de los países de la región ya se han abierto al uso legal del cannabis. Es el caso de Argentina, Perú, Colombia, Chile y Uruguay.
En ese contexto, muchas naciones muestran una gran apertura, pero bajo un gran peligro, nadie tiene estudios científicos, ningún país del mundo y menos Bolivia.
El país es uno de los principales importadores de aceite de marihuana para uso medicinal.
Llevamos marihuana, la procesan, se vuelve legal, y nos devuelven en productos, pero con un costo de 1 a 1.000 de diferencia. Somos un centro experimental (Bolivia) y un gran mercado para los medicamentos que no tienen registro sanitario ni están validados por el Ministerio de Salud.
Muchas personas consumen medicamentos para enfermedades oncológicas, a base de cannabis, pensando que es un remedio para su mal, como una alternativa. En algunos países se lo aplica, además de los ungüentos y aceites, por vía intravenosa, pero es lo más peligroso que existe.
Pero eso lo hacen personas desesperadas, que tienen problemas de salud mental, enfermedades oncológicas y neurodegenerativas. La gente no encuentra respuestas a sus dolencias y decide, por consejo de terceros, probar con marihuana.
Un padre o madre desesperada que tiene un hijo con epilepsia ve en el cannabis su última alternativa, y por eso lo utiliza, debido a que la medicina tradicional ya no funciona ni da respuestas.
Y pese al uso de estos productos, el desenlace será el mismo. Por eso pienso que es irresponsable que los encargados de estas agrupaciones de cannabis receten medicinas para los enfermos.
Lamentablemente, las personas que acuden a la marihuana como una alternativa es porque están desprotegidas de la salud pública.
En ese sentido, en Bolivia se conoce poco acerca de sus beneficios, pese a que su comercialización mueve unos 1.000 millones de bolivianos, en una economía similar a la de la coca y la cocaína.
En el negocio de la marihuana se benefician desde el pequeño productor hasta las grandes corporaciones que industrializan esta planta.
El Gobierno se niega a discutir sobre la posibilidad de industrializar la planta de marihuana, así como tampoco se avanza en el desarrollo médico de la coca. Solo se dice que es buena para una u otra enfermedad, pero no se realizan investigaciones.
En el tema específico de la medicina, sabemos que la mayor parte de los países de la región ya se han abierto al uso legal del cannabis. Es el caso de Argentina, Perú, Colombia, Chile y Uruguay.
En ese contexto, muchas naciones muestran una gran apertura, pero bajo un gran peligro, nadie tiene estudios científicos, ningún país del mundo y menos Bolivia.
El país es uno de los principales importadores de aceite de marihuana para uso medicinal.
Llevamos marihuana, la procesan, se vuelve legal, y nos devuelven en productos, pero con un costo de 1 a 1.000 de diferencia. Somos un centro experimental (Bolivia) y un gran mercado para los medicamentos que no tienen registro sanitario ni están validados por el Ministerio de Salud.
Muchas personas consumen medicamentos para enfermedades oncológicas, a base de cannabis, pensando que es un remedio para su mal, como una alternativa. En algunos países se lo aplica, además de los ungüentos y aceites, por vía intravenosa, pero es lo más peligroso que existe.
Pero eso lo hacen personas desesperadas, que tienen problemas de salud mental, enfermedades oncológicas y neurodegenerativas. La gente no encuentra respuestas a sus dolencias y decide, por consejo de terceros, probar con marihuana.
Un padre o madre desesperada que tiene un hijo con epilepsia ve en el cannabis su última alternativa, y por eso lo utiliza, debido a que la medicina tradicional ya no funciona ni da respuestas.
Y pese al uso de estos productos, el desenlace será el mismo. Por eso pienso que es irresponsable que los encargados de estas agrupaciones de cannabis receten medicinas para los enfermos.
Lamentablemente, las personas que acuden a la marihuana como una alternativa es porque están desprotegidas de la salud pública.